REPORTAJE A MIGUEL CANTILO REALIZADO POR MARCELO SPERANZA
EL 17 DE DICIEMBRE DE 1991
“DESCUBRÍ EN CARLOS
QUE HABÍA UN ACERCAMIENTO CON EL HOMBRE, QUE ERA LO QUE MÁS ME IMPRESIONÓ Y APASIONÓ DE ÉL”
P: ¿Cómo
y cuándo conociste a Carlos Mugica?
R: Lo conocí a través de una hermana mía, que era
muy amiga de Marta, la hermana del P.
Mugica. Primero, de oído, “por mentas”, como se dice. Un día sucedió algo muy
particular. Yo estaba por casarme y solía escuchar hablar del P. Mugica como una
persona evolucionada, no sólo en el aspecto político sino en el espiritual, que
a mi siempre me interesó mucho. Mi familia me presionaba para que me casara por
iglesia, pero yo a los 17 años había abandonado la práctica religiosa. No las
creencias básicas pero sí la práctica religiosa. Tenía 21 años y con mi futura
esposa pensabamos que no eramos católicos practicantes y estaba esa especie de
conflicto de aceptar la presión de la familia . Entonces decidimos consultarle
al P. Mugica para resolver nuestro conflicto, que era aceptar la presión de la
familia o no. Lo consultamos considerando que era la autoridad sacerdotal más
confiable que había en ese momento.
Fuimos a verlo a un cuartito, arriba de la casa de
su familia, en el ático del edificio. Nos atendió en muy cancheramente, como
era su manera de vivir, contra lo convencional que uno espera de un sacerdote,
vestido de civil. Me impresionó mucho el color de sus ojos, su mirada, su
actitud...Le confiamos la situación que viviamos con mi novia y luego de hablar
de temas generales, de política, temas sociales, recuerdo que nos preguntó
concretamente si creía en la religión, si creíamos en el rito, en el matrimonio
como sacramento. Yo le dije que no y mi mujer también. Entonces nos dijo: “No
se casen por iglesia. Es inútil, no se gasten”. Eso me dio un alivio muy
grande, me resultó un esclarecimiento porque era tan sencillo y venía de la
boca de un sacerdote que me desató muchos nudos que tenía en relación con la
religión. A partir de ese momento comencé a seguirlo en su actividad y después
me acerqué al trabajo que él efectuaba en las villas.
P: ¿Lo
conociste más profundamente trabajando con él en las villas?
R: Mi actual esposa, Silvina, trabajó con él
ayudándolo en las villas, efectivamente en la villa de Retiro. A través de esa
relación y del predicamento que tenía su trabajo, acerqué la parte musical a su
villa. Llegamos a realizar dos o tres festivales inolvidables para mí para los
que participaron. Recuerdo especialmente uno que se realizó un dia patrio de
los bolivianos (en la villa había una gran cantidad de bolivianos). Se habían
vestido con ropas típicas. Habíamos subido para cantar al techo de una de las
pocas casas de material que había en la villa, habíamos improvisado un
escenario. Cantaron, si la memoria no me falla: Roque Narvaja, Pedro y Pablo y
el trío que hizo una zapada rockera: Spinetta, Pappo y Pomo. Piero estaba
relacionado con el P. Mugica, pero no había asistido. Me acuerdo de ellos y de
otros que quizás omita.
Después de ver bailar a los bolivianos con sus
gorros tan típicos, el P. Mugica tomó el micrófono y les dijo que siempre se
mantuvieran juntos, unidos porque el pueblo unido jamás será vencido.
Yo lo veía esporádicamente. Mi trabajo se “tocaba”
con el de él, en ese tipo de ayuda que podíamos darle actuando, haciendo música
para algún evento. Era la ayuda que le acercabamos. No tengo un contacto
cercano personal como para un anecdotario más útil
P: ¿Porqué decís que Carlos Mugica era un cura no convencional ?
