viernes, 18 de marzo de 2016

EL ARTE EN IMÁGENES (7)


EL ARTE EN IMÁGENES (6)


EL ARTE EN IMÁGENES (5)


EL ARTE EN IMÁGENES (4)


"LA EXPERIENCIA DE LO SAGRADO NO ES SINO UNA EXPERIENCIA DE UNIDAD"

Experiencias de lo sagrado 
más allá de la dualidad

Todo es sagrado en la creación divina, toda actividad humana es un acto de adoración

Autor: Hashim Cabrera 

Sagrado y profano son conceptos que surgen de una experiencia y una conciencia duales. La idea de lo sagrado que tiene trata de acotar ciertas parcelas de experiencia abiertas a la vida trascendente, junto a otras en las que lo trascendente está vedado en aras de lo pragmático, de lo materialmente objetivable y cuantificable.

No hay acciones sagradas y acciones profanas. La experiencia de lo sagrado no es sino una experiencia de Unidad. Delimitarla y concederle un espacio ‘frente’ o ‘junto’ a otra cosa, conceptualizarla, implica precisamente una ‘desacralización’, una manera de olvidar nuestra verdadera naturaleza. Todo es sagrado en la creación divina, toda actividad humana es un acto de adoración, todo ser humano puede acceder a su divinidad interior sin intermediarios, cualquier lugar puede ser un lugar de oración, toda expresión o acontecer puede llegar a ser vivida como lo que en realidad es: una señal divina que le muestra su trascendencia.

¿Está la ciencia contemporánea rozando o invadiendo el terreno de lo religioso? ¿Es concebible una experiencia de lo sagrado sin el concurso de las tradiciones religiosas?
¿Es el concepto de Gaia la concreción de una experiencia agnóstica de lo sagrado? ¿Qué importancia tiene ‘lo sagrado’ en la vida del ser humano contemporáneo? ¿Puede el ser humano de la sociedad de la información recobrar una dimensión comunicativa satisfactoria participando de una creciente cultura de la imagen? ¿Nos aboca el desarrollo de las tecnologías a una deshumanización irreversible? Y si no es así ¿Cómo puede desarrollarse una cultura humanista en el marco de un desarrollo creciente de la tecnología?

FUENTE: WEBISLAM

MIERCOLES DE CENIZA, INICIO DE LA CUARESMA

Miércoles de Ceniza: 
el inicio de la Cuaresma

La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo. 
La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.
Las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son: "Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida". "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás". "Arrepiéntete y cree en el Evangelio".

Origen de la costumbre 

Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.
En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse. 
En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.
Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos de año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada. 
También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno. 
La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo.
Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.
Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos. 

Significado del carnaval al inicio de la Cuaresma

La palabra carnaval significa adiós a la carne y su origen se remonta a los tiempos antiguos en los que por falta de métodos de refrigeración adecuados, los cristianos tenían la necesidad de acabar, antes de que empezara la Cuaresma, con todos los productos que no se podían consumir durante ese período (no sólo carne, sino también leche, huevo, etc.) 
Con este pretexto, en muchas localidades se organizaban el martes anterior al miércoles de ceniza, fiestas populares llamadas carnavales en los que se consumían todos los productos que se podrían echar a perder durante la cuaresma.
Muy pronto empezó a degenerar el sentido del carnaval, convirtiéndose en un pretexto para organizar grandes comilonas y para realizar también todos los actos de los cuales se "arrepentirían" durante la cuaresma, enmarcados por una serie de festejos y desfiles en los que se exaltan los placeres de la carne de forma exagerada, tal como sigue sucediendo en la actualidad en los carnavales de algunas ciudades, como en Río de Janeiro o Nuevo Orleans.

El ayuno y la abstinencia 

El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.

La oración 

La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior. Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad. 

Para que nuestra oración tenga frutos, debemos evitar lo siguiente: 
La hipocresía: Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean llamando la atención con nuestra actitud exterior. Lo que importa es nuestra actitud interior. 
La disipación: Esto quiere decir que hay que evitar las distracciones lo más posible. Preparar nuestra oración, el tiempo y el lugar donde se va a llevar a cabo para podernos poner en presencia de Dios. 
La multitud de palabras: Esto quiere decir que no se trata de hablar mucho o repetir oraciones de memoria sino de escuchar a Dios. La oración es conformarnos con Él; nuestros deseos, nuestras intenciones y nuestras necesidades. Por eso no necesitamos decirle muchas cosas. La sinceridad que usemos debe salir de lo profundo de nuestro corazón porque a Dios no se le puede engañar. 

El sacrificio 

Al hacer sacrificios (cuyo significado es "hacer sagradas las cosas"), debemos hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va a recompensar. 
"Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está en lo secreto: y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará. (Mt 6,6)"

Conclusión

Como vemos, la ceniza no es un rito mágico, no nos quita nuestros pecados, para ello tenemos el Sacramento de la Reconciliación. Es un signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión. Es el inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección. 
Debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender a donde vamos, de analizar como es nuestro comportamiento con nuestra familia y en general con todos los seres que nos rodean.
En estos momentos al reflexionar sobre nuestra vida, debemos convertirla de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y acercándonos en esta Cuaresma al Sacramento de la Reconciliación (también llamado confesión), que como su nombre mismo nos dice, representa reconciliarnos con Dios y sin reconciliarnos con Dios y convertirnos internamente, no podremos seguirle adecuadamente.
Está Reconciliación con Dios está integrada por el Arrepentimiento, la Confesión de nuestros pecados, la Penitencia y finalmente la Conversión.
El arrepentimiento debe ser sincero, reconocer que las faltas que hemos cometido (como decimos en el Credo: en pensamiento, palabra, obra y omisión), no las debimos realizar y que tenemos el firme propósito de no volverlas a cometer.
La confesión de nuestros pecados.- el arrepentimiento de nuestras faltas, por sí mismo no las borra, sino que necesitamos para ello la gracia de Dios, la cual llega a nosotros por la absolución de nuestros pecados expresada por el sacerdote en la confesión.
La penitencia que debemos cumplir empieza desde luego por la que nos imponga el sacerdote en el Sacramento de la Reconciliación, pero debemos continuar con la oración, que es la comunicación íntima con Dios, con el ayuno, que además del que manda la Iglesia en determinados días, es la renuncia voluntaria a diferentes satisfactores con la intención de agradar a Dios y con la caridad hacia el prójimo.
Y finalmente la Conversión que como hemos dicho es ir hacia delante, es el seguimiento a Jesús.
Es un tiempo de pedir perdón a Dios y a nuestro prójimo, pero es también un tiempo de perdonar a todos los que de alguna forma nos han ofendido o nos han hecho algún daño. Pero debemos perdonar antes y sin necesidad de que nadie nos pida perdón, recordemos como decimos en el Padre Nuestro, muchas veces repitiéndolo sin meditar en su significado, que debemos pedir perdón a nuestro Padre, pero antes tenemos que haber perdonado sinceramente a los demás. 
Y terminemos recorriendo al revés nuestra frase inicial, diciendo que debemos escuchar y leer el Evangelio, meditarlo y Creer en él y con ello Convertir nuestra vida, siguiendo las palabras del Evangelio y evangelizando, es decir transmitiendo su mensaje con nuestras acciones y nuestras palabras.


