domingo, 10 de agosto de 2014

"ENTONCES VERÁS CLARO" - CARTA I - DOROTEO DE GAZA

"Entonces verás claro"
Doroteo de Gaza (hacia 500- ¿ ?)
Monje en Palestina


Carta I


Ciertas personas convierten en mal humor todo lo que ingieren, aunque el alimento sea sano. La falta no está en el alimento, sino en su temperamento, que hace alterar los alimentos. De la misma manera, si nuestra alma tiene una mala disposición, todo le hace mal; incluso las cosas útiles las transforma en nocivas para ella. Si alguien pone unas pocas hierbas amargas en un pote de miel, ¿no alterarán el pote entero haciendo que la miel se vuelva toda ella amarga? Eso es lo que nosotros hacemos: difundimos algo de nuestra amargura y destruimos el bien del prójimo cuando le miramos según nuestra mala disposición. Hay otras personas que tienen un temperamento que todo lo transforman en buenos humores, incluso los malos alimentos... Los cerdos tienen una fuerte constitución: comen ajos, el hueso de los dátiles y los desperdicios de las comidas. 


Sin embargo, transforman estos alimentos en carnes suculentas. Nosotros igualmente, si tenemos buenas costumbres y nuestra alma está en buen estado, podemos sacar provecho de todo, incluso de aquello que no es aprovechable. El libro de los Proverbios lo dice muy bien: «Aquel que mira con dulzura, obtendrá misericordia» (12,13). Pero en otra parte dice: «Al hombre insensato todas las cosas le contradicen» (14,7). 



He oído decir de un hermano que, si yendo a ver a otro encuentra su celda dejada y en desorden, se dice para sí mismo: «¡Cuán dichoso es este hermano de estar completamente desasido de las cosas terrestres y de llevar su espíritu siempre en lo alto, que no tiene ni tan sólo el placer de arreglar su celda!» Si a continuación va a la celda de otro hermano y la encuentra arreglada, limpia y en orden, se dice: «¡La celda de este hermano está tan limpia como su alma. El estado de su celda corresponde al estado de su alma!» Jamás dice de ninguno: «Éste es desordenado» o bien: «Éste es un frívolo». Gracias a su excelente estado saca siempre provecho de todo. 



Que el Altísimo, en su gran bondad, nos dé, a nosotros también, un buen estado interior para que podamos aprovecharnos de todo y jamás pensemos mal del prójimo. Si nuestra malicia nos inspira malos juicios o sospechas, transformémoslas rápidamente en buenos pensamientos. Puesto que no ver el mal engendra bondad.




DISTINTAS MANIFESTACIONES DEL DECIR VERAZ - MICHEL FOUCAULT

Distintas manifestaciones de la parrhesía
Ni profetas ni sabios: ¡parresiastas!
Michel Foucault

Podemos oponer la parrhesía (ver nota aparte) a otras modalidades fundamentales del decir veraz que encontramos en la antigüedad, pero que hallaríamos sin duda, más o menos desplazadas, formalizadas de maneras diversas, en otras sociedades, la nuestra incluida. A partir de la Antigüedad podemos definir cuatro modalidades del decir veraz. En primer término, la profecía. El profeta, al igual que el parresiasta, es alguien que dice la verdad. Pero la característica fundamental del decir veraz del profeta está en la postura de mediación que asume. El profeta no habla en su propio nombre: transmite una palabra que es, en general, la palabra de Dios. Articula y profiere un discurso que no es el suyo, dirige a los hombres una verdad que viene de otra parte. También está en posición de intermediario, en tanto se sitúa entre el presente y el futuro. El profeta devela, ilumina lo oculto, pero no sin ser oscuro, no sin dar a lo que dice una envoltura que es la del enigma. La profecía no dice la verdad en su lisa y llana transparencia. Aun cuando el profeta diga lo que debe hacerse, resta aún interrogarse, resta saber si se ha entendido bien, hay que cuestionar, vacilar, interpretar.

El parresiasta, al contrario, habla en su propio nombre. Es esencial que lo que formula sea su opinión, su pensamiento y su convicción. Debe firmar sus dichos. El parresiasta no dice el porvenir. No ayuda a los hombres a franquear lo que los separa de su porvenir, sino que los ayuda en su ceguera acerca de lo que son, acerca de ellos mismos. En el juego entre el ser humano y su ceguera arraigada en una desatención, una complacencia, una cobardía o una distracción moral, allí el parresiasta cumple su papel. Y el parresiasta no habla mediante enigmas: al contrario, dice las cosas lo más clara, lo más directamente posible, sin ningún disfraz, ningún adorno retórico. Es cierto, deja algo por hacer: deposita en aquel a quien se dirige la dura tarea de tener el coraje de reconocer esa verdad y hacer de ella un principio de conducta.

El decir veraz parresiástico puede oponerse también a otro modo de decir veraz muy importante en la Antigüedad: el de la sabiduría. El sabio habla en su propio nombre. La sabiduría que formula es la suya propia; no es simplemente un portavoz, como el profeta. Pero el sabio mantiene su sabiduría en una reserva, que es esencial. En el fondo, es sabio en y para sí mismo, y no necesita hablar. Nada lo obliga a impartir, enseñar o manifestar su sabiduría. El sabio es estructuralmente silencioso. Si habla, sólo lo hace interpelado por las preguntas de alguien o por una situación de urgencia para la ciudad. Eso explica que sus respuestas bien puedan ser enigmáticas y dejar a aquellos a quienes se dirige en la ignorancia o la incertidumbre. En este sentido se emparienta con el profeta. Pero, a diferencia de la profecía, en la que se dice lo que será, el sabio dice lo que es, el ser del mundo y las cosas. Y si ese decir veraz puede asumir valor de prescripción, no es bajo la forma de un consejo ligado a una coyuntura, sino en la de un principio general de conducta. El parresiasta, a diferencia del sabio, no mantiene una actitud esencial de reserva. Su deber, su obligación, su responsabilidad consiste en hablar y no tiene derecho a sustraerse a esa misión. Lo vemos precisamente con Sócrates, que, como se recuerda a menudo en la Apología..., ha recibido del Dios la función de interpelar a los hombres, tomarlos por el brazo, hacerles preguntas; una tarea que él no abandonará, aun amenazado de muerte.

LA PARRHESÍA COMO FORMA DEL DECIR VERAZ - MICHEL FOUCAULT

La parrhesía como forma del decir veraz
Coraje de la verdad
Michel Foucault 

La parrhesía, tal como la estudió Michel Foucault, era, en la Antigüedad, la práctica de decir la verdad “sin esconderla con nada”, bajo el riesgo del rechazo o la ira del interlocutor. Esta práctica se sitúa en “la prehistoria de algunas parejas célebres: el penitente y su confesor, el enfermo y el psiquiatra, el paciente y el psicoanalista”.

Este año querría continuar el estudio del hablar franco, de la parrhesía como modalidad del decir veraz. Llegué a la noción y la práctica de la parrhesía a partir de la cuestión, tradicional en la filosofía occidental, de las relaciones entre sujeto y verdad. Grande fue la importancia en la moral antigua, en toda la cultura griega y romana, del principio “hay que decir la verdad sobre uno mismo”. Pueden mencionarse prácticas como el examen de conciencia prescrito entre los pitagóricos o los estoicos, del que Séneca dio ejemplos tan elaborados y que volvemos a encontrar en Marco Aurelio. También esas correspondencias, esos intercambios de epístolas morales, espirituales, cuyo ejemplo también puede hallarse en Séneca. Han dejado menos huellas otras prácticas como las libretas de notas, especies de diarios que se aconsejaba llevar, ya fuera para el registro y la meditación sobre las experiencias vividas o las lecturas hechas, ya fuera para contarse uno mismo, al despertar, los propios sueños.

Hay cierta tendencia a analizar esas prácticas del decir veraz sobre uno mismo en relación con el principio socrático del “conócete a ti mismo”: en ellas se ve la plasmación de ese principio. Pero me parece interesante resituar esas prácticas, esa incitación a decir la verdad sobre uno mismo, en un contexto más amplio definido por un principio, el del cuidado de sí. Este precepto tan antiguo en la cultura griega y romana –y que encontramos, en los textos platónicos, asociado al “conócete a ti mismo”– dio lugar al desarrollo de lo que podríamos llamar un cultivo de sí, en el cual vemos la transmisión de todo un juego de prácticas de sí. Al estudiar estas prácticas, vi perfilarse un personaje, presentado como el socio indispensable de la obligación de decir la verdad sobre uno mismo. No hace falta esperar al cristianismo, la institucionalización a comienzos del siglo XIII de la confesión, para que la práctica del decir veraz sobre uno mismo se apoye en la presencia del otro que escucha, que exhorta a hablar y habla. En la cultura antigua, el decir veraz sobre uno mismo fue una actividad con los otros, y más precisamente aun una actividad con otro, una práctica de a dos.

Conocemos relativamente bien a ese otro en la cultura cristiana, en la que adopta la forma institucional del confesor o el director de conciencia; también en la cultura moderna se puede señalar a ese otro indispensable para que yo pueda decir la verdad sobre mí mismo, sea el médico, el psiquiatra, el psicólogo o el psicoanalista. En la cultura antigua su estatus es más variable, más vago, está institucionalizado con menos claridad: puede ser un filósofo de profesión, pero también una persona cualquiera.

