por Marcelo Speranza
“Hay un pájaro que se llama regenpfeifer1. Estos seres aparecen
cuando una generación
se ve amenazada por una tempestad. Así soy yo”.
Sören Kierkegaard. Diario
(1845)
I. ¿Quién fue Federico
Nietzsche ?
Al igual que Kierkegaard, Nietzsche fue uno de los
anunciadores de las amenazas que se cernían sobre la vida del hombre en la
tierra.
Cuando el eclipse de dios aún no era percibido, él,
fllósofo-poeta como el danés, se situó solitariamente para contemplar la
crepuscularidad que echaba la sombra terrible del dios-padre asesinado por los
hombres, adentrándonse con su magistral penetración psicológica en el corazón
de las tinieblas.
Al límite de las fuerzas humanas, fisiológicas y mentales,
este destructor de ídolos, maestro en el arte de poner frente al espejo los
valores establecidos y ver su imagen invertida, escándalo de iglesias y
religiones cristalizadas, dio cuenta de la larga tarea llevada a cabo por los
envenenadores de la vida por domesticar el instinto.
Fue, sin dudas, un singular,
categoría (o estado vital, diría él) poco común de hombre. “Yo soy un destino”,
afirmó. Y no dejó de dar testimonio de ello.
El hombre-Nietzsche habló y gritó cuando el
dios-padre-garantía se desmoronaba. Convocó, entonces, a las fuerzas vitales.
El santo decir ‘sí’ de Zaratustra se dirigió a la creación
de un mundo nuevo.
II.
Nietzsche, buscador
“La filosofía, tal como yo la he entendido y vivido hasta
ahora,
es vida voluntaria en el hielo y las altas montañas,
búsqueda de todo lo problemático y extraño en el existir,
de todo lo proscrito hasta ahora por la moral”.
Los caminos a recorrer en la búsqueda filosófica son
infinitos.
Sin embargo, las actitudes ante esa búsqueda son,
básicamente, dos: a veces se sabe desde donde partir, pero no se tiene una meta
prefijada.
Otras, se cree tener un lugar desde donde iniciar el
recorrido, se cree conocer el camino -se marcha con seguridad- y se cree que la
meta está ahí, al alcance del conocimiento.
Los primeros son los buscadores y merecen ser llamados escépticos, y -por qué no-, creadores.
Los segundos, son los amigos de las demostraciones, el
concepto, el método y la lógica.
De éstos, Nietzsche está a años-luz.
Su vida-obra es ruptura, brecha definitiva entre la realidad
-ambigua, confusa, inasible- y sus representaciones, alejadas del pathos impulsor.
Nietzsche mismo es el pathos
frente a las claudicaciones de la ratio, contradicción
viviente, sentimiento trágico de la vida.
III. Nietzsche,
descubridor
Si el primer motor inmóvil de un visionario es su propia
energía, el dominio vital del hombre-Nietzsche estuvo puesto en recuperar la
unidad de la existencia, quizás empezando por la suya, sometida a las
dictaduras de los dualismos en los que fue educado. Sin dudas, la gran tarea.
En abierta contradicción con el mundo burgués y puritano, el
pensador descrubrió que clase de enfermedad mortal asolaba la vida: la moral
filistea de los envenenadores que se sucedieron a lo largo de la historia; la
Verdad -así con mayúscula, la razón (logos) enemiga del instinto vital, la
metafísica y las abstracciones convertidas en categorías, tan proclamadas por
los apóstoles de la decadencia. En suma, los ideales.
La fuerza del instinto lo llevó, también, a “encauzar la
ruina de modo que ésta posibilite al más fuerte una nueva forma de existencia”.
Este fue el ethos que
sustentó su nihilismo activo.
IV.
Nietzsche, poeta
Si la poesía, tal como la concebía Baudelaire, es lucha
contra la iniquidad, no hay que dudar que el poeta-Nietzsche luchó hasta la
extenuación teniendo como arma la palabra original, la palabra mítica.
El indagador del presente y del porvenir, el ojo claro, el
itinerante viajero de la singularidad, supo del valor de los símbolos, las
imagenes, las metáforas, las parábolas y los signos para sugerir lo inasible de la vida, los
claroscuros de la existencia, la presencia de lo sagrado y elevado, la
extrañeza ante lo elemental.
