El mal en Sören Kierkegaard
Verónica Andrea Ruscio
Kierkegaard
no fue un filósofo sistemático, de hecho se manifestó en contra de los
sistemas. Pero vemos que en sus obras están presentes algunos temas centrales
como la libertad, la persona, la nada y lo absoluto, la angustia, la
desesperación y el pecado.
El tema del mal no fue tratado explícitamente como
tal por el filósofo pero es evidente que en los temas arriba citados está el
sustrato del mal. El tema del mal está muy relacionado con su concepto de
persona y de libertad por lo que no se puede hablar del uno sin hablar de las
otras. Por eso, primero analizaremos estos últimos conceptos para poder
comprender el mal.
2. Algunos datos sobre
Kierkegaard
Sören Kierkegaard nació en Copenhague el 5 de
mayo de 1813. Físicamente era jorobado y algo deforme; tenía una pierna más
larga que la otra. Su padre era un rico
comerciante y un estricto luterano, cuya tenebrosa piedad, dominada por un
sentimiento de culpa, y fantasías morbosas influyeron y obsesionaron a
Kierkegaard.
Estudió teología y filosofía en la
Universidad de Copenhague (1830), donde conoció la filosofía hegeliana, contra
la que reaccionó con apasionamiento. En la universidad abandonó el
protestantismo luterano y durante un tiempo llevó una extravagante vida social,
en situaciones conflictivas y atormentadas, convirtiéndose en una figura en los
teatros y cafés de Copenhague.
Concluyó sus estudios hacia 1841 con la
redacción de una tesis sobre el concepto de ironía.
Tras la muerte de su padre en 1838,
Kierkegaard tuvo una profunda experiencia religiosa que lo llevó a intensificar
su dedicación y concentración en problemas religiosos. No en vano su filosofía
se ha caracterizado como un existencialismo cristiano. En 1840 se comprometió
con Regine Olson, de 17 años, pero muy pronto se dio cuenta de su incapacidad
para aceptar ese vínculo a causa de su naturaleza melancólica y de su vocación
filosófica. Rompió el compromiso
matrimonial en 1841, pero este hecho fue muy significativo para él ya que le
enseñó a ser poeta y escritor, porque liberó en él la primera ola impetuosa de
su actividad estética y aludió al mismo repetidas veces en sus libros. En esa época se dio cuenta de que no quería
ser un pastor luterano.
La herencia recibida de su padre le permitió
dedicarse por completo al pensamiento filosófico y durante los 14 años que
vivió tras este episodio escribió más de 20 obras.
La filosofía
del danés tiene tres características básicas que deben ser tenidas en cuenta:
está encuadrada dentro del romanticismo, es mayormente una respuesta a Hegel y
está teñida por una introspección marcada por la propia historia de
Kierkegaard. Esto hace presente ese subjetivismo (que no es relativismo) del
que tanto habla, la lucha para restaurar la existencia (lo concreto) frente a
lo absoluto de Hegel, la lucha por reivindicar la libertad perdida en la marcha
de la conciencia y la presencia del pietismo, la melancolía y la culpa,
productos de su propia experiencia personal.
3. El hombre y la elección de la vida
En sus
primeros trabajos, Kierkegaard dice que hay dos tipos de vida, que llama
estético y ético. Más tarde, cuando Kierkegaard ha madurado su teoría, son tres
los estadios fundamentales en el camino de la vida: las esferas de existencia
que marcan un itinerario individual: el estético, el ético y el religioso.
Al estético,
sin embargo, le da un significado diferente del que usualmente le damos, quiere
decir lo inmediato y sensual que es el punto inicial de vida de todo hombre.
Una vida
basada en el plano estético lleva sólo a la desesperación. Porque según la
opinión de Kierkegaard, el hombre lleva en sí algo más que no será satisfecho
por una vida sensual. Este algo más es lo eterno. El hombre está hecho de
partes diversas y opuestas. Él es una síntesis de cuerpo y espíritu, de
temporal y eterno, de finito e infinito, de necesidad y libertad. Es característico
del estético, sin embargo, que pone demasiado énfasis en una parte de la
síntesis: lo corporal, lo temporal, lo finito y lo necesario. Sin embargo la
otra parte no es por ello para nada menor y continuamente se hace sentir por la
ansiedad.
El término que
mejor describe este llamado del espíritu en el mundo sensual es la angustia. La
angustia es una indicación de que el hombre tiene lo eterno en sí mismo. Sin lo
eterno no habría angustia.
Pero el
hombre que ha sentido la angustia dentro de él y que todavía persiste
obstinadamente en tener una existencia en la esfera sensual, terminará en la
desesperación.