Galeno, en su texto sobre la cura de los errores y las pasiones, señala que, para decir la verdad sobre sí mismo y conocerse, uno necesita a otro a quien debe buscar un poco en cualquier parte, con la sola condición de que sea un hombre de edad y serio. Puede ser un profesor, que en mayor o menor medida participe de una estructura pedagógica institucionalizada (Epicteto dirigía una escuela), pero puede ser un amigo personal, puede ser un amante. Puede ser un guía provisorio para el hombre joven que todavía no ha tomado sus decisiones fundamentales, que todavía no es completamente dueño de sí mismo, pero también puede ser un consejero permanente, que siga a alguien a lo largo de su existencia y lo conduzca hasta su muerte. Demetrio el Cínico era el consejero de Trásea Peto, un hombre importante en la vía política romana de mediados del siglo I, y lo sirvió como consejero hasta el día mismo de su muerte por su suicidio: asistió al suicidio de Trásea Peto y conversó con él, a la manera del diálogo socrático, sobre la inmortalidad del alma hasta su último suspiro.

El estatus de ese otro es, por tanto, variable. Y su papel, su práctica misma, tampoco son tan fáciles de definir. Ese papel tiene que ver con la pedagogía, se apoya en ésta, pero es también una dirección del alma; puede ser asimismo una suerte de consejo político. Pero ese papel también se metaforiza y quizás se manifiesta en una especie de práctica médica, porque se trata del tratamiento del alma y de la determinación de un régimen de vida, que comporta, por supuesto, el régimen de las pasiones, pero igualmente el régimen alimentario, el modo de vida en todos sus aspectos.

Ese otro, indispensable para el decir verdad de uno mismo, debe tener una calificación determinada, que, a diferencia de la cultura cristiana, no está dada por la institución y el ejercicio de ciertos poderes espirituales específicos. Tampoco es, como en la cultura moderna, una calificación institucional que garantice determinado saber psicológico, psiquiátrico, psicoanalítico. La calificación necesaria para ese personaje incierto, un poco brumoso y fluctuante, es cierta práctica, cierta manera de decir que se llama parrhesía: hablar franco.

El tratado de Plutarco sobre la adulación, “Cómo distinguir un adulador de un amigo”, es un análisis de la parrhesía o, mejor dicho, de esas dos prácticas opuestas que son la adulación y la parrhesía. Aquel texto de Galeno dedica toda una exposición a la elección de aquel de quien se dice que puede y debe usar ese hablar franco para que el individuo pueda, a su vez, decir la verdad sobre sí mismo.

El año pasado emprendí el análisis de la práctica de la parrhesía y del personaje que es capaz de utilizarla, a quien se denomina parrhesiastés. El estudio de la parrhesía y del parrhesiastés durante la antigüedad, en el cultivo de sí, es una suerte de prehistoria de las prácticas que se organizan en torno de algunas parejas célebres: el penitente y su confesor, el enfermo y el psiquiatra, el paciente y el psicoanalista.

Pero, en su origen, la parrhesía es fundamentalmente una noción política. Con la noción de parrhesía, arraigada originariamente en la práctica política y la problematización de la democracia, y derivada hacia la esfera de la ética personal y la constitución del sujeto moral, puede verse el entrelazamiento del análisis de los modos del decir veraz, el estudio de las técnicas de gubernamentalidad y el señalamiento de las formas de práctica de sí. Presentar este estudio en una tentativa de reducir el saber al poder, de hacer del saber la máscara del poder en estructuras en que el sujeto no tiene cabida, no puede ser otra cosa que una caricatura. Se trata, al contrario, de las relaciones complejas entre tres elementos distintos, cuyas relaciones son mutuamente constitutivas: los saberes, estudiados en la especificidad de su decir veraz, su veridicción; las relaciones de poder, no como la emanación de un poder sustancial e invasor, sino en los procedimientos por los cuales se gobierna la conducta de los hombres, y los modos de constitución del sujeto a través de las prácticas de sí.

La parrhesía, etimológicamente, es la actividad consistente en decirlo todo: pan rhema. El parrhesiastés es el que dice todo. Así, en el discurso “Sobre la embajada fraudulenta”, Demóstenes advierte que es necesario hablar con parrhesía, sin retroceder ante nada, sin ocultar nada.

Pero la palabra parrhesía puede emplearse con dos valores. Con un valor peyorativo –como la encontramos en Aristófanes, y luego de manera muy habitual hasta la literatura cristiana–, la parrhesía consiste en decirlo todo en el sentido de decir cualquier cosa: cualquier cosa que pueda ser útil para la causa que uno defiende o que pueda valer para la pasión o el interés que anima a quien habla. El parresiasta se torna entonces el charlatán impenitente, aquel que no es capaz de ajustar su discurso a un principio de racionalidad o de verdad. En el libro VIII de la República encontrarán la descripción de la mala ciudad democrática, una ciudad heterogénea, dislocada, dispersa entre intereses diferentes, pasiones diferentes, individuos que no se entienden. Esta mala ciudad democrática practica la parrhesía: todo el mundo puede decir cualquier cosa.

En su valor positivo, la palabra parrhesía consiste en decir la verdad sin disimulación ni reserva ni cláusula de estilo ni ornamento retórico que pueda cifrarla o enmascararla. El “decirlo todo” es: decir la verdad sin ocultar ninguno de sus aspectos, sin esconderla con nada. Pero esto no basta para definir la noción de parrhesía en el sentido positivo; hacen falta dos condiciones complementarias. Es preciso no sólo que esa verdad constituya a las claras la opinión personal de quien habla, sino también que éste la diga en cuanto es lo que piensa. El parresiasta da su opinión, dice lo que piensa, él mismo signa la verdad que enuncia, se liga a esa verdad y, por consiguiente, se obliga a ella y por ella.

Pero esto no es suficiente. Después de todo, un profesor, un gramático, un geómetra pueden decir, con respecto a la gramática o la geometría, una verdad en la cual creen y, sin embargo, no se dirá que eso es parrhesía. Para que haya parrhesía es menester que el sujeto, al decir una verdad que marca como su opinión, su pensamiento, su creencia, corra cierto riesgo, un riesgo que concierne a la relación que él mantiene con el destinatario de sus palabras; es menester que, al decir la verdad, afrontemos el riesgo de ofender al otro, encolerizarlo y suscitar conductas que pueden llegar a la más extrema de las violencias. En la “Primera filípica”, Demóstenes agrega: “Sé que al valerme de esta franqueza ignoro lo que se deducirá para mí de las cosas que acabo de decir”.

La parrhesía implica cierto coraje, cuya forma mínima consiste en el hecho de que el parresiasta corre el riesgo de poner fin a la relación con el otro que, justamente, hizo posible su discurso. El parresiasta siempre corre el riesgo de socavar la relación que es condición de posibilidad de su discurso. Lo vemos con claridad en la parrhesía como guía de conciencia, que sólo puede existir si hay amistad y donde el uso de la verdad amenaza poner en tela de juicio y romper la relación amistosa.

Ese coraje adopta una forma máxima cuando quien habla se ve en la necesidad de arriesgar su propia vida. Platón, cuando va a ver a Dionisio el Viejo, le dice una serie de verdades que ofenden a tal punto al tirano que éste concibe el proyecto –no lo llevará a la práctica– de matar al filósofo. Pero Platón lo sabía y había aceptado el riesgo.. La parrhesía no sólo arriesga la relación entre quien habla y la persona a la que se dirige la verdad, sino que, en última instancia, hace peligrar la existencia misma del que habla, al menos si su interlocutor tiene algún poder sobre él y no puede tolerar la verdad que se le dice.

Con la salvedad de que la parrhesía puede organizarse, desarrollarse y estabilizarse en lo que cabría llamar un juego parresiástico. Porque aquel a quien el parresiasta dice esa verdad –trátese del pueblo reunido y que delibera sobre las decisiones que debe tomar, o del príncipe a quien hay que dar consejos, o del amigo a quien se guía– ese interlocutor, si quiere cumplir el papel que le propone el parresiasta, debe aceptarla, por ofensiva que sea para las opiniones de la asamblea, para las pasiones o los intereses del príncipe, para la ignorancia o la ceguera del individuo. El pueblo, el príncipe, el individuo deben reconocer que quien corre el riesgo de decirles la verdad tiene que ser escuchado. El juego de la parrhesía se establece a partir de esa suerte de pacto. La parrhesía es el coraje de la verdad en quien habla y asume el riesgo, pero es también el coraje del interlocutor que acepta recibir como cierta la verdad ofensiva.

La práctica de la parrhesía se opone al arte de la retórica. La retórica, tal como se la definía y practicaba en la Antigüedad, es una técnica, un conjunto de procedimientos que permiten al hablante decir algo que tal vez no sea en absoluto lo que piensa, pero que tendrá por efecto producir convicciones, inducir conductas, establecer creencias. La retórica no implica ningún lazo del orden de la creencia entre quien habla y lo que éste enuncia. Desde este punto de vista, la retórica es exactamente lo contrario de la parrhesía. El rétor puede perfectamente ser un mentiroso eficaz que obliga a los otros. El parresiasta, al contrario, será el decidor valeroso de una verdad.

A diferencia del rétor, el parresiasta no es un profesional. Y la parrhesía es algo distinto a una técnica o un oficio, aun cuando en ella haya aspectos técnicos. La parrhesía es una actitud, una manera de ser que se emparienta con la virtud, es una manera de hacer. Son procedimientos pero es también un rol, un rol útil, precioso, indispensable para la ciudad y los individuos.

* Extractado de El coraje de la verdad (Curso en el Collège de France, 1983-84), de reciente aparición (Ed. Fondo de Cultura Económica).