R: Yo te estoy hablando del año ‘70-’71. Yo había
estudiado en un colegios de curas convencionales, con sotana, actitud
sacerdotal convencional, lo contrario a Carlos Mugica.
El P. Mugica era un sacerdote que estaba cerca del
hombre. Vestía como hombre. Se movía como hombre y no como sacerdote.
En ese momento el sacerdote convencional estaba
separado del hombre. Yo me había acostumbrado a ver -en mi infancia jugaba al
fútbol en una sede de la Acción Católica-
a sacerdotes detrás de sus sotanas, un poco como
marginados de la actividad social, como unos personajes con una categoría
aparte.
Descubrí
en Carlos que había un acercamiento con el hombre que era lo que más me
impresionó y apasionó de él. Lo tomé como modelo en su ‘profesión’, como un
modelo del aggiornamiento, de la capacidad de situarse dentro de la realidad histórica
del momento y de abandonar poses y tics que eran propias de cierta categoría
clerical muy impuesta en el país, que era parte del pasado. Su actitud era
revolucionaria, políticamente y en su diario vivir..
Eso fue lo que mas me impresionó del P. Mugica y
fue también lo que me empujó a escribir una de las canciones más importantes de
mi repertorio y que suele pedirme la gente, una canción que ya tiene veinte
años: Padre Francisco inspirada en el
P. Mugica. La canción habla de un
sacerdote, no porque el personaje fuera Carlos sino que era lo contrario de él,
pero que había que estimular para que se jugara al modelo. Haber visto a Carlos
era como el paradigma de lo que tenía que ser un sacerdote tercermundista, un
sacerdote de nuestro tiempo.
En Padre
Francisco yo me refería a todos los sacerdotes jóvenes que yo había
conocido en la Acción Católica. Era un modelo obsoleto de sacerdote, con sotana
larga, ajeno a los cambios de nuestro tiempo y a las luchas sociales. La
canción los instaba a transformarse en un Carlos Mugica.
P:
Además de modelo de sacerdocio, ¿qué representó para vos Carlos Mugica?
R: Además de modelo de sacerdote, representó un
ejemplo de lo que se logra cuando la fe se transforma en un arma de lucha
práctica, real, cotidiana y no una entelequia filosófica o una especie de
ideología inaplicada. Para mí, lo más meritorio del trabajo de Carlos Mugica
fue la aplicación del Evangelio en lo cotidiano, el realizar tareas de ayuda al
necesitado, organizarlos. Tal vez sea discutible desde distintas corrientes de
opinión, los medios, los caminos políticos que eligió. Tal vez sean debatibles.
A lo que no puede restarse méritos es a la aplicación práctica que él le dio a
la palabra del Evangelio. A esa realidad operativa de poner manos a la obra, de
organizar a la gente más necesitada y darles una satisfacción a sus necesidades
postergadas: reparto de ropa, medicamento, alimentos, elementos inalcanzables
para quienes no tienen posibilidades económicas.
La facilitación del acceso a todo eso, fueron ítems
que supo manejar de una manera muy eficiente. Yo lo sé porque mi esposa estuvo
cerca de él y solemos recordar la manera operativa con que se manejaba. El P. Mugica ponía en práctica lo que otros
hablan en teoría y muere en una mesa de café o en un púlpito o en un libro,
pero que no se hace realidad.
P: ¿Qué
sentiste en el momento de su muerte?
R: Sentí algo parecido a lo que sentí
-paradójicamente- diez años después con la muerte de John Lennon aunque no
tenga nada que ver un personaje con el otro. Sentí esa sensación de que hay
gente que tiene una calidad humana que a veces no corresponde a la realidad
planetaria en que vivimos; excede los límites de lo permitido en un planeta
como este.
Lo primero que sentí fue una asociación con el
martirio, con un mártir. Que su muerte era la de un mártir más en la historia
de las religiones. Un mártir que abogó por una idea que en ese momento era
demasiado jugada y tuvo sus consecuencias.