Pero el
hombre que a través del llamado de la desesperación ha sentido la ineficiencia
de una vida en la esfera estética y en la desesperación, y no permanece allí,
es suficientemente maduro para elegir algo más y entrar en la esfera ética.
Esto es indicado por el hecho de que lo eterno ha afirmado su reclamo en el
hombre quien no sólo lo acepta sino que cree en la posibilidad de realizar los
reclamos éticos en lo temporal, en el mundo de los sentidos.
El esteta
vive inmediatamente la relación con la vida como placer y como representación
del placer. Su esfera es
el juego, la imaginación y su vida es como un teatro. Kierkegaard representa al
estético en los mitos literarios de Don Juan y Fausto y en el personaje del
seductor Juan, que el filósofo crea fundiendo elementos de la propia
experiencia autobiográfica. Don Juan (de
Mozart) representa el poder y el placer de la seducción inmediata, que alinea
sus conquistas, una junto a la otra, como una sucesión indefinida de instantes,
es la pura fuerza del eros.
Fausto,
según la interpretación de Kierkegaard, encarna en cambio el juego del
conocimiento, el pacto demoníaco con Mefistófeles obliga a Fausto a la búsqueda
sin descanso del conocimiento absoluto y también a dudar de todo, a no poder
detenerse frente a alguno.
También Fausto es seductor, pero
de una sola mujer, Margarita, ya que en el poder absoluto sobre una mujer, que
él conquista gracias a su superioridad intelectual, él encuentra “un momento de
presente”, un “instante de reposo” frente a la nada que lo amenaza y que su
escepticismo le propone continuamente.
Juan,
finalmente, se coloca, en el arco de la seducción estética, en el polo puesto
con respecto a Don Juan: su diario, El diario de un seductor, que hizo célebre
a Kierkegaard, narra la trama sutil en la que él envuelve a la joven Cordelia
para conquistarla y abandonarla después. La seducción deviene acá escritura,
forma literaria.
Juan no goza
del poseer, sino de la representación de la conquista. Evita la posesión porque
el éxito de la seducción pone fin al placer, implica en cierto modo
comprometerse con la realidad, mientras que lo que interesa es la idea, la imaginación.
La categoría
estética en la que vive Juan es una categoría de la reflexión porque en ésta el
sujeto no está atento a los contenidos sino a los modos, no vive y no goza de
las cosas sino de su anticipación y su recuerdo.
Juan
transforma su deseo y su seducción en una obra de arte. No satisfaciendo más
que en idea, no traduciéndose nunca en la realidad, su deseo puede permanecer
indefinidamente abierto. Juan representa la vida estética en su grado más
refinado y más alto.
El esteta
está privado de un contenido real, de la propia subjetividad: existe solamente
en la imaginación porque no se ha elegido nunca a sí mismo en la realidad. Él vive en
el horizonte de la posibilidad infinita sin concluir jamás el movimiento de la realización. Su
personalidad está por eso dispersa en la multiplicidad, la unidad de su Yo es
ilusoria y evanescente. No se revela
nunca al mundo, no arroja nunca la máscara: se representa y se muestra como un
enigma, del cual él mismo queda prisionero constantemente.
Su vida está
privada de duración porque se agota en la fijeza de los instantes que
sucesivamente se van disipando. Él se queda en lo que ya es, sin poder devenir. Así, la libertad pierde sentido,
deja de ser libertad. Porque el simple pensar me presenta varias maneras de
actuar. Una cosa es la reflexión sobre
el actuar pero en sí misma la pura reflexión no es decidir. Abre sólo el
abanico de posibilidades.
El acto de elegir es optar por
una posibilidad, corto de alguna manera la reflexión, rompo la cadena de la
reflexión. La voluntad libre consiste
precisamente en la elección y en la realización de lo elegido. La vía estética
de la vida es un hedonismo refinado, que consiste en una búsqueda de placer y
el cultivo de la apariencia y las formalidades. El individuo que ha seguido la
vía estética busca la variedad y la novedad en un esfuerzo por evitar el
aburrimiento pero al fin tiene que enfrentarse a éste y a la desesperación.
El camino de la vida ética
implica un intenso y apasionado compromiso con el deber y con obligaciones
sociales y religiosas incondicionales. La vida ética está caracterizada por la
seriedad y consistencia de las elecciones morales. Aún una persona virtuosa
puede eventualmente cansarse de ser siempre dedicada y meticulosa. Mucha gente
experimenta una suerte de reacción de fatiga en su vida. Algunos recaen en una
vida reflexiva sobre su estadio estético. Pero otros hacen un nuevo salto hacia
el estadio religioso.