REFLEXIONES SOBRE LA NO VIOLENCIA - MOHANDAS KARAMCHAND GANDHI (EL "MAHATMA")

REFLEXIONES SOBRE LA NO VIOLENCIA
GANDHI

Presentación
  
Ahimsa, concepto hindú traducido habitualmente como no violencia y que es central en el pensamiento gandhiano, resume la vocación de absoluto respeto hacia toda entidad viviente, ya sea humana o animal, pues la vida es considerada como Una y Sagrada. Expandido y enriquecido a través de la historia, equivale a un estado moral que inhibe todo acto que pueda perjudicar a cualquier criatura.

Mohandas Karamchand Gandhi (18691948) no sólo llevó los principios de la ahimsa a su mayor expresión dinámica sino que la expandió hacia la sathyagraha (sostenimiento de la verdad, el resistir la ignominia mediante recursos no violentos). Ambos términos aparecen en todo su activismo político-espiritual enfocado en la lucha contra el dominador británico de la India. Sus alocuciones, escritos y plegarias los convocan sin cesar, como parte de una visión tras formadora de la realidad individual y social. En sánscrito, sathya significa "verdad" y toda la existencia de Gandhi fue una batalla por la conquista de la verdad.

Hacia 1947, en vísperas de la Independencia de la India -gestada, encarnada y universalizada por Gandhi sobre la base de postulados no violentos, lo cual le valió el calificativo de Mahatma (en sánscrito, "magnánimo")- los poderes de la Gran Bretaña en retirada impulsaron una partición territorial entre hindúes y musulmanes. La violencia irracional inmediata desembocó en el asesinato del Mahatma, maestro de sabiduría y compasión.
Abogado de profesión, formado en Londres, vivió y trabajó a fines del siglo pasado en África del Sur, donde ensayó sus primeros pasos de activismo político antitotalitario. Allí, la máxima autoridad era el general y filósofo Jan Christian Smuts -padre del pensamiento holístico- y durante los habituales arrestos del militante hindú, todo derivaba en grandes debates entre carcelero y prisionero, sobre filosofía en general y poesía en particular (especialmente Walt Whitman).
En el siglo XII de la era actual, el poeta hindú Hemacandra se refirió así a la ahimsa:
"La ahimsa es como una madre amante de todos los seres. Es como un caudal de néctar en el desierto de Samara, con una sucesión de nacimientos y renacimientos hasta que el alma alcanza finalmente la moksha. Es un paso de nubes de lluvia al bosque de fuego del sacrificio. La mejor hierva para sanar a los seres atormentados por la enfermedad. Ahimsa, llamada rueda perpetua de la existencia".

Es la piedra fundamental de toda la doctrina yóguica, que la considera como una purificación externa basada en el no causar dolor a otros ni siquiera con el pensamiento ni con la palabra ni con cualquier acción, en referencia a todo lo viviente.

El Mahatma Gandhi, líder nacionalista y reformador religioso, recibió un gran impacto intelectual causado por la obra literaria del pacifista ruso León Tolstoi y por la esencia del pensamiento cristiano. La secta fundamentalista que decidió su eliminación no le perdonó que defendiera a los "intocables" (casta Sudra de la India, considerada "sucia" y con la cual todo contacto es una profanación, según las clases "altas" hindúes), que promoviera la elevación de la edad para el casamiento o que proclamara el derecho de las viudas jóvenes a contraer matrimonio nuevamente.

La sathyagraha, decía Gandhi, "es la reivindicación de la verdad, no mediante el infligir padecimientos al contrincante sino sobre el propio ser". Tal activismo ascético exige ante todo un potente autocontrol, pues las "armas" que lo tornan sathyagrahi residen en el alma. Es una herramienta pacífica: cuando las palabras no alcanzan para convencer o disuadir al adversario, se recurre a la pureza, la humildad y la honestidad. No se trata de comprimir, convertir o aniquilar al oponente, sino de "redimirlo del error, mediante la paciencia y la simpatía". Hasta las últimas consecuencias.

Louis Fischer, biógrafo de Gandhi, resaltó que la sathyagraha "es el opuesto exacto de ese ojo por ojo, por ojo, por ojo que a la larga deja ciego a todo el mundo. No es posible introducirle nuevas ideas a un hombre si se le corta la cabeza, ni se infunde un nuevo espíritu a su corazón, clavándole una daga. Los actos de violencia crean amargura en los sobrevivientes y brutalidad en los destructores: la sathyagraha apunta a exaltar a ambas partes".

Con sus prolongados ayunos, con los actos de desobediencia civil frente a los soldados británicos o las fuerzas locales que cooperaban con el invasor (y el sobrellevar estoicamente la represión), o con el consejo de que los niños hindúes no asistieran a las escuelas inglesas, Gandhi corporizaba una integridad espiritual apuntada a vencer el mayor pecado de todos los siglos: la tentación del homicidio. El ejemplo de Gandhi inspiró al reverendo Martin Luther King (hijo) durante los años '60, en Estados Unidos, para la resistencia "pasiva" por los derechos civiles de los ciudadanos negros; también fue asesinado. En tal misión, la no violencia está siempre presente no como una política para la toma del poder sino para la restauración de la naturaleza humana real, único medio capaz de instaurar la plena justicia y un genuino orden social sin excluidos.
                                                                                                                        Miguel Grinberg

Deber Sagrado

La no violencia implica una autopurificación completa, tanto como resulte humanamente posible, del hombre para el hombre. La no violencia se encuentra en proporción exacta a la idoneidad -y no a la voluntad- de la persona no violenta para infligir violencia. El poder a disposición de la persona no violenta es siempre mayor que el que poseería si fuese violenta. En la no violencia no existe nada que sea derrota.

La no cooperación con el mal es un deber sagrado.


La adquisición del espíritu de no resistencia es cuestión de un largo entrenamiento en la abnegación y de la apreciación de los potenciales ocultos en nosotros mismos. Cambia la perspectiva de la propia vida... Es el potencial más poderoso porque es la expresión más elevada del alma.


La resistencia pasiva es una espada de múltiples virtudes. Se la puede usar de maneras distintas. Atrae bendiciones sobre quien la usa y también sobre aquel en quien se emplea. Sin derramar una sola gota de sangre, obtiene resultados extraordinarios. Es un arma que jamás se oxida y que nadie puede robar.


Necesidad cotidiana de la no violencia

Dejé que mis amigos dijeran que la verdad y la no violencia estaban fuera de lugar en la política o en las demás cuestiones temporales. Pero no comparto tal opinión. No utilizo esos métodos para asegurar mi salvación personal. Trato de recurrir a ese principio en todas las situaciones de mi vida cotidiana.

La no violencia no es una vestimenta que uno se pone y saca a voluntad. Su sede se encuentra en el corazón, y debe ser una parte inseparable de nuestro ser.

En nuestra condición actual -nos enseña la doctrina hindú- no somos más que mitad hombres. La parte inferior de nuestro ser todavía es animal. Sólo el dominio de nuestros instintos mediante el Amor puede sujetar a la bestia que existe en nosotros.

Qué se propone Gandhi

Si uno va a combatir el fetiche de la fuerza, será por medios totalmente distintos de los que están vigentes entre los puros adoradores de la fuerza bruta.

El fin que me propongo alcanzar, cueste lo que cueste, responde al término moksha, que es el desapego de todo vínculo terreno y la liberación del ciclo de las reencarnaciones. Se trata de la realización de uno mismo, con la visión de Dios cara a cara. Tiendo a este fin con todo mí ser, por medio de mi vida y de mis actos. Todo converge en ello: mis palabras, mis escritos y todos mis emprendimientos en el terreno político. Y bien, siempre estuve convencido de que lo que puede hacer uno de nosotros pueden hacerlo todos los demás. Por eso, en vez de actuar a escondidas, he emprendido mis experiencias a la vista de todo el mundo. Creo que eso no le quita nada a su valor espiritual. Es evidente que no se puede dar cuenta de ciertas cosas que sólo conocen uno mismo y su Creador.




Buda y Cristo

Creo en el mensaje de verdad que nos traen los fundadores de todas las religiones del mundo. Rezo sin cesar para no sentir jamás ningún resentimiento contra los que me calumnian y para que pueda morir con el nombre de Dios en los labios, aun cuando caiga víctima de un atentado. Que se me recuerde como un impostor, si en el último momento tengo alguna palabra de odio contra mi asesino.

Sin temor alguno, Buda emprendió la batalla contra sus enemigos y logró que capitulara una casta sacerdotal arrogante. Cristo echó del templo a los mercaderes y denostó a los hipócritas y fariseos. Aquellos dos grandes maestros eran partidarios de la acción directa y enérgica. Pero, simultáneamente, en cada uno de sus actos evidenciaron una bondad y un amor indiscutibles. No habrían alzado un solo dedo contra sus enemigos, prefiriendo mil veces morir antes que traicionar la verdad que vinieron a trasmitir. Buda habría muerto luchando contra los sacerdotes si la grandeza de su amor no se hubiera revelado igual que sus esfuerzos para reformarlos. Cristo murió en la cruz, coronado de espinas, desafiando al poder de todo un imperio. Si yo, a mi vez, opongo una resistencia de naturaleza no violenta, no hago más que seguir humildemente las huellas de esos grandes maestros


El credo de la no violencia.


El credo de la no violencia se basa en asumir que, en su esencia, la naturaleza humana es una sola y por lo tanto responde infaliblemente a los avances del amor... Para su éxito, la táctica no violenta no depende de la buena voluntad de los dictadores, pues el resistente no violento depende de la infalible asistencia de Dios que lo sustenta a través de las dificultades que, de otro modo, serían insuperables.

Con un entrenamiento apropiado y técnica adecuada, la no violencia puede ser practicada por masas humanas.