Me dolió mucho. Pero creo que cuando un mártir
muere siempre es un poco como Cristo, que muere sabiendo que tenía que morir.
El era conciente que estaba permanentemente acechado y creo que vino a cumplir
una meta, enviado más allá de nuestros mezquinos parámetros históricos, a
cumplir una función que no solo cumplía en vida, sino que sigue cumpliendo a
través del trabajo como el de ustedes , que lo hace vigente y que va a seguir a
través de las décadas, porque ya es un
personaje histórico,como tantos próceres de nuestra historia.
P: ¿No percibiste que con su muerte se cerraba una etapa?
R: El sembró una simiente. Eso es lo importante. A
veces no se ve la consecuencia inmediata, el crecimiento, pero tanto en los
laicos como en el clero joven, su trabajo ha ido fermentando. Lo que parecía
que podía haberse interrumpido, en un
momento en que sentimos que muchas cosas se marchitaban y se interrumpían, yo
se que hay sacerdotes que siguen su ejemplo y continúan su línea de trabajo.
Lo rescatable es la actitud de Carlos: el
sacrificio, la entrega, la abnegación con la que trabajó. Y eso es lo que lo
hace más vigente, lo que lo eterniza.
Se agiganta más su trabajo el haber muerto mártir
de las Tres A y lo proyecta hacia el futuro.
P:
Tantos años después de su muerte, ¿qué ocurre con la figura de Carlos Mugica?
R: Creo que se ha ido acrecentando su imagen en la
medida que las enormes sordinas y mordazas que impone el sistema, por
conveniencias, han hecho de su imagen histórica algo marginal. Creo que está
saliendo de la marginalidad para insertarse en la historia cercana más próxima.
Esa historia se va escribiendo todos los días, no
es una historia que esté autorizada ni revisada. Es una historia muy cercana.
Su figura se va agigantando sobre todo si vemos los
problemas reales que tiene la Iglesia Católica para acercarse a su pueblo; la
interferencia de iglesias ‘intermedias’, desprendidas del Evangelio y
saliendole al cruce al catolicismo y ‘secuestrandole’ feligreses como una
respuesta a una falta de acercamiento de la Iglesia Católica . El vacío que
tendían a llenar sacerdotes como Mugica y otros tantos que intentaron seguirlos
y quedaron en el camino, también mártires. El trabajo de Carlos acercaba la
iglesia al pueblo. Al escindirse esa aproximación se produce la presencia de
sectas, de cultos alternativos, algunos hasta grotescos que llena vacíos que
tiene el hombre común. La iglesia necesita ahora de sacerdotes como Carlos
Mugica para recuperar la feligresía perdida.
Tal vez haya que revisar muchas de las actitudes
clericales porque lo que todos creemos es en el acercamiento del hombre a Dios,
del hombre común a la palabra de Dios, no a una ideología ni a un partido. Hay
que revisar lo que se hizo con la imagen de Mugica y lo que todavía se puede
hacer para reinvindicarlo.
P:
Querés agregar algo, una última reflexión...
R: No, simplemente decir que los poetas y los
cantores tratamos de sintetizar los sentimientos y las ideas a través de textos
y canciones. Yo no puedo a través de este libro cantarte una canción, pero sí
puedo dejarte unas palabras que me surgieron al enterarme que él había muerto.
Escribí esta Elegía para Carlos Mugica, que es mi homenaje más sentido para
alguien que me enseño mucho y que creo dejó huellas imborrables en su pueblo.
Hace cuarenta años, un 11 de
mayo de 1974 el padre Carlos Mugica, figura y símbolo del Movimiento de
Sacerdotes del Tercer Mundo, era asesinado por una banda paramilitar cuando salía de la parroquia San Francisco Solano, en el barrio de Mataderos, luego de oficiar misa.
Así lo
recordaba Miguel Cantilo, poeta y juglar, desde algún bar de Buenos Aires.
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