La más alta lírica la encontró en Enrique Heine, que, como
Holderlin y el mismo Niezsche caminaron hacia la misma terra incognita llamada demencia.
Fue Heine quien le acercó
la imagen de la muerte de Dios, al que nombra como “ese Anciano” (...) al que hemos conocido desde su cuna en Egipto y al
cual hemos visto luego convertido en Palestina de un Dios Rey chiquito entre un
pobre pueblo de pastores (...) lo hemos visto emigrar a Roma y proclamar la
igualdad celeste de todos los pueblos. Lo vimos depurarse, espiritualizarse,
hacerse paternal, misericordioso, filántropo (...) ¡ Nada ha podido
salvarlo ! (...) ¿ No oís sonar la
campanilla ? ¡ De rodillas
!...Llevan los sacramentos a un Dios que se muere” 2.
En Así hablaba
Zaratustra, el poeta Nietzsche pregunta: “¿Hay
qué autorizarles acaso el oído para que aprendan a oír con los ojos?“3.
O afirma: “símbolos son todos los nombres del bien y del
mal, no expresan, tan sólo insinúan. Sólo el estúpido pretende arrancarles
saber”.
“Prestad atención hermano, a toda hora en que vuestro
espíritu quiere hablar a través de alegorías, tal es el orígen de vuestra
virtud”.
Nunca la palabra discursiva tendrá la eficacia de la palabra
poética.
Eficacia curativa, catártica, conmovedora.
El sonido alciónico de la poesía-Nietzsche es penetrante.
Pero se deberá tener oído para escucharlo.
V. Nietzsche, el
sabio, el inteligente, el que escribe libros
¿De veras creía el hombre-Nietzsche, el singular, el poeta,
que era sabio, inteligente y que
escribía buenos libros?
El aristócrata polaco -así gustaba autodesignarse para
humillar a los orgullosos germanos- era un gran burlador.
Algunos ensayistas han visto en la totalidad de su vida-obra
un desmedido intento de autoafirmación.
De todas maneras, es inútil interrogarse sobre si realmente
estaba convencido de esos atributos encarnados en sí-mismo.
En todo caso fueron recursos para interpelar a una época y
apelar al lado oscuro, al costado mítico, sumergido de la persona individual y
colectiva.
Sin embargo, tenemos aquí una paradoja.
El filósofo trabaja con el lenguaje y por lo tanto con la
lógica. Convengamos que no se trata de una lógica convencional, pero aún así, ¿cómo llegar al alma si el mensaje poético-filosófico no
puede dejar de estar dirigido a la conciencia, a la razón discursiva ?
Creer que Nietzsche trató de resolver o encontrar un atajo,
tirándonos a la cara ideas revulsivas, contradictorias, paradójicas, vividas o
sentidas por él antes que nadie, no es estar lejos de la verdad.
La tensión vida-obra Nietzsche es casi única en la historia
de la filosofía.
El trastocamiento de lo considerado central hasta ese
entonces en el mundo de los valores -el pasaje del logos al bios- es
absolutamente original, aunque no debiera olvidarse a Spinoza y su sistema
donde pasión y hambre de inmortalidad se derraman por los poros bajo una gruesa
capa de racionalismo.
Es la diferencia entre el no-vivir y el vivir.
Herido y gozoso del presente y
del porvenir, hipersensible, compasivo, íntimamente religioso y hasta
cristiano, Nietzsche adelantó el fracaso de un mundo no sustentados en las
pasiones e intereses vitales.
Como su maestro Jacabo Burchardt
que ve en los signos de los tiempos “un lamentable odio contra lo diverso y lo
múltiple”, Nietzsche ve cernirse la gran ola de “progreso”y “razón” niveladora:
la divinización de la uniformidad.
1.
Regenpfeifer. Anunciador de lluvias.
2. Enrique Heine, Alemania
3. Por qué soy tan
sabio, por qué soy tan inteligente, por qué escribo buenos libros se titula un capítulo de Eccehomo.
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