En la no violencia, las masas humanas tienen un arma que le permite a un niño, a una mujer e inclusive a un hombre decrépito, resistir exitosamente al gobierno más poderoso. Si tu espíritu es fuerte, la simple carencia de fortaleza física deja de ser una desventaja.

Nada justífica la violencia

Para alcanzar una victoria, no acepto el más mínimo acto de violencia... A pesar de mi simpatía y admiración por la nobleza de algunas causas, estoy completamente en contra de que se las defienda por métodos violentos. En consecuencia, no existe ningún acuerdo posible entre la escuela de la violencia y mis concepciones.

La primera condición de la no violencia es la justicia expandida a todo territorio de la vida. Quizás es esperar demasiado de la naturaleza humana. Sin embargo, no creo que sea así. Nadie debería dogmatizar sobre la capacidad de la naturaleza humana para la degradación o la exaltación.

La historia enseña que nos vemos agobiados por los males que sufren los vencidos cuando son oprimidos brutalmente, aun con las mejores intenciones, cuando se encuentran bajo el fardo de la miseria.


A la dignidad humana se la preserva mejor no mediante el desarrollo de la capacidad para manejar la destrucción, sino por el rehusarse a la represalia. Es posible entrenar a millones en las oscuras artes de la violencia, lo cual viene a ser la ley de la bestia. Resulta más factible capacitarlos en las artes claras de la no violencia, que es la ley del hombre regenerado.


La ley del hombre regenerado


La no violencia actúa de manera altamente misteriosa. Frecuentemente, en los términos de la no violencia, los actos de un hombre se resisten a todo análisis. También resulta frecuente que sus actos tengan la apariencia de violentos, a pesar de ser él totalmente no violento en el sentido más elevado de la palabra; su postura se verá confirmada tarde o temprano.

El primer principio de la acción no violenta consiste en no cooperar con cualquier cosa que sea humillante.

La única virtud que procuro reivindicar es la verdad y la no violencia. No pretendo asumir ningún poder sobrehumano. No sabría qué hacer con él. Soy de carne y hueso como el más pequeño de mis semejantes; débil y falible como cualquier hombre. Los servicios que practico están muy lejos de ser perfectos; pero hasta ahora, Dios ha querido bendecirlos, pese a sus deficiencias.

Incapacidad para odiar

La no violencia, que es una cualidad del corazón, no puede surgir mediante una apelación al cerebro.

Me considero incapaz de odiar a nadie. Hace más de cuarenta años que, gracias a la oración y a un prolongado trabajo sobre mí mismo, no he sentido odio hacia nadie. Advierto perfectamente que es una confesión presuntuosa, pero la hago con plena humildad. Al mal sí lo odio con todas mis energías. Siento horror por el régimen que los británicos han establecido en la India. Odio la manera despiadada con que se explota a nuestro país... Pero no siento ningún odio por los ingleses que nos oprimen, ni por los hindúes que no tienen piedad con sus hermanos. Procuro reformarlos con la ayuda de todos los medios que el amor pone a mi disposición.



La independencia de la India

Los responsables de nuestra sujeción no son tanto los fusiles británicos como nuestra colaboración voluntaria.


La independencia de mis sueños significa Ramarajya, o sea, el Reino de Dios en la tierra... La independencia debe ser política, económica y moral. "Político" quiere decir: remoción del control del ejército británico. "Económico" significa libertad entera respecto de los capitalistas británicos y del capital, pero también de sus contrapartes hindúes. "Moral" significa libertad de las fuerzas armadas de defensa.

La simple retirada de los ingleses no es sinónimo de independencia. Esta palabra significa la toma de conciencia por parte de cada aldeano, de que es artífice de su propio destino y de que, por medio de su representante, es su propio legislador.


Proclamo ser un apasionado buscador de la verdad, que no es más que otro nombre para Dios. En el transcurso de esa búsqueda vino hacia mí el descubrimiento de la no violencia. Su expansión es mi misión en la vida. No tengo otro interés en el vivir, salvo la consumación de esa misión.


Misión en la vida


Mi alma resistirá todo reposo mientras asista impotente a un solo sufrimiento o a una sola injusticia. Pero débil, frágil y miserable como soy, no sabría remediar todos esos males y no podría en adelante lavarme las manos. El espíritu me tironea desde un lado, y la carne desde el otro. La libertad emana de la acción conjunta de esas dos fuerzas; pero sólo se llega a ella lentamente, tras prolongadas etapas y penosas dificultades. No conseguiré la libertad por medio de una negativa sistemática a actuar, sino por una acción reflexiva y llevada a cabo en medio de un completo desprendimiento. Esta lucha lleva constantemente a una crucifixión de la carne para dar mayor libertad al espíritu.

Jesús redentor del mundo


Jesús habría vivido y muerto en vano si no nos hubiera enseñado a regular la totalidad de la vida mediante la eterna ley del amor.

Jesús fue tal vez el más activo resistente que se haya conocido en la historia. La suya fue no violencia por excelencia.

Jesús, un hombre que era completamente inocente, se ofreció a sí mismo por el bien de otros, incluidos sus enemigos, y se volvió la redención del mundo. Fue un acto perfecto.


Quien encuentra la muerte sin dar un solo golpe, cumple con su deber en un ciento por ciento. El resultado está en las manos de Dios.


No corro tras el martirio. Pero lo habré de merecer si se me presentase como la consecuencia suprema del testimonio que hay que dar a veces para defender la fe.

Ningún hombre, si es puro, tiene algo más precioso que ofrendar que su propia vida.

No quiero renacer. Si ello debiera suceder, me gustaría encontrarme entre los agobiados intocables hindúes, para compartir sus preocupaciones, sus sufrimientos y las afrentas que les asestan. De ese modo, tal vez se me ofreciese la ocasión de liberarlos y liberarme de esa miserable condición.

La no violencia es para todos


A nadie le pido que me siga. Cada cual debe seguir su propia voz interior.

La no violencia es un instrumento al alcance de todos: niños, jóvenes o adultos, con tal que crean efectivamente en el Dios del Amor y extraigan de esa fe un amor igual para con todos. Si se acepta la no violencia como ley de vida, afectará a todo el ser y no apenas a unas cuantas acciones aisladas.

Una revolución no violenta no es un programa para la toma del poder. Es un programa para la trasformación de las relaciones, de modo tal que se desemboca en una trasferencia pacífica del poder


Servir a la India

Estoy dispuesto a sacrificarlo todo por mi país, excepto dos cosas y solamente esas dos: la verdad y la no violencia. Por nada del mundo las sacrificaría por cualquier otra ventaja. Porque para mí, la verdad es Dios y no existe ningún otro medio para encontrarla que seguir el sendero de la no violencia. Me niego a servir a la India a costa de la verdad o de Dios. Pues quien empieza por sacrificar la verdad termina traicionando a su país y abandonando inclusive a sus propios padres y a los seres más queridos por su corazón.

Aspiro a que en los niños se desarrollen las manos, el cerebro y el alma. Las manos casi han quedado atrofiadas; y también el alma ha quedado muchas veces en algún rincón.

Si la no violencia no apela a tu corazón, deberías desecharla.

Los hombres se encuentran ante una encrucijada: tienen que elegir entre la ley de la jungla y la ley de la humanidad.

No alimentar el odio

La no violencia alcanza toda su eficacia cuando extrae su fuerza del espíritu. La no violencia que no requiere más que la participación del cuerpo es propia de los débiles y de los cobardes. Y entonces resulta absolutamente inoperante. Si guardamos en nuestro interior el veneno del odio, asegurando que no queremos vengarnos, nuestro veneno se vuelve contra nosotros y nos conduce a la perdición. Si no tenemos un amor fuerte y generoso, por lo menos deberemos evitar que nuestro odio sea alimentado, para no soportar las terribles consecuencias de una falta de violencia meramente física.

La no violencia no puede ser predicada. Debe ser practicada.

Si aspiramos a ser no violentos, debemos desear que aquello que tenemos no supere lo que tienen los más desprotegidos del mundo.

No podría vivir un solo segundo, sin religión. Muchos hombres políticos, amigos míos, pierden su esperanza en mí porque dicen que hasta mi política está inspirada en la religión. Es cierto. Todas mis actividades políticas y de cualquier otro tipo se explican, efectivamente, por mi religión. Incluso me atrevería a decir que todos los actos de un hombre religioso tienen que inspirarse en su religión. Esta palabra, en verdad, pone el acento en el vínculo que nos religa a Dios. Pues bien, ¿no es él quien reina en nuestro más pequeño soplo?



Vivir en actitud religiosa

No concibo la religión como una de las tantas actividades del hombre. La propia actividad puede hacerse con un espíritu religioso o irreligioso. Mi concepción de la religión no tiene por qué hacerme abandonar la política. Para mí, el más pequeño de mis actos está regulado por lo que considero que es mi religión.

La no violencia es la fuerza más grande que la humanidad tiene a su alcance. Es más poderosa que el arma más destructiva inventada por el hombre. La destrucción no corresponde en nada a la ley de los hombres. Vivir libre es estar dispuesto a morir, si es preciso, a manos del prójimo, pero nunca a darle la muerte. Sea cual fuere el motivo, todo homicidio y todo atentado contra la persona es un crimen contra la humanidad.


La verdad

El primer paso hacia la no violencia es resolver con firmeza que toda la falsedad y la violencia deben ser para nosotros un tabú, sea cual fuere el sacrificio que ello nos demande.