En sus
últimos trabajos, como Estudios en el camino de la vida (1845), Kierkegaard
percibe en este sometimiento al deber una pérdida de responsabilidad individual
y propone un tercer nivel, el religioso, en el que uno se somete a la voluntad
de Dios, pero, al hacerlo, encuentra la auténtica libertad. A continuación
incluimos un cuadro sobre los tres estadios como síntesis del tema.
Estadios
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Escalas en el ser personal
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Características
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Estético
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Existencia
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El hombre
se conforma con una vida placentera exenta de dolor y de compromiso. La preocupación aquí es arrancarle a la
existencia el máximo placer posible, aunque después desemboque en la
nostalgia, la insatisfacción o el anhelo de vivir pasados goces. Lo bueno para el esteta es todo aquello que
es bello, que satisface o que es agradable.
Este hombre vive enteramente en el mundo de los sentidos y es un
esclavo de sus propios deseos y estados anímicos.
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Ético
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Ser en sí
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El hombre
se afirma cada vez más en el amplio tejido de las relaciones humanas, el
hombre descubre en sí mismo la verdad, que es la subjetividad. En este estadio se manifiesta el
sentimiento de responsabilidad ante compromisos adoptados. El individuo se decide por el matrimonio, por
una profesión o una actividad social, etcétera.
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Religioso
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Trascendencia
|
Éste es el
estadio al que se llega mediante una relación subjetiva muy personal y
auténtica con Dios por medio de la fe.
Representa el paso definitivo que tiene que dar el hombre. Sólo si renuncia a sí mismo, para superar
las limitaciones que la realidad le impone, accede a lo trascendente, a Dios
y a la verdadera individualidad.
La persona
es tal, piensa Kierkegaard, por estar delante de Dios, por ser existencia
dialogada entre el yo humano y el Tú de Dios.
El hombre es verdaderamente persona cuando sale al encuentro de Dios,
que es el Trascendente, el Tú. Sólo en
referencia a Él puede hablarse del ser personal del hombre.
|
4. La angustia
El concepto de la angustia se ocupa de la
sexualidad, tomada como el elemento constituyente en el concepto de pecado
original. La angustia es el sentimiento que aferra y
domina al hombre cuya síntesis se ve amenazada por el hecho de que un aspecto
–el cuerpo, lo temporal, lo necesario – está tomando el control. La angustia es una voz de alarma, aunque
puede ser también la tentación para un nuevo pecado.
“El hombre no es consciente de la culpa
porque peca, sino que peca porque es consciente de la culpa” dice con palabras
muy cercanas a Freud.
El hombre que, a través de la voz de la
angustia, se ha dado cuenta de la ineficiencia de la esfera estética y sensual,
ha alcanzado la madurez para elegir algo más e ingresar en la esfera ética.
Pero ocurre lo mismo en la esfera ética: debemos distinguir entre distintos
estadios.
En el más bajo el hombre todavía
piensa que solo encontrará las exigencias de la eternidad en el mundo temporal.
En el estadio más alto, el hombre ético ha descubierto qué poco puede lograr
por sus propios esfuerzos. El hombre que se ha dado cuenta de esto se ha
convertido en suficientemente maduro como para cruzar de la esfera ética a
la religiosa, que está basada en este reconocimiento de la ineficiencia del
esfuerzo humano.
La paradoja
y el salto para llegar a la fe
La encarnación es ella misma una paradoja; en
parte porque significa la aparición de lo infinito en el tiempo que ninguna
mente humana puede terminar de comprender, y en parte porque Dios, libre de
culpa, debe ser absolutamente diferente del hombre, cuyo destino yace en la
falsedad desde que vive en el pecado.
Y una vez que nos encontramos ya ante la
paradoja, surge necesariamente un nuevo elemento, la fe. Kierkegaard desarrolló un concepto de veras
extremado de la fe: la fe en Dios es una obediencia que exige dejar a un lado
todos los conceptos humanos.
El hombre se encuentra entre dos
polos: la nada (el pecado) y lo absoluto (Dios). El hombre debe elegir entre la
nada y lo absoluto. El hombre decide de su ser, de su vida mediante su
libertad.
El ser del hombre oscila entre la nada de la
cual viene, la nada y el pecado que lo tira para abajo, que lo conduce a la
desesperación (por apartarlo de su fin) y la opción por lo absoluto, que es
Dios (tensión dialéctica). En cada instante de su vida, el hombre vive dentro de
él esta cierta oposición de optar por Dios.
La angustia es el resultado de esa tensión,
de tener que elegir. Esa tensión dialéctica que tiene el hombre
encuentra su cauce en Jesucristo, que es hombre y es Dios.