EL HOMBRE NUEVO DE BORIS MOURAVIEFF A TRAVÉS DE SU OBRA "GNOSIS"

El hombre nuevo y la renovación epocal 
en Boris Mouravieff (1890-1966)

por Gianrico Gualtieri

Traducción del italiano de José Antonio Hernández García

Boris Mouravieff nació en Cronstadt, en Rusia, el l8 de marzo de 1890. De su vida familiar, de su juventud y de sus estudios se sabe muy poco: un curriculum vitæ y algunas fotografías. En su curriculum, Mouravieff declara haberse graduado en la Escuela Superior de Marina y haber servido en las fuerzas navales del Mar Negro durante la Primera Guerra Mundial. En numerosos documentos suyos se encuentra, en efecto, el título de "Comandante". En 1920 abandona definitivamente Rusia, dejando tras de sí sus títulos y su fortuna familiar. Viaja por Constantinopla y Bulgaria antes de establecerse en París en 1924. Durante su prolongada estancia en Francia, se casa con una joven bailarina rusa, Larissa Bassova. Durante este período, Mouravieff trabaja como ingeniero en la rama de los combustibles, y consagra su tiempo libre a la investigación y el estudio de la historia rusa y la tradición esotérica.

Durante la Segunda Guerra Mundial es arrestado por la Gestapo, pero logra fugarse y en 1944 se refugia en Suiza. A partir de esta fecha, resulta más fácil reconstruir la historia de su vida hasta llegar a 1966, año de su muerte.

Después de haber dejado Rusia por Francia, Mouravieff recomienza su vida como historiador y profesor, y da muestras de una energía poco común. Trabaja primero en la Escuela de Estudios Superiores Internacionales, y después, a partir de 1955, enseña en la Universidad de Ginebra en calidad de libero docente, donde imparte cursos de historia rusa y de filosofía esotérica. Publica numerosos trabajos concernientes a sus dos materias predilectas --la historia rusa y el esoterismo-- y, finalmente, agotado por el trabajo, muere después de una crisis cardiaca el 28 de septiembre de 1966.

El trabajo principal de Mouravieff en el campo esotérico es Gnosis 1, obra compuesta en tres volúmenes en la que el autor expone los fundamentos de la tradición esotérica de la ortodoxia oriental, al menos por lo que se refiere a la parte teórica. Sus indagaciones, antes de ser redactadas en forma de tratado destinado a publicarse, fueron expuestas en el ámbito de sus cursos universitarios en la Universidad de Ginebra entre 1955 y 1958 con el título de Introducción a la filosofía esotérica según la tradición de la ortodoxia oriental. El curso, compilado para facilitar el mejor aprovechamiento de los estudiantes, comprende muchos elementos que están ausentes o apenas se esbozan en el texto de Gnosis.

El propósito del presente artículo es proporcionar una exposición articulada -aunque sumaria- de los contenidos específicos de la doctrina de la Gnosis. Nos proponemos, además de dar algunas indicaciones sobre la vida y el pensamiento de Mouravieff, delinear brevemente algunos temas que pueden constituir -eso esperamos- otras tantas pistas válidas de lectura que puedan servir de algo más que solo de instrumentos críticos.

El problema del hombre nuevo

Ya se han expresado algunas ideas centrales en el pensamiento de Mouravieff, que aparecen también -de forma paralela- en el campo de sus estudios histórico-políticos, y que resultan esenciales para comprender el espíritu y los propósitos de su trabajo. Mouravieff estaba convencido de que la humanidad había llegado al punto de un cambio de época; por esto la idea de la Tradición se inserta en el fondo del problema sobre el sentido de la historia y sobre el significado del momento actual:

«el problema del Hombre Nuevo, señalado ya en los inicios del siglo XX, adquiere hoy toda su importancia. Y esto es así porque la sociedad humana se encuentra ante un umbral2 desmesurado respecto de la historia precedente. La Nueva Era, que es inminente por el progreso y por la técnica, se preanuncia muy distinta al período actual tanto como éste lo es del Medioevo. Existe, no obstante, una línea común en estos períodos de transición: es el problema de la creación de una nueva elite»3.

Esta es la temática que aborda de manera más específica en el artículo Le problème de l'Homme Nouveau4. Los cambios de la elite dirigente en el Medioevo concluyen en la época de la Enciclopedia, precisa Mouravieff, y se producen en función de la aparición de un nuevo tipo de hombre: el intelectual u hombre de ciencia.

El tipo de hombre de la elite que se creó al inicio de la época moderna -prosigue Mouravieff- se caracteriza por la potencia intelectual, y está bien representado por un personaje como Descartes y, más tarde, por los enciclopedistas franceses. Dotado más bien de un escaso sentido práctico, este "hombre nuevo" ha orientado sus esfuerzos hacia la ciencia aplicada y ha conducido a Europa a la revolución industrial, en cuyo ápice destaca la explotación de la energía atómica.

Al igual que el caballero medieval en su tiempo, el "tecnócrata" de hoy, rebasado por los acontecimientos, debe resignarse a ceder el paso a un nuevo tipo de hombre. Y aquí aparece el nudo problemático de la cuestión. Mouravieff sostiene que el gran peligro de nuestros tiempos consiste en el inmovilismo del pensamiento sobre el plano moral. Casi sin percatarse del todo, el hombre contemporáneo cree poder afrontar y resolver todos los problemas de hoy y de mañana con los métodos utilizados en el siglo diecinueve. De este modo, no toma en cuenta las enormes modificaciones producidas en su tiempo en todos los ámbitos.

Comentando una profecía de San Pedro5, Mouravieff piensa que el futuro de la humanidad puede ser o diabólicamente catastrófico (si avanzamos hacia al encuentro del cataclismo previsto por el apóstol) o, bien, divinamente creativo y susceptible de dar lugar a "los nuevos cielos y a una nueva tierra donde habitará la verdad".

El mundo antiguo había puesto bajo la égida de la Filosofía a la Religión y a la Ciencia. Por decirlo de algún modo, estaba "filosofizado". El espíritu de este tipo de hombre, esencialmente contemplativo, no buscaba ahorrar tiempo ni dinero.

El Medioevo, bajo la égida de la Religión, "religionizó" la Filosofía y la Ciencia. Y finalmente, en la época moderna, les tocó a la Religión y a la Filosofía ser "cientifizadas".