La verdad reside en el corazón de todo hombre. Allí es donde hay que buscarla para ser guiados por ella, tal como, al menos, se nos presente. Sin embargo, no tenemos derecho a obligar a los demás a obrar según nuestra propia manera de ver la verdad.
Es preciso distinguir entre el hombre y sus actos. Puede pensarse muy bien en una oposición y en un ataque a un sistema. Pero querer atacar directamente al autor de ese sistema equivale a querer emprender un ataque contra uno mismo. ¿Dios no nos ha hecho idénticos? ¿No somos todos hijos de un mismo y único Creador? Y en cuanto tales, ¿por qué nos vamos a atrever a afirmar que los poderes divinos que hay en nosotros son infinitos? Violentar a un solo ser humano es profanar esos poderes divinos y perjudicar no sólo a ese adversario sino, a través de él, a toda la humanidad.

Confrontación de las virtudes

Sé que el progreso de la no violencia es aparentemente un progreso muy lento. Pero la experiencia me ha enseñado que es el camino más acertado para una meta común.

En cualquier hombre, las virtudes de la misericordia, la no violencia, el amor y la verdad sólo pueden ser auténticamente puestas a prueba cuando se confrontan con la crueldad, la violencia, el odio y la falsedad.

La no violencia es un principio universal que debe triunfar inclusive en la adversidad. Su eficacia puede medirse precisamente cuando hay que enfrentarse con un ambiente hostil. Nuestra no violencia no conduciría a nada si su éxito tuviera que depender de la buena voluntad de las autoridades que nos gobiernan.

Es injusto todo orden económico que ignore o que desprecie los valores morales. El hecho de extender la ley de la no violencia al terreno de la economía significa nada menos que considerar los valores morales en la fijación de las reglas del comercio internacional

Amor por la humanidad

Adoptar el principio de la no violencia obliga a separarse de toda forma de explotación.

Mi vida constituye un todo indisoluble: un mismo vínculo es el que enlaza cada una de mis acciones. Todas ellas tienen su fuente en un amor inextinguible por la humanidad.

Sólo Dios conoce la mente de una persona; y el deber de un hombre de Dios es proceder tal como lo indica su voz interna. Proclamo que acciono de acuerdo con ella.

Quienes se sientan atraídos por la no violencia debieran, según sus dones y sus oportunidades, unirse al experimento.

Creo que la verdadera democracia sólo puede ser resultado de la no violencia. No se puede organizar ninguna federación mundial salvo si su estructura tiene como base la no violencia. En tal caso, habrá que renunciar a toda violencia en los asuntos internacionales.





El estado no violento

Un estado no violento deber tener una base amplia fundada en la voluntad de un pueblo inteligente, capaz de conocer su mente y actuar de acuerdo con ella.

La ahimsa (no violencia) es uno de los mayores principios del mundo que ninguna fuerza de la tierra puede erradicar. Millares como yo pueden morir reivindicando el ideal, pero la ahimsa jamás morirá. Y el evangelio de la ahimsa puede expandirse sólo a través de creyentes que mueren por la causa.

No tengo nada de visionario. No tengo ninguna pretensión de santidad. Soy un ser terrenal y con los pies en la tierra. Me siento inclinado a las mismas debilidades que ustedes. Pero he visto el mundo. He vivido con los ojos bien abiertos. He atravesado las pruebas más duras que pueden sacudir a un hombre. Y eso es lo que me ha formado.

La  caridad

    La ahimsa es imposible sin caridad; no sucede, salvo que se esté embebido de caridad. Sólo quien se siente uno con su oponente puede recibir sus golpes como si fueran flores. Inclusive ese hombre, si Dios lo favorece, puede realizar la obra de mil. Eso requiere energía del alma -coraje moral- de la especie más elevada.

No hay ninguna valentía mayor que la de negarse hasta el fin a doblar la rodilla ante un poder terrenal, sea cual fuere su grandeza, haciéndolo sin agresividad alguna, con la fe cierta en que es el espíritu -y sólo él- lo que vive.

Un reformador no tiene que navegar a favor de la corriente. Muy a menudo debe navegar en contra de ella, aunque eso le cueste la vida.

Ya atentaron varias veces contra mi vida. Hasta ahora Dios me ha librado y mis agresores se han arrepentido de haber obrado de esa manera.

Cómo concretar la libertad

Si alguno tuviera que matarme, creyendo que se libraba de un canalla, no habría matado al verdadero Gandhi sino a otro que él se imaginó por equivocación.

Si la libertad tiene que concretarse, debe ser obtenida mediante nuestra fortaleza interna, mediante nuestras filas compactas, mediante la unidad entre todos los sectores de la comunidad.

La vida es una aspiración a la perfección, a la realización de sí mismo. No hay que rebajar ese ideal, por culpa de nuestras debilidades o nuestras imperfecciones. Las mías las tengo muy presentes y me llenan de desconsuelo. Todos los días le suplico silenciosamente a la verdad que venga en mi ayuda para librarme de ellas.


La ahimsa no es el devoto que actúa con su propia fuerza. La fortaleza proviene de Dios... Nunca me he atribuido la menor potencialidad.

El `gandhismo" no existe

La no violencia es imposible sin la autopurificación.

No obedezco más que a la verdad. Ella sola es el objeto de mi entrega.

No existe el "gandhismo" ni quiero que se constituya una secta después de mí. No pretendo ni mucho menos haber sido el origen de una nueva doctrina. Lo único que he querido ha sido aplicar, a mi manera, unos principios de valor eterno para los problemas de nuestra vida cotidiana... Mis opiniones y conclusiones no son definitivas. Puede aportárseles cualquier modificación, de un día para otro. No tengo nada nuevo que enseñar al mundo. La verdad y la no violencia carecen de edad. He intentado simplemente poner en práctica, con unos cuantos procedimientos experimentales, esas virtudes, a una escala tan amplia como me ha sido posible.

La vida es una aspiración. Nos impulsa a buscar la perfección, con todas nuestras fuerzas. Nuestras debilidades y limitaciones no nos autorizan a rebajar ese ideal. El que liga su destino con la ahimsa, ley del amor, ayuda a vencer las fuerzas de la destrucción y a hacer progresar las fuerzas de la vida y del amor. Por el contrario, quien sólo sueña con la violencia, deja sueltas todas las energías maléficas que siembran la muerte y el odio.

Energías benéficas y maléficas


Conozco el sendero. Es estrecho y sin rodeos, como el filo de una espada. Me lleno de gozo cada vez que avanzo por él y me agobio cuando doy un paso en falso. Según la palabra de Dios, "quien lucha sin descanso tendrá la vida eterna". Tengo fe implícita en esta promesa. Es verdad que he caído mil veces por culpa de mi debilidad, pero sigo manteniendo la esperanza de ver la luz, el día en que la carne quede perfectamente rendida.

De un mal nace, muchas veces, un bien. Pero esto depende de Dios, no del hombre. El hombre tiene que saber sencillamente que el mal viene del mal. Lo mismo que el bien, por su parte, se explica por el bien. La lección que hay que sacar de esta tragedia de la bomba atómica es que no nos libraremos de su amenaza fabricando otras bombas todavía más destructoras, puesto que la violencia no es capaz de hacer desaparecer la violencia. La humanidad no puede librarse de la violencia más que por medio de la no violencia. Sólo el amor es capaz de vencer al odio. Responder al odio con el odio equivale a agravar más todavía sus efectos.



El mal viene del mal

El no violento tiene que disponerse a los sacrificios más exigentes, para superar el miedo. No se pregunta si va a perder su casa, su fortuna o su vida. Hasta que no supere toda aprensión, no podrá practicar la ahimsa en toda su perfección. El único temor que conserva es el de Dios. El que busca refugio en Dios no tarda en vislumbrar el Atman (alma o ser trascendental) que trasciende el cuerpo. Y es entonces cuando no hay nada que nos ate al cuerpo. Por consiguiente, según se entrene uno en la violencia o en la no violencia, tendrá que apelar a técnicas diametralmente opuestas. La violencia es necesaria para proteger los bienes temporales. La no violencia es indispensable para asegurar la protección de nuestro honor y del Atman.

Este sorprendente siglo

En este siglo lleno de sorprendentes inventos, nadie puede decir que una cosa o una idea carezca de valor por el hecho de ser nueva. Afirmar que una empresa es imposible, por ser difícil, sería obrar en contra del espíritu de nuestra época. Todos los días vemos realizarse cosas que no podían imaginarse el día anterior. Lo imposible no cesa de ceder terreno a lo imposible. En el campo de la violencia, los más recientes descubrimientos son especialmente asombrosos. Pero estoy seguro de que todavía se harán descubrimientos más maravillosos en el terreno de la no violencia.

Es tan estrecho el vínculo entre el cuerpo y el espíritu que, cuando uno de los dos pierde el equilibrio, todo el sistema sufre las consecuencias. Por consiguiente, para estar sano en el verdadero sentido de la palabra, hay que ser muy puro. Los malos pensamientos y las pasiones desordenadas no son más que formas diversas de enfermedad.

Por ejemplo, no es que yo sea incapaz de encolerizarme, pero casi siempre he logrado dominarme. Puedo dejarme sorprender, pero siempre procuro de forma consciente y deliberada seguir siendo fiel continuamente a las exigencias de esos combates interiores. Cuanto más me esfuerzo en ello, más gozo tengo de vivir. Es la prueba de que esa ley está en conformidad con el plan del universo. Encuentro allí una paz y un sentido de los misterios de la naturaleza, que desafían toda descripción

El gozo de vivir

Si soy un verdadero maestro de la ahimsa, estoy seguro de que pronto dejarás a tu maestro. Si eso no sucede, sólo significará que soy un maestro incompetente. Pero si mi enseñanza fructifica, habrá maestros de la ahimsa en cada hogar.