En Jesucristo se sintetizan tiempo y
eternidad. Entonces, en el seguimiento de Jesucristo está la solución para la
existencia humana. Lo que cada persona es depende de su
libertad, de lo que quiere hacer. El hombre no se salva si no es pegando el
salto de la fe, salto por el cual opta por Dios. Acá Kierkegaard dialoga con
Hegel: dice que no es una misma cosa religión y filosofía.
Hay una cierta ruptura entre ambas y por eso
hace falta un salto. Salto cualitativo entre lo que entiende la inteligencia
humana y lo que acepta por fe.
El punto de Arquímedes de la libertad es la
opción por el absoluto, desde allí se mueve todo. En Temor y
temblor (1846), Kierkegaard se centra en el mandamiento de Dios sgún el cual
Abraham ha de sacrificar la vida de su hijo Isaac (Gén. 22, 1-19), un acto que
viola las convicciones éticas de Abraham.
Éste da muestra de su fe al someterse al mandato de Dios, incluso aunque
no lo pueda comprender. Esta “suspensión
de la ética”, como lo llamaba Kierkegaard, permite a Abraham alcanzar un
auténtico compromiso con Dios. Para
evitar la desesperación última, el hombre tiene que dar un salto de fe similar
en una vida religiosa, que es en sí misma paradójica, misteriosa y se halla
plagada de riesgos. Uno está llamado a ello por el sentimiento de la angustia
que, en última instancia, es un temor a la nada.
Los hombres
que realizan el salto, escogen la fe al placer estético y al llamado de la
razón al deber. Y aunque
puede ser “terrible saltar en los brazos abiertos del Dios vivo”, como
Kierkegaard dice, “es el único camino a la redención.”
5. Conclusión
Para Kierkegaard el mal es la nada, la opción
por la nada, el no ejercer la propia libertad, el quedarse distraído con los
placeres, con el divertimento, con lo mundano. El mal es quedarse sólo en un
deber humano, en lo que hay que hacer según una ética de los hombres. Por eso
la necesidad del salto, el mal es no constituirse como persona frente a Dios,
no confirmar la propia existencia.
En cierta
forma, al pensar el hombre como síntesis de nada y absoluto, Kierkegaard está
pensando un maniqueismo. La nada y el absoluto son en alguna medida dos
principios opuestos en el hombre. La diferencia radica en que el hombre cuenta
con una voluntad, con una libertad que lo lleva a la angustia y a la
desesperación o a la redención. Está en el hombre definirse por alguno de esos
–llamémosle – principios. Si el hombre ignora el llamado de lo absoluto,
sentirá angustia y más adelante desesperación. Si el hombre se da cuenta de su
situación, entonces y sólo entonces realizará el salto y vivirá en la vía
religiosa.
De esta
manera, combatir el mal es ser más fuerte que esa nada, es llenar con la fe esa
muestra de lo absoluto que tenemos en nosotros que es la angustia. Y con este concepto, la libertad cobra un
valor gigantesco porque es ella misma la que nos puede hacer avanzar en los
estadios de la vida: nos puede hacer escalar del simple estado hedonista, de
ese estado de animales, al de la fe, al religioso. Y es notable que la base de
la salvación del hombre radica en el hecho de elegir, no cualquier cosa sino
esto o aquello con compromiso, porque cada acto nos constituye, cada acto nos
hace quedarnos o no en estadios inferiores, nos hace avanzar hasta los brazos
de Dios.
6.
Bibliografía
Fuente
primaria
Sören Kierkegaard, Diario, tomo I, a cura di Cornelio Fabro, Brescia,
Morcelliana, 1962
Fuentes
secundarias
Libros
A.A. V.V., Gran Acta 2000. Filosofía y Psicología, Madrid, Ediciones Rialp,
1991
Gaarder, Jostein, Sophie’s world, New York, Berkley, 1996
Hirschberger, Johannes, Breve historia de la filosofía, Barcelona, Herder,
1993.
Internet
http://www.pagesz.net/~stevek/intellect/kierkegaard-i.html
(Lectures on Modern European Intellectual History. Sören Kierkegaard,
1813-1855.)
http://www.webcom.com/kierke/ (Kierkegaard on the
Internet.)
http://www.evo.it/riccati/decadent/autori/kierkega.htm
(Il
decadentismo. La filosofia. Kierkegaard.)
(Kierkegaard e l’esistenzialismo religioso (1813-1855) http://www.lafacu.com/apuntes/filosofia/existencialismo/default.htm (Existencialismo Sören Kierkegaard.)
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