El Arte se distingue de la Filosofía, de la Ciencia y de la Religión por su capacidad de comprender todo sin deformarlo. Y lo propio de la época que está bajo la égida del Arte es que las otras tres actividades humanas sean llamadas a realizarse plenamente asumiendo sus formas naturales, sin restricciones ni hipertrofias, y armonizándose y complementándose una con la otra. La ética estará basada en la estética.

Empero, esto exige que la nueva elite dirigente del mañana sea integrada por superhombres, en el mismo sentido en que los "tecnócratas" de hoy podrían parecer superhombres a los hombres del Medioevo. El tecnócrata ha desarrollado facultades latentes que permanecían en estado embrionario en el caballero medieval.

De manera análoga, en la elite de hoy existen facultades latentes que, adecuadamente desarrolladas, servirán a la formación del Hombre Nuevo.

Tradición y renovación

¿Cuál es el rol de la Tradición en el marco del previsto cambio epocal?

El hecho es que -dice Mouravieff- el hombre llamado a resolver los problemas actuales y futuros deberá necesariamente poseer un conocimiento más profundo de la naturaleza humana capaz de revelarle al hombre real, distinto del hombre abstracto e impersonal que generalmente es objeto de estudio.

En suma, los nuevos problemas hacen necesario ritualizar una antiquísima prescripción: conócete a ti mismo. La Tradición estudiada en Gnosis -Gnosis -explica brevemente Mouravieff- tiene su fuente en el antiguo Egipto. Los elementos de tal tradición, que en la antigüedad solamente se habían revelado durante los misterios y en el más absoluto secreto, pasaron de Egipto a Judea por medio de Moisés, y a Grecia a través de Orfeo y Pitágoras. La predicación de los apóstoles funde estas dos corrientes en el Imperio de oriente, y a partir del cual la Tradición se difunde hacia Rusia y hacia Europa occidental. Y es así como junto a los centros del Monte Athos, de la Optima Poustyne y de los Solovkis en el norte de Rusia, tuvimos en Europa centros como el Monte Saint-Michel, Monte Cassino y muchos otros.

Y es en los textos de la Tradición oriental en los que se basa el estudio propuesto por Mouravieff en su obra Gnosis, tal y como lo precisa en el prefacio al volumen I:

«La Tradición esotérica cristiana se basa en el Canon, en el Rito, en el Menologio y, finalmente, en la Doctrina. Esta última es un conjunto de reglas, de tratados y de comentarios debidos a los doctores de la Iglesia ecuménica. Estos textos han sido reunidos en gran parte en una compilación titulado Philocalia6. A esto es necesario añadir los escritos aislados de autores antiguos y modernos, religiosos y laicos.
La mayor parte de los textos de la Philocalia son extractos escritos por personas que poseían ya cierta cultura esotérica. Otro tanto se puede decir de algunos aspectos de los textos del Canon, incluidos los Evangelios. Es necesario notar que, al dirigirse a todos, estos textos no pueden tener en cuenta la capacidad de nadie en particular. Por esto, el obispo Teofanio el Eremita insiste -en el prefacio a la Philocalia, - en el hecho de que nadie7 puede, sin ayuda, llegar a penetrar la Doctrina. Y es por esto que la ciencia esotérica conserva y cultiva, además de las fuentes escritas, una Tradición oral que vivifica la Letra. La ortodoxia oriental supo conservar intacta esta Tradición, en particular aplicando la regla absoluta del hermetismo. De generación en generación, desde la época de los Apóstoles, ha conducido a sus discípulos hacia la experiencia mística».8

Los estudios esotéricos proporcionaron al hombre los instrumentos para responder a las interrogantes sobre el sentido de la vida y de la sociedad humana en la época actual. En el ámbito esotérico, el tiempo de las búsquedas particulares y de la búsqueda de las finalidades individuales ha comenzado definitivamente. Sin sentirlo, el esoterismo se ha vuelto una esfera de dominio público, y los estudios esotéricos prácticos en lo futuro deberán tomar en cuenta esta situación y contribuir a una renovación significativa en la vida del hombre.

Hacia el segundo nacimiento

Y si la principal facultad de la actual elite dirigente -la intelectual- es su capacidad de calcular y combinar, la principal facultad del Hombre Nuevo será su capacidad de distinguir espontáneamente, sin testimonios ni pruebas, lo verdadero de lo falso, la verdad de la mentira. La nueva cultura, cuyo portador es el Hombre Nuevo, comprenderá toda la experiencia milenaria de la humanidad así como nuevas facultades que, hasta hoy, no se han manifestado mas que esporádica y parcialmente, y que se mantienen sin ninguna aplicación práctica bajo la actual organización de la sociedad humana. El hombre de elite del mañana habrá "nacido dos veces", de acuerdo con las célebres palabras que le dijo Jesús a Nicodemo9.

En nuestro período de transición, la solución al problema del Hombre Nuevo implica la aportación positiva de la Gnosis al la instauración progresiva del régimen del "romance único", que debe sustituir al "romance libre" propio del ciclo que llega a su fin. Así, el problema actual del Hombre es conducirlo de nuevo al Andrógino, estado límite de la conciencia humana que corona los esfuerzos de los discípulos y que triunfa finalmente con su segundo nacimiento.

Y puesto que cualquier nacimiento está vinculado a la relación de amor entre dos sexos, así también el Hombre Nuevo será el resultado de una concepción distinta del Amor y del modo de entender la relación amorosa, sobre la que se basará una evolución significativa del tema del romance y de sus correlativos significados esotéricos que se esconden detrás de la conocida expresión "alma gemela":

«Según la Tradición, la evolución humana, después de una largo período prehistórico, prosigue una sucesión de tres ciclos: Ciclo del Padre, que la historia sólo conoce parcialmente; Ciclo del Hijo, que está llegando a su fin; y, por último, el Ciclo del Espíritu Santo, al que actualmente estamos llegando.

La antropología establece la aparición del homo sapiens fossilis hace unos cuarenta mil años. La vida se caracterizaba entonces por el matriarcado derivado del sistema de matrimonio colectivo. Hace aproximadamente catorce mil años, con la aparición del homo sapiens recens, el régimen de la gens matriarcale cedette gradualmente il posto a quello della gens patriarcal, cede gradualmente su puesto a la gens patriarcal, caracterizada por la poligamia. A pesar de que fue un avance, este sistema ahora es señalado por su bestialidad, pues la mujer quedó reducida a la condición de mercancía viviente. Esto no obstante a la antigua tendencia que prevaleció por más tiempo. Aristóteles lo testimonia cuando describe la actitud de la clase rica de su tiempo respecto del problema de la mujer. Se mantuvo -nos dice- a la esposa legítima para producir ciudadanos de acuerdo con la ley, a la cortesana para el placer y, finalmente, a la concubina para el uso cotidiano. Tal concepción reducía el amor a una posición mínima.