En la no violencia pueden existir vetas de violencia. El esfuerzo constante del devoto, hacia la no violencia, consiste en purgarse del odio por el así llamado "enemigo". Eso de disparar un arma por amor, no existe.

Para un creyente en la ahimsa resulta permisible y hasta constituye, un deber, distinguir entre el agresor y el defensor. Habiéndolo hecho así, se alineará con el defensor, de un modo no violento, o sea, dará su vida para salvarlo.








Paz en la familia


El mejor campo para una operación de no violencia es la familia o la institución considerada como familia. La no violencia entre los miembros de tales familias debería ser fácil de practicar. Si eso falla, significa que no hemos desarrollado capacidad para la no violencia pura.

Existe un prejuicio natural contra el ayuno (huelga de hambre) como parte de la lucha política. El político común la considera como una interpolación vulgar, aunque siempre ha sido un recurso de los prisioneros. Mis propios ayunos estuvieron siempre estrictamente de acuerdo con el programa de la sathyagraha; bajo ciertas circunstancias, su "arsenal" representa el arma más grande y más efectiva. No cualquiera está calificado para emprenderlo sin un curso preparatorio adecuado.

El ayuno no puede ser emprendido mecánicamente. Es algo poderoso, pero se vuelve peligroso si se maneja incompetentemente. Requiere una purificación completa de sí mismo, mucho mayor de la que hace falta cuando se enfrenta la muerte, aunque el impulso de represalia sea mental.


Infalibilidad de la ahimsa


La ahimsa es siempre infalible. Por lo tanto, cuando parece haber fallado, la falla se debe a la ineptitud del devoto.

Nuestra no violencia continúa siendo todavía un asunto confuso. Sin embargo, ahí está y sigue funcionando como un fermento, de manera invisible y silenciosa, poco entendida por la mayoría. Pero es la única manera.

Diariamente pagamos un precio muy elevado por el error inconsciente que hemos cometido al confundir la resistencia pasiva con la no violencia.

Puede asegurarse que un conflicto fue solucionado según los principios de la no violencia si no deja ningún rencor entre los enemigos y los convierte en amigos. Pude experimentar lo en Sudáfrica, con el general Smuts. Enemigo irreductible al comienzo, actualmente es mi amigo más cordial.





Todo nace de la acción

En este mundo no se ha hecho nunca nada que no se deba a la acción. Rechazo la expresión "resistencia pasiva" porque no traduce por completo la realidad y podría verse en ella el arma de los débiles.

La no violencia es mi credo. Jamás lo fue del Congreso hindú. Para el Congreso fue siempre una política.


La ley de la sathyagraha requiere que un hombre, sin armas y sin ningún otro recurso para encontrar una solución, cumpla el sacrificio supremo inmolando su propio cuerpo.

No soy otra cosa que un humilde explorador de esa ciencia que se llama no violencia. Sus profundidades insondables no dejan de llenarme de confusión y de maravilla, igual que a mis demás compañeros de investigación.


No violencia no es cobardía

Mi fe en la no violencia me da mucha fortaleza para obrar. Hay que rechazar por completo toda cobardía y hasta la más pequeña debilidad. No es posible esperar que un cobarde se convierta en no violento, pero sí cabe esperar esto de un violento. Por eso, nunca lo repetiré bastante: si no sabemos defender por nosotros mismos a nuestras esposas y nuestros templos, recurriendo a la fuerza que brota de la renuncia; o sea, si no somos capaces de no violencia, debemos por lo menos, si somos hombres, atrevernos a emprender la lucha para defendernos.

Quien no puede protegerse a sí mismo ni proteger a sus seres más cercanos y más queridos, o su honor, enfrentando la muerte mediante la no violencia, debe y tiene que hacerlo encarándose violentamente con el opresor. Quien no puede hacer una de ambas cosas, resulta una carga.

La no violencia no es una pantalla para la cobardía sino que es la virtud suprema del valiente... La cobardía es enteramente incompatible con la no violencia... La no violencia presupone la capacidad de golpear.

No violencia no es cobardía

La ahimsa es un atributo de los bravos. La cobardía y la ahimsa no van juntos mucho más de lo que van el agua y el fuego.

Permitir que, en nombre de la ahimsa, los cultivos sean comidos por los animales, mientras existe una hambruna, es por cierto un pecado.

En la sathyagraha, la causa tiene que ser tan justa y clara como los medios.


Si la gente no está preparada para ejercitar la no violencia de los valientes, debe estar preparada para el uso de la fuerza como autodefensa. No tiene que haber disimulo alguno... Jamás debe ser secreta.

En el diccionario de la sathyagraha, la palabra "enemigo" no existe.

En un punto secreto de mi corazón, estoy en perpetua polémica con Dios porque permite que prosigan cosas como la guerra. Mi no violencia parece casi impotente. Pero al final de la discusión cotidiana viene la respuesta: ni Dios ni la no violencia son impotentes. La impotencia está en los hombres. Debo seguir intentándolo sin perder la fe, aunque me destroce en el intento.


La falla no está en la no violencia

La violencia de los motines populares no significa que la no violencia haya fallado. Lo mejor que podría decirse es: no encontré todavía la técnica requerida para la conversión de la mente masiva.

No tengo deseos de vivir, si la India se sumerge en un diluvio de violencia, como amenaza hacerlo. Estoy en el medio de las llamas. Que el fuego no me consuma, ¿es la bondad de Dios o es su ironía ?

Si no tengo nada que ver con la violencia organizada que promueve el gobierno, tampoco tengo nada que ver con la violencia desorganizada del pueblo. Antes que verme en la necesidad de elegir entre las dos, preferiría más verme aplastado por alguna de ellas.


Cuando la ahimsa sea universal


Mi fe es tan poderosa como siempre lo fue. Es bastante posible que mi técnica tenga fallas... A mis consejeros puedo decirles que deberían tener paciencia conmigo hasta que compartan mi creencia de que no hay esperanza para el doliente mundo salvo a través de la angosta y recta senda de la no violencia. Millones como yo podrían fallar en probar la verdad en sus propias vidas; ese sería apenas su fracaso, jamás el de la ley eterna.

Cuando la práctica de la ahimsa se vuelva universal, Dios reinará en la tierra así como lo hace en los cielos.

Tal vez sea un error describir mi actual estado mental como depresión. No soy lo suficientemente vano como para pensar que el propósito divino sólo puede realizarse a través de mí. Podría ser que haga falta un instrumento más eficaz para llevarlo a cabo o que yo no sea lo suficientemente bueno para representar a una nación débil o a una fuerte. ¿No será que para el propósito final hará falta un hombre más puro, más corajudo, más visionario? Esto es pura especulación. Nadie tiene la capacidad de juzgar a Dios. Somos gotas en ese ilimitado océano de misericordia.

La ley de la especie humana

La no violencia es la ley de nuestra especie, por la misma razón que la violencia es la ley de los brutos. En el hombre brutal todavía no se ha despertado el espíritu: no conoce más ley que la fuerza física. La dignidad humana exige que el hombre se refiera a una ley superior que haga vibrar la fuerza del espíritu.

No se puede ser genuinamente no violento y permanecer pasivo ante las injusticias sociales.

Tengo la firme certeza de que la ética constituye la base de todo y tiene como sustancia la verdad. Por otra parte, asumí la verdad como mi único objetivo. Día tras día aumentaba su importancia ante mis ojos, mientras le otorgaba a esa palabra un significado cada vez más profundo.

Resulta imposible identificarse con todo lo viviente, sin una purificación personal. Si uno no se purifica, es inútil y quimérico observar la ahimsa. Si uno no es puro de corazón, nunca podrá realizar a Dios. Dicha purificación debe ejercerse en todos los planos. Y entonces, gracias a su virtud eminentemente contagiosa, conduce a una purificación de todo lo que nos rodea.


La ley suprema


Considero que la no violencia no tiene nada de pasivo. Todo lo contrario: es la potencialidad más activa del mundo... Es la ley suprema. En los términos de la no violencia nunca encontré alguna situación que me haya desconcertado por completo. En algún momento, siempre se presentó el remedio.


No me propongo solamente liberar a la India del yugo inglés. Estoy empecinado en liberarla de todas las formas de esclavitud que pesan sobre ella. No tengo deseo especial alguno de cambiar un rey inútil por un rey que nos explote. Por eso he creado el movimiento de swaraj (autonomía), en el que a cada uno se le exige que se purifique interiormente.

La genuina moralidad consiste, no ya en seguir caminos trillados sino en encontrar por nosotros mismos el verdadero camino que nos conviene, y en seguirlo de modo intrépido.


Dios se revela cotidianamente

No he tenido ninguna revelación especial de la voluntad de Dios. Estoy íntimamente persuadido de que todos los días se nos revela, pero bloqueamos los oídos para no escuchar esa vocecita calma; cerramos los ojos para no ver ante nosotros esa columna de fuego.

Los profetas y los avatares predicaron igualmente, más o menos, el valor de la ahimsa. Ninguno de ellos fue pregonero de la violencia... ¿Cómo podría ser de otra manera? La violencia no es de esas cosas que requieren enseñanza. En cuanto animal, el hombre es violento; pero en cuanto espíritu, es no violento. Apenas empieza a despertar a las exigencias de ese espíritu que habita en él, le resulta imposible continuar siendo violento: o bien evoluciona en el sentido de la ahimsa, o camina hacia su destrucción. Por eso, los profetas y los avatares exaltaron los méritos de la verdad, de la armonía, de la fraternidad, de la justicia y de otros muchos atributos de la ahimsa.