Jesús introduce en las relaciones humanas algo que era prácticamente desconocido antes de él. Sustituye la ley de la jungla: ojo por ojo, diente por diente10, por un nuevo mandamiento: amaos los unos a los otros11.

Esto produjo una revolución en las relaciones entre el hombre y la mujer: se introdujo el amor a la vida social. La "mercancía" de otros tiempos obtuvo derecho de ciudadanía. Cierto: no de manera inmediata ni integral. El principio del amor fue establecido todavía como una elección recíproca. Fue la revelación del romance.

El romance, mediante el cual la sociedad cristiana vivía el principio de la elección recíproca, alcanzó su apogeo en el Medioevo. A pesar de la declinación que ha sufrido desde entonces, y a pesar de la tendencia actual de retorno a la forma regresiva de las relaciones entre los sexos, el romance permanece como el ideal declarado de nuestra sociedad. De esta forma, no resulta apropiado hablar de la muerte del romance. Porque en silencio se prepara una revolución para sustituir el libre enamoramiento de la era cristiana por el romance único, privilegio de la era del Espíritu Santo. Liberado de la servidumbre de la procreación, el romance del mañana está llamado a cimentar la unión indisoluble de dos seres estrechamente polares, unión que asegurará su integración en el seno de lo Absoluto. A propósito de esto, al apóstol San Pablo dice: en el Señor, la mujer no puede ser sin el hombre, ni el hombre sin la mujer12.

La visión de tal romance obsesiona a los más grandes espíritus del milenio. Allí se reencuentra el amor platónico, fundamento del romance único, el de los mitos del Andrógino, de Orfeo y Eurídice, de Pigmalión y Galatea... y la aspiración del corazón humano que, en secreto, clama desde su profunda soledad. Este romance constituye el propósito esencial del trabajo esotérico. De eso se trata el amor que unirá al hombre con ese ser único para él, la Mujer-Hermana13, gloria del hombre, así como él mismo será gloria de Dios14. Iluminados por la luz del Tabor, que hace de los dos algo único, veremos entonces fluir el Amor verdadero, transfigurante, vencedor de la Muerte.

El Amor es el Alfa y Omega de la vida. El resto sólo tiene un significado secundario. El hombre nace con el Alfa. El propósito del presente trabajo es indicar el camino que conduce hacia el Omega.»

Estos significados y otros deben salir a la luz. La Tradición esotérica, como un río subterráneo, contiene esta sabiduría a través de los siglos, mientras en la superficie impera la anarquía del hombre. Es tiempo -añade Mouravieff- de que esta sabiduría antigua abandone las celdas de los monjes y sea enseñada en la universidad, con la finalidad de que la nueva elite pueda formarse lo más rápido posible, para realizar la segunda alternativa de la profecía de San Pedro: «Esperamos, según su promesa, los cielos nuevos y la tierra nueva, en la cual habitará la verdad»15.

Libros de Boris Mouraieff

Historia política y diplomática

L'histoire de Russie mal connue.
Le Testament de Pierre le Grand, légende et réalité. Neuchâtel, La Baconnière.
Le Problème de l'Autorité super-étatique, Neuchâtel, La Baconnière.
L'Histoire a-t-elle un sens ? «La Revue suisse d'Histoire», t. IV, fasc. 4.
L'Alliance russo-turque au milieu des guerres napoléonniennes, Neuchâtel, La Baconnière (Diplôme des Hautes Etudes Internationales).
Sainte-Sophie de Constantinople, Bruxelles, revue «Synthèses», n. 167.
La Monarchie russe, Paris, Payot.

Obras no publicadas

La Question d'Orient des temps antiques à la fin da XVIIIe siècle.
De l'Origine du peuple russe, les Russes sont-ils des Scythes ?

Filosofía esotérica

Le Problème de l'Homme nouveau, Bruxelles, revue «Synthèses», n. 126-127.
Liberté, Egalité, Fraternité, Bruxelles, revue «Synthèses», n. 129.
Gurdjieff, Ouspensky et les Fragments d'un Enseignement inconnu, Bruxelles, revue «Synthèses», n. 138.
Le Substantiel et l'Essentiel, Bruxelles, revue «Synthèse», n. 144.
Les Croyances slaves préchrétiennes, Bruxelles, revue «Synthèses», n. 161.
Gnôsis, études et commentaires sur la Tradition ésotérique de l'Orthodoxie orientale, T. I (ciclo exoterico), Paris, La Colombe, 1961.
Gnôsis, T. II (ciclo mesoterico), Paris, La Colombe, 1963.
Gnôsis, T. III (ciclo esoterico), Neuchâtel, La Baconnière, 1972.

Obras parcialmente publicadas

L'art de vaincre. Les Stromates. Recueil de notes sur l'enseignement chrétien ésotérique, Centre d'études chrétiennes ésotériques, Genève, 1966 (obra interrumpida por la muerte del autor).

Notas

1- Volúmenes I y II París, La Colombe, 1961 y 1962; volumen III, Neuchâtel, Ed. La Baconnière, 1972.
Los tres volúmenes de Gnosis se subdividieron de acuerdo con un esquema gradual que, si por un lado corresponde a la estructura misma de la enseñanza esotérica, por el otro refleja el sistema adoptado por la instrucción escolástica ordinaria.
El primer libro, Ciclo Exotérico (volumen I de Gnosis) corresponde a la enseñanza elemental y su propósito es proporcionar al discípulo los instrumentos de trabajo.
El segundo libro, Ciclo Mesotérico (volumen II de Gnosis), corresponde a la enseñanza de la escuela media inferior, y tiene por objeto proporcionar al discípulo -que ya ha asimilado a su vez el Ciclo Exotérico- un mínimo de elementos que pueden constituir una base sólida para el desarrollo ulterior de su cultura general esotérica. Con este libro se consigue un diploma de liceo o de madurez que permite acceder a los estudios superiores, estadio que exige una participación activa del estudiante.
El tercer libro, el Ciclo Esotérico propiamente dicho (volumen III de Gnosis), corresponde a los estudios universitarios y, como éstos, es siempre muy especializado. Al igual que la ciencia, el esoterismo comprende diversos sectores, diversas ramificaciones del Conocimiento. 
2- Seuil n el texto francés, N. d. T. 
3- Introducción a la filosofía esotérica según la tradición de la ortodoxia oriental, Ginebra, 1958-59, página introductoria. 
4- Extracto de la revista Synthèses, Bruselas, nov.-dic. 1956, año XI, n. 126-127. 
5- II Pedro, III, 10. 
6- Edición en lengua rusa, 5 volúmenes en cuarto, publicados bajo la dirección de obispo Teofanio el Eremita del convento de San Pantaleón del Monte Athos. 
7- Subrayado en el texto original. 
8- Gnosis, vol. I, pág. 14. 
9- Juan, III, 3. 
10- Éxodo, XXI, 24; Deuteronomio, XIX, 21; Levitico, XXIV, 20.
11- Juan, XIII, 34; ibid., XV, 12; I Juan, III, 11. 
12- I Corintios, XI, 11. 
13- Ibid., IX, 5. 
14- Ibid., XI, 7. 
15- II Pedro, III, 13. 

Gianrico Gualtieri

FRAY LEONARDO BOFF PROPONE UN SABER CON CORAZÓN

Una cultura cuyo centro es el corazón

Nuestra cultura, a partir del llamado siglo de las luces (1715-1789) aplicó de forma rigurosa la comprensión de René Descartes (1596-1650) de que el ser humano es “señor y maestro” de la naturaleza y puede disponer de ella a su antojo. Confirió un valor absoluto a la razón y al espíritu científico: Lo que no consigue pasar por la criba de la razón, pierde legitimidad. De aquí se derivó una severa crítica a todas las tradiciones, especialmente a la fe cristiana tradicional.

Con esto se cerraron muchas ventanas del espíritu que permiten también un conocimiento sin que pase necesariamente por los cánones racionales. Ya Pascal notó ese reduccionismo hablando en sus Pensamientos de la logique du coeur (“el corazón tiene razones que desconoce la razón”) y del esprit de finesse, que se distingue del esprit de géométrie, es decir, de la razón calculadora e instrumental analítica.

Pero lo más marginado y hasta difamado fue el corazón, órgano de la sensibilidad y del universo de las emociones, bajo el pretexto de que atropellaría “las ideas claras y distintas” (Descartes) del mirar científico. Así surgió un saber sin corazón, pero funcional al proyecto de la modernidad, que era y sigue siendo el de hacer del saber un poder, un poder como forma de dominación de la naturaleza, de los pueblos y de las culturas. Esa fue la metafísica (la comprensión de la realidad) subyacente a todo el colonialismo, al esclavismo y eventualmente a la destrucción de los diferentes, como las ricas culturas de los pueblos originarios de América Latina (recordemos a Bartolomé de las Casas con su Historia de la destrucción de las Indias).

Curiosamente toda la epistemología moderna que incorpora la mecánica cuántica, la nueva antropología, la filosofía fenomenológica y la psicología analítica han mostrado que todo conocimiento viene impregnado de las emociones del sujeto, y que sujeto y objeto están indisolublemente vinculados, a veces por intereses ocultos (J. Habermas).

A partir de tales constataciones y con la experiencia despiadada de las guerras modernas se pensó en rescatar el corazón. Al fin y al cabo, en él reside el amor, la simpatía, la compasión, el sentido del respeto, la base de la dignidad humana y de los derechos inalienables. Michel Mafessoli en Francia, David Goleman en Estados Unidos, Adela Cortina en España, Muniz Sodré en Brasil y tantos otros por todo el mundo, se han empeñado en rescatar la inteligencia emocional o la razón sensible o cordial. 

Personalmente estimo que frente a la crisis generalizada de nuestro estilo de vida y de nuestra relación con la Tierra, sin la razón cordial no nos moveremos para salvaguardar la vitalidad de la Madre Tierra y garantizar el futuro de nuestra civilización.

Esto que nos parece nuevo y una conquista –los derechos del corazón–, era el eje de la grandiosa cultura maya en América Central, particularmente en Guatemala. Como no pasaron por la circuncisión de la razón moderna, guardan fielmente sus tradiciones, que vienen a través de las abuelas y los abuelos a lo largo de generaciones. Su principal texto escrito, el Popol Vuh, y los libros de Chilam Balam de Chumayel testimonian esa sabiduría.

Participé muchas veces en celebraciones mayas con sus sacerdotes y sacerdotisas. Se hace siempre alrededor del fuego. Comienzan invocando al corazón de los vientos, de las montañas, de las aguas, de los árboles y de los antepasados. Hacen sus invocaciones en medio de un incienso nativo perfumado que produce mucho humo.

Oyéndolos hablar de las energías de la naturaleza y del universo, me parecía que su cosmovisión era muy afín, guardadas las diferencias de lenguaje, a la de la física cuántica. Todo para ellos es energía y movimiento, entre la formación y la desintegración (nosotros diríamos: la dialéctica del caos-cosmos) que dan dinamismo al Universo. Eran eximios matemáticos y habían inventado el número cero. Sus cálculos del curso de las estrellas se aproximan en muchas cosas a lo que nosotros con los modernos telescopios hemos alcanzado.

Bellamente dicen que todo lo que existe nació del encuentro amoroso de dos corazones, el corazón del Cielo y el corazón de la Tierra. Esta, la Tierra, es Pacha Mama, un ser vivo que siente, intuye, vibra e inspira a los seres humanos. Estos son los “hijos ilustres, los indagadores y buscadores de la existencia”, afirmaciones que nos recuerdan a Martin Heidegger.

La esencia del ser humano es el corazón que debe ser cuidado para ser afable, comprensivo y amoroso. Toda la educación que se prolonga a lo largo de la vida consiste en cultivar la dimensión del corazón. Los Hermanos de la Salle tienen en la capital Guatemala un inmenso colegio –Prodessa– donde jóvenes mayas viven en internado, bilingüe, donde se recupera y se sistematiza la cosmovisión maya al mismo tiempo que asimilan y combinan saberes ancestrales con los modernos, ligados especialmente a la agricultura y a relaciones respetuosas con la naturaleza.

Me complace terminar con un texto que una mujer maya sabia me pasó al final de un encuentro sólo con indígenas mayas: “Cuando tienes que escoger entre dos caminos, pregúntate cuál de ellos tiene corazón. Quien escoge el camino del corazón nunca se equivocará” (Popol Vuh).

FUENTE: LA PÁGINA DE LEONARDO BOFF EN KOINONÍA

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SHABTAI TZVÍ, EL MESÍAS BIPOLAR QUE VIRÓ DE LA KABBALAH AL ISLAM

UN MESÍAS BIPOLAR
POR TEODORO BOOT

Del hebreo mashiaj, que significa “el ungido”, el mito del Mesías ha traído a la colectividad judía más de un dolor de cabeza. Según la tradición, se trataría de un sacerdote guerrero de sangre real, un David con aires de Moisés elegido por el Señor para liberar a su pueblo predilecto de la opresión, la dictadura o la impiedad, en cualquiera de sus formas.

Puesto que los judíos se han pasado la historia guerreando con los vecinos y peleando entre sí, recurrentemente el mito de la llegada del Ungido ha cobrado fuerza y no han sido pocos los que creyeron o fingieron serlo. O acaso lo fueron.