Lo que debe prevalecer

La luz que hay en mí brilla con todo su esplendor, sin desfallecer jamás. No hay ninguna salida posible, fuera de la verdad y de la no violencia. Sé que la guerra es un mal, un crimen que no admite excusas. Sé igualmente que debe ponerse todo el empeño en que no reaparezca este azote de la humanidad. Estoy convencido de que una libertad obtenida por medios poco honrados o gracias a la sangre de los demás, no es libertad... Ni la falta de la verdad ni la violencia, sino únicamente la no violencia y la verdad pueden responder a la ley de nuestro ser.

Me siento ligado a la India con todo mi ser. Se lo debo todo. Pero estoy convencido de que tiene una misión que cumplir. No debe imitar a Europa de una manera ciega. Si un día la India se colocara deliberadamente entre los violentos, ese día comenzaría mi calvario. Mi religión no conoce fronteras geográficas; está por encima del amor que siento por la India. Si mi vida está consagrada al servicio de la India es porque esta exigencia deriva de la religión de la no violencia, que está en la fuente del hinduismo.

Ahímsa y himsa

La verdadera moral es inseparable de la auténtica religión. Esta es a aquella, lo que el agua a la semilla oculta en la tierra.

Himsa es causar dolor o matar a cualquier forma de vida, por ira, con fines egoístas o con la intención de dañar. Abstenerse de ello es ahimsa o no violencia.

Ahimsa es un atributo del alma y, por consiguiente, debe ser practicada por todos en todas las instancias de la vida. Si no se la puede practicar en cada uno de los planos vitales, su validez práctica resulta inexistente.

La no violencia es un estado perfecto. Es una meta hacia la cual se dirige la humanidad, de modo natural pero inconsciente. El hombre no se vuelve divino por personificar la inocencia: en tal caso sólo se convierte realmente en hombre.

Poseer armas implica un elemento de temor, y hasta de cobardía. Pero la genuina no violencia es imposible si no se posee una intrepidez inalterable


Las armas y la cobardía

La no violencia y la cobardía se excluyen mutuamente. Imagino con facilidad a un hombre armado hasta los dientes, pero sin valentía alguna. El hecho de poseer un arma supone cierto miedo, por no decir cierta cobardía. Si no hay genuina intrepidez, tampoco hay auténtica no violencia.

Llamarme asceta es un error. Los ideales que regulan mi vida son los que en general acepta la humanidad. Llegué a ellos por una evolución gradual. Cada paso fue pensado, reconsiderado y emprendido con la máxima deliberación. Tanto mi continencia como mi no violencia tuvieron como punto de partida mi experiencia personal y se volvieron necesarias para responder a las exigencias del deber público.

La no violencia tiene éxito solamente cuando tenemos una fe vivida en Dios.

`La vida alimenta a la vida"

La tolerancia está implícita en la no violencia. No somos otra cosa que unos pobres mortales, expuestos a las contradicciones de la violencia. En el dicho "la vida alimenta a la vida" hay un significado muy profundo. El hombre no puede vivir un solo momento sin cometer -consciente o inconscientemente- una violencia física. El hecho de comer, beber, vivir, caminar, lleva necesariamente consigo la destrucción de ciertas formas de vida, por muy pequeñas que sean.

El mayor error es creer que no hay ninguna relación entre el fin y los medios. Esa equivocación ha hecho cometer crímenes innumerables a  personas que eran consideradas como religiosas. Es como si pretendiesen que de una mala hierba brotara una rosa. El único medio para atravesar el océano es un barco. Si, en su lugar, toman un coche, no tardarán en hundirse.

Según una máxima digna de consideración, "el discípulo toma como modelo al Dios que adora". Se ha trastocado el sentido de estas palabras y se ha caído en el error. Los medios son como la semilla y el fin como el árbol. Entre el fin y los medios hay una relación tan ineludible como entre el árbol y la semilla.


El poder político

Para mí, el poder político no es un fin, sino uno de los medios que permite a los hombres mejorar sus condiciones de vida en todos los planos. El poder político es lo que permite dirigir los asuntos de un país, por medio de los delegados de la nación. Si las ruedas del engranaje de la vida nacional alcanzasen tal grado de perfección que les permitiese funcionar automáticamente, no sería necesario tener delegados. Sería entonces un estado de anarquía ilustrada. En ese país, cada uno sería su propio amo. Se dirigiría a sí mismo, sin molestar para nada a sus vecinos.

Soy un simple aprendiz. No poseo erudición profunda. Acepto la Verdad donde quiera que se encuentre, y trato de vivir de acuerdo con ella.

En nuestro estado actual somos en parte hombres y en parte bestias. En nuestra ignorancia, que llega inclusive a la soberbia, sostenemos que cumplimos acabadamente el fin de nuestra especie cuando devolvemos golpe por golpe, y desarrollamos la ira requerida por dicho propósito. Suponemos que la represalia es la ley de nuestro ser, pero en ninguna escritura encontramos que la venganza sea obligatoria sino que apenas es permisible. Lo obligatorio es la restricción.



La ley de nuestro ser

Observo con gran temor un incremento del poder político del estado, porque aun cuando aparentemente actúe bien reduciendo la explotación, le causa un enorme daño a la humanidad pues destruye la individualidad que existe en la raíz de todo progreso.

El estado ideal es aquel en que no hay ningún poder político, en virtud de la desaparición del estado. Pero en la vida nunca se realiza por completo el ideal. De ahí la afirmación tan conocida de Thoreau, de que el mejor de los gobiernos es aquel que gobierna menos.

En mi condición del cobarde que fui durante años, yo albergaba violencia; sólo comencé a apreciar la no violencia cuando pasé a despojarme de esa cobardía. Todo hombre que profese la no violencia nada puede hacer excepto por la gracia de Dios. Sin ella, no tendría el coraje de morir sin ira, sin temor, sin ánimo de venganza.

No violencia y cobardía


Para que sea civil, la desobediencia tiene que ser sincera, respetuosa, mesurada y carente de cualquier recelo. Debe apoyarse en principios muy sólidos, no verse jamás sometida a caprichos y, sobre todo, no dejar que la dicte nunca el rencor o el odio.

En la democracia que imagino -una democracia establecida por la no violencia- habrá idéntica libertad para todos. Cada cual será su propio amor

Si me postro ante Satanás, no hay nada que me autorice a esperar los resultados que Dios concede a quienes lo adoran. Habría que considerar una locura peligrosa la idea de que uno dijera: "Tengo intención de adorar a Dios; poco importa si, para ello, recurro a la ayuda de Satanás. Se recoge exactamente lo que se siembra".

La mejor alianza

La religión de la no violencia consiste en brindarles a todos los demás el máximo de comodidad con el máximo de incomodidad para nosotros, aun a riesgo de nuestras vidas.


Debemos elegir entre aliarnos con las fuerzas del mal o con las fuerzas del bien. Rezarle a Dios no es más que una alianza sagrada entre Dios y el hombre. Alianza por medio de la cual el hombre consigue librarse de las garras del príncipe de las tinieblas.

La auténtica moralidad consiste, no ya en seguir caminos trillados, sino en encontrar por nosotros mismos el verdadero camino que nos conviene y en seguirlo de manera intrépida.

La vida humana es una serie de responsabilidades: no siempre es sencillo llevar a la práctica lo que fue discernido como verdad. No soy más que un humilde pionero de la ciencia de la no violencia. Su profundidad oculta me causa escalofríos a veces, así como hace temblar a mis compañeros de tareas.


Error y verdad



Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en él. Tampoco una verdad puede convertirse en error cuando nadie adhiere a ella.


En el cielo, el sol llena el universo entero con su calor vivificante; pero, si alguien tratase de aproximarse a él, sería reducido a cenizas. Es lo que ocurre en referencia a la Divinidad: nos volvemos semejantes a Dios a medida que practicamos la no violencia. Pero jamás podemos volvernos totalmente iguales a Dios.

Cuando admiro lo maravilloso de una puesta del sol o la luminosa belleza de la luna, mi alma se expande en la adoración del Creador. Trato de  discernirlo con su perfección en todas sus criaturas. Pero tanto la puesta como la salida del sol me significarían obstáculos si no me ayudasen a pensar en Dios. Todo lo que impide que el alma alce vuelo es ilusión, trampa. Nuestro cuerpo también, muchas veces, resulta un estorbo para nuestro rumbo hacia las alturas.

El mundo de la no violencia

En la autonomía basada en la no violencia, nadie será enemigo de nadie, cada cual contribuirá en su medida al bienestar común. Todos sabrán leer y escribir, y sus saberes aumentarán días tras día. La enfermedad y los males estarán reducidos a un grado mínimo. Nadie será indigente y el trabajador siempre encontrará empleo. Bajo tal gobierno no habrá lugar para el juego por dinero, la bebida, la inmoralidad ni el odio clasista.

Jamás se realizarán suficientes experiencias y sacrificios para alcanzar el grado de perfecta armonía con la naturaleza. Infortunadamente, en nuestros días la corriente va en sentido contrario, con una fuerza tremenda. No se vacila en sacrificar montones de vidas para rodear de comodidades y de obsequios a un cuerpo perecedero, o para prolongar durante algunos instantes su efímera existencia. De este modo, condenamos nuestro cuerpo y nuestra alma a la perdición.


Qué provoca todo movimiento renovador

Todo movimiento que merezca de verdad ese nombre pasa por cinco fases sucesivas: la indiferencia, las burlas, las injurias, la represión y la estima. Ya hemos conocido la indiferencia durante varios meses. Luego, el virrey se ha burlado muy amablemente de nosotros. Vimos cómo a continuación se iban sucediendo las injurias y los informes mentirosos. Los gobernadores provinciales y la prensa hostil hicieron todo lo posible para llenar de injurias a nuestro movimiento. Nos topamos ahora con la represión que, por el momento, se encuentra en una etapa moderada.