Transcurría el año 1626 cuando en el seno de una rica familia de comerciantes de Esmirna, nació Shabtai Tzví, promotor del movimiento mesiánico más importante desde la ejecución del joven nazareno conocido como Cristo.

Apenas había cumplido los diez años cuando Shabtai era ya un avezado estudiante de los misterios de la Kabbalah, y se preguntaba cuál sería su papel en el cumplimiento de los designios secretos del Señor. Es de presumir que también estaba interesado en saber cuáles serían esos designios. Como sea, se desentendió de los intereses comerciales familiares y a los 22 fue ordenado hakam, título rabínico sefardí que significa “sabio”.

Tal vez sea acertada la creencia popular según la cual estudiar mucho perturba la mente, pues muy pronto el joven sabio comenzó a experimentar abruptos altibajos en su estado de ánimo: de profundas depresiones pasaba a fases de gran excitación en las que sentía irrefrenables ansias de transgredir las prohibiciones de la ley mosaica y hasta llegó a gritar YHVH, el místico nombre del Innombrable. No satisfecho con esto, celebró las tres principales fiestas del calendario judío en una misma semana, oficiando además un casamiento en el que él mismo contrajo nupcias con las escrituras de la Torah. Y se proclamó el Ungido.

Nadie le creía, ni él mismo, y en sus fases depresivas se pensaba presa de los demonios, por lo que practicaba las meditaciones de la Kabbalah a fin de recuperar el equilibrio perdido.

A primera vista, la Kabbalah no parece ser un buen puerto al que acudir en busca de semejante leña. Se trata de una palabra hebrea que significa “lo recibido”, y consiste en la creencia en que la tradición judía incluye un conocimiento secreto respecto a la naturaleza de Dios, conocimiento que está muy bien oculto en las Escrituras, pero puede salir a la luz mediante ciertas practicas esotéricas. Así, los cabalistas han llegado a descubrir la estructura interna de Dios, que se compone de diez sefiroth(que no son moléculas sino etapas), razón por la cual los ortodoxos los acusan de tener diez dioses en vez de uno, lo que de alguna manera evoca la doctrina trinitaria de la secta del nazareno.

Todo hace suponer que existen numerosas afinidades entre ambas herejías, y no parece descaminada la prevención de varios pensadores ortodoxos que juzgan altamente peligrosa la pretensión cabalística de comunión con la divinidad. Y algo de eso hay, ya que los diversos Mesías que se han manifestado en este valle de lágrimas eran practicantes de la Kabbalah, como Abraham Abulafia o Abu-l-´Afiya, nacido en Zaragoza cuatrocientos años antes de Shabtai, o el polaco Jacob Frank, quien un siglo más tarde creería ser su reencarnación.

En 1651 Shabtai fue expulsado de Esmirna debido a los escándalos que provocaba. Luego lo echaron de Salónica y más tarde de Constantinopla. Tras errar por varias regiones del Mediterráneo, arribó a Jerusalén, donde oyó hablar del santo varón Nathan de Gaza, practicante de la Kabbalah de Isaac Luria, un sistema de meditaciones sencillas que podían realizarse durante las actividades cotidianas y que estaban orientadas a obtener estados espirituales.

Era el año 1665 y Shabtai acudió a Nathan en busca de una cura para su alma atormentada. Enorme fue su sorpresa cuando de inmediato el rabí lo reconoció como el Mesías, lanzando a Shabtai a una nueva fase de sobreexcitación.

De la mente humana se sabía entonces todavía menos que en los tiempos presentes, de manera que era natural que Nathan interpretara la excéntrica conducta de Tzvi mediante complicadas elucubraciones que convencieron no sólo a las masas, tan propensas a la irracionalidad y siempre necesitadas de un Salvador, sino que impresionaron a gran número de rabinos e intelectuales.

Había nacido el movimiento shabbateano.

Ahora que era el Mesías y no un perturbado más, Shabtai Tzvi multiplicó su ya desorbitada actividad. Recorrió el norte de Jerusalén, Safed y Alepo, hasta llegar a Esmirna, siempre violando los mandamientos, comiendo alimentos prohibidos, gritando el nombre de Dios, mientras Nathan llamaba a la penitencia e ideaba nuevas prácticas religiosas.

El movimiento se propagó como fuego en un charco de nafta, llegando a surgir seguidores de Tzvi en las comunidades judías de África y en los más remotos rincones de Europa. Al tiempo que corrían a pedradas a los rabinos escépticos y destruían sus propiedades, sus fans entraban en trance, con visiones del Enviado, experimentando además revelaciones sobrenaturales.

Ciertos estudiosos actuales creen ver en el extraordinario desarrollo del movimiento una manifestación de la necesidad de liberación de un pueblo sometido a la persecución, que en esos momentos era afectado por las matanzas de Rusia y Polonia, donde los judíos habían sido masacrados por psicóticos de otra orientación religiosa, pero lo cierto es que fue cada vez mayor el número de convencidos de que, en poco tiempo más, Shabtai Tzvi sería coronado Rey del Mundo.

No obstante su extravagancia, la especie preocupó a las autoridades turcas, temerosas de un alzamiento en contra del imperio, y a principios del año 1666, detuvieron al Ungido mientras se dirigía a Constantinopla, donde era reclamado por los fieles.

En prisión, Tzvi siguió predicando, pues se le permitía dar audiencias y recibir a sus discípulos, mientras Nathan mandaba epístolas a lo san Pablo explicando cómo la detención del Maestro era parte del plan divino.

Lo que resultó más difícil de entender como parte del Plan fue que cuando las autoridades emplazaron al Mesías, dándole a elegir entre ser ejecutado o convertirse al Islam, Shabtai trasmutó inmediatamente en Asís Mehmed Efendi.

El gobierno turco lo becó, suponiendo que el nuevo acólito del Profeta predicaría la verdadera fe entre los judíos del imperio, pero Asís Mehmed perseveró en su psicótico entusiasmo: durante sus fases de excitación volvía a proclamarse el Salvador, ahora en forma más inquietante, pues nunca se había oído hablar de la posibilidad de un Mesías musulmán.

El Ungido murió en 1676, como cualquier hijo de vecino, demostrando con este acto que apenas si había sido un orate más, lo que no impidió que Nathan continuara explicando que la conversión al Islam había tenido como propósito salvar también al pueblo musulmán, lo que llevó a muchos shabbateanos a imitar al Mesías convirtiéndose públicamente al Islam, mientras en privado continuaban rindiendo culto a Tzvi.

En el siglo xviii, el comerciante judío Jacob Frank se proclamó Mesías. No lo era, exactamente, pues se trataba de una reencarnación de Shabtai Tzvi, que en esta nueva vida y puesto que estaba en Polonia y no en Turquía, se convirtió públicamente al catolicismo, pero en privado siguió, como siempre, rindiéndose culto a sí mismo, que es lo que suelen hacer los verdaderos Mesías cuando se tienen fe.