Para resultar eficaz, la no violencia exige una voluntad decidida a aceptar el sufrimiento. No se trata para nada en un someterse servilmente a la voluntad del tirano sino de oponerse con toda el alma a sus abusos. Respetando esta ley de nuestro ser, un solo individuo puede llegar a desafiar todo el poder de un imperio basado en la injusticia y -dejando a salvo su honor, su religión y su alma- logrará fracturar los cimientos de tal imperio, o promover su regeneración.

Todo movimiento que sobrevive a la represión -moderada o cruel impone invariablemente el respeto, lo cual es sinónimo de éxito. Si somos fieles, esa represión puede ser considerada como signo precursor de la victoria. Pero para ser fieles, no debemos dejarnos intimidar en ningún caso. Mucho menos debemos dejarnos llevar por la cólera, a un acto de venganza o de violencia. La violencia es un suicidio.

El éxito de un movimiento


No critico a los británicos. Si nosotros fuésemos numéricamente tan débiles como ellos, quizás habríamos recurrido a los mismos métodos. El terrorismo y la mentira son las armas que utilizan los débiles y no los fuertes. Los británicos son numéricamente débiles: nosotros somos débiles a pesar de nuestro número. De aquí se deduce que cada cual arrastra al otro en su caída. El hecho es notorio: los ingleses pierden fuerza de carácter después de una estancia en la India y, en contacto con ellos, los hindúes pierden coraje y virilidad. Este proceso de debilitamiento no es provechoso para nuestras dos naciones ni para la humanidad. Pero si nosotros, los hindúes, tomamos nuestra suerte en nuestras manos, los ingleses y el resto del mundo se ocuparán de sus propios asuntos. Por consiguiente, nuestra contribución al progreso del mundo tiene que consistir en poner orden en nuestra casa.

Liberación de la India

No pretendo únicamente liberar a la India del yugo inglés. Estoy decidido a liberarla de todas las formas de esclavitud que pesan sobre ella. No tengo ningún deseo especial de cambiar un rey inútil por un rey que nos explote. Por eso he fundado el movimiento del swaraj (autonomía), en el que se le exige a cada cual que se purifique interiormente.

No me interesa prever el futuro. Sólo me ocupo del presente. Dios no me dio controles sobre el instante venidero. Existen esperanzas de que el hombre violento sea no violento algún día. Pero no hay esperanza alguna para el cobarde. Por eso, más de una vez dije que si no sabemos cómo defender a nuestra propia persona, a nuestras mujeres y nuestros lugares de trabajo, por la fuerza del sufrimiento -o sea, la no violencia- debemos estar dispuestos a defenderlos, si somos hombres, mediante la lucha.

El poder de los gobernados

Hasta a los gobiernos más despóticos les es imposible permanecer en el poder sin el acuerdo de sus gobernados. Es verdad que el déspota cuenta muchas veces, gracias a la fuerza, con el consentimiento del pueblo. Pero apenas el pueblo deja de temer la fuerza del tirano, su poder se derrumba.

¿Cuáles son los sacrificios que exige de nosotros la no colaboración? Debemos soportar de buena gana las privaciones y los contratiempos en que corremos el peligro de caer, después de haber retirado nuestro apoyo al equipo que gobierna contra nuestra voluntad. Thoreau declara: "Es criminal detentar un poder y poseer riquezas bajo un gobierno injusto. En este caso, la pobreza es una virtud".

Las experiencias y pruebas por las que pasé me sostuvieron y me dieron inmensas alegrías. Aunque sé que todavía tengo frente a mí un camino difícil de atravesar. Tengo que reducirme a mí mismo a la nada. En tanto el hombre, por libre decisión, no se sitúe en el último escalón de la especie, no habrá salvación para él. La no violencia es el límite más recóndito de la humildad

Combatir al mal

Puede ser que cometamos errores durante la fase de transición. Podrían evitarse ciertos sufrimientos. Pero, de todas formas, esto vale más que ver castrada a toda una nación.

Para obtener reparación de la injusticia, debemos negarnos a esperar que el culpable tome conciencia de su iniquidad. Hay que evitar hacerse cómplice de esa iniquidad, por miedo a sufrir nosotros mismos o ver sufrir por ello a los demás. Por el contrario, hay que combatir el mal dejando de proporcionar nuestra ayuda al malhechor, de una forma directa o indirecta.

Es una costumbre deplorable decir que son falsos los pensamientos de otro para pretender a continuación que sólo los nuestros son exactos. Es no menos lamentable considerar a los que tienen opiniones distintas de las nuestras como enemigos de la patria.

No colaborar con la injusticia

Si un padre se hace culpable de injusticia, sus hijos tienen la obligación de abandonar el techo paterno. Si el director de una escuela dirige su colegio sin respetar las reglas de la moral, los alumnos deben abandonar esa institución,. Si el presidente de una sociedad se dejara corromper, los miembros de la misma que no quieran ensuciarse las manos tienen que dimitir. Del mismo modo, si un gobierno cometiera una injusticia grave, el ciudadano tiene que retirarle su colaboración en todo o en parte, impidiendo que los dirigentes cometan sus fechorías. En todos estos casos, nos encontramos con un elemento de sufrimiento moral o físico. Sin ese sufrimiento, sería imposible llegar a la libertad.

Si estuviese seguro de encontrar a Dios en una caverna del Himalaya, iría hacia allí de inmediato. Pero sé que sólo se encuentra en el corazón de la humanidad.

Dios no es una persona. Es la potencia misma, la esencia de la vida, conciencia pura e inalterable. Es eterno. No obstante, resulta curioso cómo algunos son incapaces de recibir de esta presencia viva y omnipresente todo el provecho y la ayuda que ella irradia.

Tradición y reforma

El hombre de verdad no está obligado a ajustarse siempre a la tradición. Debe estar dispuesto a convertirse en reformador y, si él mismo descubre que cometió errores, tiene que reconocerlos públicamente, sean cuales fueren las consecuencias, y hacer lo posible para corregirlos.


No soy un visionario. Intento ser un idealista con sentido de la realidad. La religión de la no violencia no está reservada únicamente a los rishis (visionarios) y a los santos. Está destinada a todo el mundo.

Debemos hacer que la verdad y la no violencia sean practicadas por grupos y comunidades, no apenas por individuos. Tal es mi sueño: viviré y moriré tratando de llevarlo a cabo. Mi fe me ayuda a descubrir verdades nuevas todos los días.

El ayuno

Mi concepto de la no violencia no me lleva a escapar del peligro y dejar sin protección a mis seres queridos. En la alternativa entre la violencia y la fuga cobarde, sólo podría preferir la violencia en vez de la cobardía. Tampoco puedo recomendarle la no violencia a un cobarde, así como no puedo invitar a un ciego a que disfrute espléndidos panoramas.

Ayunar no es más que un medio para llegar a controlarse. No es suficiente hacer ayunar al cuerpo: hay que someter del mismo modo al espíritu. Si no, corremos el peligro de caer en la hipocresía y de acabar en un desastre.

Creo en la unidad absoluta de Dios y, por consiguiente, también en la de la humanidad. No importa que tengamos muchos cuerpos. Sólo tenemos un alma. La refracción multiplica los rayos del sol, pero todos tienen la misma fuente.

No puede erigirse la no violencia en una civilización fabril, aunque sí es posible hacerlo en ciudades autosuficientes. Tal como la concibo, la economía rural evita por completo la explotación; y la explotación es la esencia de la violencia
Misión de Gandhi

Mi misión no habrá concluido` el día en que todos los hindúes se amen como hermanos. Tampoco finalizará con la liberación de la India, si bien por ahora le consagro a esta labor mis mejores fuerzas y casi todo mi tiempo. Lo que procuro a través de la liberación de la India es impulsar a todos los hombres a que formen una sola comunidad fraternal.

No le pido a la India que practique la no violencia, por el hecho de que sea débil. Anhelo que lo haga con conciencia de su fortaleza y de sus posibilidades. Para convencerse de su potencialidad, no es necesario seguir un entrenamiento militar. Creemos que hace falta tal entrenamiento porque subestimamos nuestros medios. Quiero que mi país comprenda que tiene un alma imperecedera y que puede triunfar sobre todo lo que lo ha humillado, poniendo fin a todas las formas de opresión basadas en la fuerza física.

No violencia es norma de conducta

La no violencia no es una virtud monacal orientada a procurar la paz interna y a garantizar la salvación individual, sino una norma de conducta necesaria para vivir en sociedad, pues garantiza el respeto a la dignidad humana y permite que progrese la causa de la paz, sobre la base de los anhelos más fervorosos de la humanidad.

La finalidad suprema del hombre es discernir a Dios: todas sus actividades políticas, sociales y religiosas deben tender a este fin último. Concretamente, es preciso consagrarse' directamente al servicio de los demás, pues el único medio de hallar a Dios es salir a su encuentro en su creación y no formar con ella más que una sola cosa.

Muy poco sabe el mundo lo mucho que mi llamada grandeza depende de las incesantes labores y de los sufrimientos de silenciosos trabajadores, hombres y mujeres, devotos, eficientes y puros.


Gandhi por Gandhi

Lo que hago, puede ser realizado por todos. Porque no soy sino un mortal común, sujeto a las mismas tentaciones y propenso a las mismas debilidades de los mejores entre nosotros. Cuando yo sea incapaz de practicar el mal, cuando no emita ninguna palabra áspera o arrogante (por un instante siquiera) mi mundo mental -sólo entonces y no antes y mi no violencia conquistarán el corazón del mundo entero.