LOS ORÍGENES DE LA CUARESMA

Los orígenes de la Cuaresma

Habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. A finales del siglo IV, Roma conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.

La celebración de la Pascua del Señor, constituye, sin duda, la fiesta primordial del año litúrgico. De aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una preparación adecuada, por medio de la oración y del ayuno, según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa costumbre del ayuno infrapascual del viernes y sábado santos, como preparación al Domingo de Resurrección.

Los primeros pasos

Paso a paso, mediante un proceso de sedimentación, este período de preparación pascual fue consolidándose hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy conocemos como Tiempo de Cuaresma. Influyeron también, sin duda, las exigencias del catecumenado y la disciplina penitencial para la reconciliación de los penitentes.

La primitiva celebración de la Pascua del Señor conoció la praxis de un ayuno preparatorio el viernes y sábado previos a dicha conmemoración.

A esta práctica podría aludir la Traditio Apostólica, documento de comienzos del siglo III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la noche del sábado en vela. Por otra parte, en el siglo III, la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas relaciones con la sede romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.

En el siglo IV se consolida la estructura cuaresmal de cuarenta días

De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se circunscribía en  Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos. Este ayuno prepascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.

El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la reconciliación, que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como este período de penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre de Quadragesima o cuaresma.

Durante el primer estadio de organización cuaresmal se celebraban tan sólo las reuniones eucarísticas dominicales, si bien entre semana existían asambleas no eucarísticas: los miércoles y viernes.

Pero a finales del siglo VI las reuniones del lunes, miércoles y viernes celebraban ya la eucaristía. Más tarde, se añadieron nuevas asambleas eucarísticas los martes y sábados. Por último, el proceso se cerró bajo el pontificado de Gregorio II (715-731), con la asignación de un formulario eucarístico para los jueves de cuaresma.

¿Por qué la ceniza?

Hacia finales del siglo V, el miércoles y viernes previos al primer domingo de cuaresma comenzaron a celebrarse cómo si formaran parte del período penitencial, probablemente como medio de compensar los domingos y días en los que se rompía el ayuno.

Dicho miércoles, los penitentes por la imposición de la ceniza, ingresaban en el orden que regulaba la penitencia canónica. Cuando la institución penitencial desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad cristiana: este es el origen del Miércoles de Ceniza o «Feria IV anerum».


El proceso de alargamiento del período penitencial continuó de forma irremediable. Esta anticipación del ayuno cuaresmal no es una práctica exclusivamente romana: se encuentra también en Oriente, y en diversas regiones de Occidente.

Probablemente se trata de una praxis originada en la ascesis monástica y más tarde propagada entre la comunidad cristiana, aunque resulte difícil conocer sus características.

¿Por qué los cuarenta días?

El significado teológico de la Cuaresma es muy rico. Su estructura de cuarentena conlleva un enfoque doctrinal peculiar.

En efecto, cuando el ayuno se limitaba a dos días —o una semana a lo sumo—, esta praxis litúrgica podía justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la ausencia del Esposo, o por el cli­ma de ansiosa espera; mientras que el ayuno cuares­mal supone desde el principio unas connotaciones propias, impuestas por el significado simbólico del número cuarenta.

En primer lugar, no debe pasarse por alto que toda la tradición occidental inicia la Cuaresma con la lectura del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el período cuaresmal constituye, pues, una experiencia de desierto, que al igual que en el caso del Señor, se prolonga durante cuarenta días.

En la Cuaresma, la Iglesia vive un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y de prueba. Así lo manifiestan también los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel por el Sinaí.

Otros simbolismos enriquecen el número cuarenta, como se advierte en el Antiguo y Nuevo Testamento. Así, la cuarentena evoca la idea de preparación: cuarenta días de Moisés y Elías previos al encuentro de Yahveh; cuarenta días empleados por Jonás para alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús antes del comienzo de su ministerio público. La Cuaresma es un período de preparación para la celebración de las solemnidades pascuales: iniciación cristiana y reconciliación de los penitentes.

Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el número cuarenta como expresión del tiempo de la vida presente, anticipo del mundo futuro. El Concilio Vaticano II(cfr. SC 109) ha señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para la Pascua en un clima de atenta escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.

El período cuaresmal concluye la mañana del Jueves Santo con la Misa crismal —Missa Chrismalis— que el obispo concelebra con sus presbíteros. Esta Misa manifiesta la comunión del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de Cristo. Durante la celebración se bendicen, además, los santos óleos y se consagra el crisma.

El tiempo de Cuaresma se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la cena del Señor exclusive. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los viernes de Cuaresma se observa la abstinencia de carne. El Viernes Santo también se viven el ayuno y la abstinencia.

Fuente: primeroscristianos.com

jueves, 3 de marzo de 2016

MIRADAS SOBRE EL CRISTIANISMO - CARLOS A. VALLE

UNA NUEVA Y VIEJA MIRADA 
SOBRE EL CRISTIANISMO

                                    
por Carlos A. Valle (*)


Emmanuel Carrère [1], el novelista y ensayista francés, en su último libro “El Reino” antes de desarrollar su particular visión del relato evangélico, arranca con una personal experiencia circular que parte de su posición de no creyente, a creyente apasionado para finalmente volver a un cierto escepticismo.

Se puede decir que se trata de un recorrido con fuertes acentos de carácter intelectual. Con el ropaje de su propia racionalidad, elaborada para narrar sus experiencias genuinas de conversión, no hace más que describir una comprensión más tradicional de la fe sobre lo que significa y cómo se exterioriza.

Este circular recorrido religioso, que domina esta primera parte llamada “Una crisis” puede ser considerada aisladamente, porque no vuelve sobre esa experiencia salvo una referencia al final de su extenso trabajo, donde se mezclan el ritual del lavado de pies con una práctica de encuentro  comunitario.

De todas maneras se puede considerar que le caben, al menos, dos posibles lecturas. Por un lado, un aporte tangencial a lo que intenta compartir, como un encuadre que de valor a su argumentación. Por otro lado,  por la referencia a los variados comentarios personales, que ha conservado en muchos cuadernos a lo largo de varios años sobre sus lecturas bíblicas, a los cuales recurre con frecuencia y se ofrecen como una garantía de autenticidad.

Es indudable que Carrère ha leído y estudiando los textos bíblicos a los que alude. Pablo y Lucas son los dos personajes que mayormente le atraen. Confiesa que no intenta novelar los hechos, pero no puede evitar hacer una lectura interpretativa de lo mencionado en los textos neotestamentarios ampliando en su visión acontecimientos a los que les da una interpretación peculiar. En buena medida, y cuando lo hace lo explicita, no hace más que tomarse la libertad que durante siglos se han arrogado los intérpretes de los textos bíblicos.

Llegado a este punto se abre un planteo que ha marcado la comprensión de cualquier hecho que se procura comunicar, y que tiene que ver con la complejidad que va de la comprensión del hecho en sí, pasando por la versión de los testigos hasta la muy variada, y muchas veces contradictoria, interpretación de lo sucedido. No resulta ajeno recordar lo que Nietzsche afirmaba que “no hay hechos sino interpretaciones”.

El mundo moderno de la comunicación ha entrado en un complejo esquema de comprensión de hechos, donde ronda la imaginación de lo sucedido, el muy estudiado uso del lenguaje, la importancia del silencio, la renuencia a la necesaria retractación donde correspondiere y a la reiteración de sospechas donde las cosas no sucedieron pero pudieron haberlo sido.

Entrar en este mundo reclamará un análisis más detallado y profundo que puede ayudar a desentrañar hasta dónde es posible conocer lo sucedido, cómo considerar la ficción como intento de comprensión y mucho más. Se entiende que es importante tener esto en cuenta para comprender lo que Carrère buscar compartir y está muy emparentado con toda interpretación bíblica que no está exenta de tal escrutinio.

Si bien se podría no concordar con lo que este libro comunica habrá que reconocerle la validez de su libertad para hacerlo. Hacer un reclamo de autenticidad sobre temas que están más cercanos a los mitos, frutos de elaboraciones desarrolladas por imperio de necesidades religiosas, no pueden limitar los planteos de quienes genuinamente tienen la libertad hacerlo.

No importan sus conclusiones o los abusos que pudieran manifestar, siempre serán un aporte a nuevas visiones y nuevas cuestionamientos. Bastaría recordar las críticas que debió soportar José Saramago con su apreciable  “Evangelio según Jesucristo”.

Aunque hay mucha riqueza en el libro de Carrère solo se mencionarán algunas ideas claves que son las más llamativas y que están relacionadas con dos personajes claves, el Apóstol Pablo y el Evangelista Lucas.

Pablo aparece como una especie de francotirador que, a partir de la experiencia de un encuentro excepcional con Jesús en Damasco, reclama el título de Apóstol. Pablo centra su predicación en elucubraciones de dimensión trascendentes con relieves que hacen de la figura de Jesús un ser celestial exento de connotaciones respecto de su ministerio. Considera que a Pablo no le interesaba conocer detalles de la vida y los mensajes de Jesús. Este es un argumento con evidente sustento ya que, a pesar de sus muchos contactos y no menores conflictivos con el grupo de creyentes liderados por los apóstoles Santiago y Pedro, jamás en sus escritos hace mención a hechos concretos de la vida de Jesús, salvo los que tienen que ver con la muerte y resurrección y en un ya establecido ritual para la celebración de la Cena del Señor.

Carrère, quien reiteradamente se niega a aceptar la resurrección de Jesús, subraya la autoridad con que Pablo se dirige en sus cartas a las diversas comunidades con las que ha establecido relación. Al mismo tiempo, deja ver la turbación que le provoca que uno de sus argumentos, centrado en el inminente fin de los tiempos durante su generación, no se realizara.

Subraya en su libro la ruptura de Pablo con las imposiciones de la Ley judía. Acentúa las discrepancias sobre la dependencia de las tradiciones religiosas judías en la conformación del cristianismo. Esta liberación que manifiesta Pablo, él la corrobora mencionando que Dios les ha dado “una Ley llena de prohibiciones que le impiden congeniar con los demás pueblos.”

Lucas le resulta un personaje muy atractivo porque siendo médico se vuelve un escritor y siendo griego adhiere a la prédica de Pablo. “Cuando me cuentan una historia me gusta saber quién me la cuenta”, por eso Carrère cree que lo que finalmente va a escribir es una biografía de Lucas.

Para hacerlo traza un cuidadoso recorrido de la vida de este evangelista y lo abunda con un vasto número de referencias históricas y geográficas que tienden a dar más validez a sus propias ideas. Hay que reconocer que, en varios momentos, indica que va a proponer ciertas teorías que son parte de sus suposiciones. Allí no puede evitar resaltar la importancia de su pensamiento.

Carrère trata de hacer una diferenciación entre el Lucas que escribe Hechos y el que redacta el Evangelio. Reconoce que en el Evangelio se han incorporado tradiciones que eran conocidas, sobre hechos y dichos de Jesús, y le hace imaginar a Lucas que no serían del agrado de Pablo. A esta tradición recibida ha añadido sus propios aportes, las confidencias de la madre Jesús y, especialmente, la conocida parábola, mal llamada del “hijo pródigo”.

Las referencias bibliográficas que sostienen su trabajo son casi nulas, salvo una reiterada mención a Joseph Ernest Renan el filósofo, filólogo e historiador francés (1823-1892) quien desde el racionalismo contribuyó en su época a la búsqueda del Jesús histórico, búsqueda que sigue involucrando hasta hoy a muchos teólogos e investigadores con resultados siempre controvertidos. En su “Vida de Jesús”, lo considera como un “anarquista” lo que le acarreó su expulsión del Collége de France considerándolo como un  “blasfemo europeo”.

Salvo referencias históricas el nombre y las ideas de Renan no despiertan demasiada atención. Hay muchas otras aproximaciones al tema del Jesús histórico mucho más discutibles pero son totalmente ignoradas en este libro. Por ese motivo llama la atención que Carrère haya puesto tanto interés en resaltar el aporte de Renan y solazarse en recurrir a su trabajo.

Carrère muestra ser un autor que trabaja seriamente sus temas. Se supone que no reclama una particular originalidad en su propuesta, más bien un ejercicio intelectual que ha mezclado con sus propias contradicciones y conflictos espirituales, y no oculta la marcada alta valoración que se atribuye a sí mismo, porque creyendo ser un “hombre inteligente, rico, de posición”, no obstante en este libro  mantiene una distancia porque entiende que los valores que se atribuye pueden constituir “impedimentos para entrar en el Reino.”

Dejando de lado todo lo que describió en su recorrido, más bien se refugia en una visión religiosa que entiende que la vida eterna se mueve por premios y castigos, lo que pareciera darle cierta confianza personal. Porque, considera “Con todo lo he intentado.” + (PE)

[i]  Emmanuel Carrère, El Reino, Anagrama, Buenos Aires, 2015

(*) CARLOS VALLE ES PASTOR DE LA IGLESIA EVANGÉLICA METODISTA ARGENTINA Y EX-SECRETARIO GENERAL DE LA WACC (ASOCIACIÓN MUNDIAL PARA LA COMUNICACIÓN CRISTIANA).

FUENTE: PRENSA ECUMÉNICA