viernes, 30 de octubre de 2015

EL DEMONIO MERIDIANO (O EL VICIO MONSTRUOSO) EN EL ROMÁNICO

El demonio meridiano
o vicio monstruoso

"El símbolo es la guía para los nómadas del desierto,
que sólo tienen pistas para buscar la Tierra Prometida"

I - INTRODUCCION 

Como fenómeno cultural de nuestro tiempo, el románico tiene sus propios demonios: la racionalización antisimbólica y el subjetivismo.
El primero, puede tener su exponente gráfico en el culto, sin más, a la imagen que, con su poder de seducción, fomenta una civilización donde su predominio apoteósico se interpreta como paradigma del conocimiento limitándose a asimilar las sensaciones que le rodean, saqueando el interior y que, castrando la imaginación y la capacidad reflexiva, crea las condiciones objetivas propicias para la manipulación. 
Por su parte, el subjetivismo ingenuo incurre, frecuentemente, en el error de no respetar la debida distancia simbólica, cayendo en su domesticación al creer que existe siempre una adecuación entre lo imaginado y lo representado, poniéndolo al servicio, únicamente, de la afectividad. 
Sin crítica racional, el románico, como otras tantas materias del arte o del conocimiento, se presta a fáciles reduccionismos y acaba por destruir la vida que palpita en el símbolo. Es lo que en alguna ocasión hemos denominado "cataratas" de los ojos del románico. 
A nadie se le escapa, lo aleatorio y discutible de cualquier teoría o trabajo que se intente en el campo de este nuestro Arte Sagrado por excelencia, pero pretendemos no reducir su estudio, divulgación y entretenimiento, a un mero hecho contemplativo, a un concurso de la más bella fotografía, o al "guiness" de lugares visitados. 
No podemos olvidar que los hombres y mujeres estamos hechos de sueños. Que somos creadores de símbolos y que, como dijera RILKE, somos abejas de lo invisible que libamos perdidamente la miel de lo visible. Y es en ese anhelo de encontrar la "otra parte del símbolo", desde donde queremos proponer una nueva interpretación de una imagen repetida en nuestro románico peninsular, partiendo de un estudio analógico, pero logificado, de la historia de las fuentes y su evolución a lo largo de la historia del pensamiento universal. 
Por todo ello, esperamos que con sana benevolencia, acojáis las sugerencias que os pudieran ser de utilidad.

II - LA IMAGEN

En los templos de Ntra. Sra. de la Peña en Sepúlveda (SG), en el de Ntra. Sra. de la Asunción en Villasayas (SO) y en el de Santa María en Biota (ZA), aparece una iconografía singular que a nadie deja indiferente. 
Se trata de una figura antropomórfica en actitud de cabalgar un monstruo alado.
Las variantes se aprecian desde el instrumento que porta la figura que cabalga, en el contexto en que se representan y hasta en el lugar donde se ubican. 




III - LA PROPUESTA 

Nuestra propuesta, desde el más profundo respeto a cuantas formulaciones previas hayan podido realizarse, pasa por identificar dicha representación con el Pecado Capital de la ACEDIA. 
Como substrato de nuestra teoría, partimos de que resulta sabido que no siempre los siete pecados capitales fueron siete, ni se denominaron pecados y que el término vicio monstruoso, como referido a pecado o tendencia viciosa, encuentra su referente simbológico en los animales fantásticos. 
El número siete fue dado por San Gregorio el Grande (Lib. mor. in Job. XXXI, XVII), y se mantuvo por la mayoría de los teólogos de la Edad Media. Escritores anteriores enumeraban 8 pecados capitales: San Cipriano (De mort., iv); Cassian (De instit. cænob., v, coll. 5, de octo principalibus vitiis); Columbanus ("Instr. de octo vitiis princip." in "Bibl. max. vet. patr.", XII, 23); Alcuino (De virtut. et vitiis, xxvii y sgtes.)
Corresponde al monje Evagrio Póntico (345), "persona realmente sutil al entender y habilísimo en exponer lo que entendía", el primer testimonio literario de la doctrina sistematizadora de los ocho vicios "monstruosos" o tendencias viciosas que mantienen al monje bajo el fuego constante de los demonios ( Antirrhetikos) y que, a la postre, de la mano de Casiodoro ( Instituciones Monásticas), pasaría a Occidente como precursora de la doctrina de los Pecados Capitales, tras pre-cocinarse en el horno de la teología escolástica.
Aunque partiendo de ocho vicios o pensamientos demoníacos, al no establecerse unos conceptos consensuados, se acabaron integrando dos pensamientos en uno, según muestra el cuadro sinóptico extraído de la Carta Circular de 2007 del Abad General de los Trapenses, Bernardo Olivera: 

IV- ARGUMENTACION 

¿Qué es la Acedía, Acedia o Acidia? 

Es difícil encontrar su nombre fuera de manuales de espiritualidad. Y sin embargo, con este nombre los Padres de la iglesia ponían de relieve el Archipecado del Ángel malo.
El término Acidia o Acedía proviene del griego avkhdi y aparece tres veces en la versión de los LXX (Sl 118,28; Sr 29,5 e Is 61.3). Sería como la falta de cuidado, negligencia e indiferencia, un estado de total aborrecimiento que se contrapone y es la negación de la Kedia, la unión o alianza. 
Santo Tomás de Aquino la define con precisión como tristitia de bono spirituali, tristeza del bien espiritual; indicando que su efecto propio es el quitar el gusto de la acción sobrenatural. Es una desazón de las cosas espirituales que prueban a veces los fieles e incluso las personas adentradas en los caminos de la perfección; es una flaccidez que los empuja a abandonar toda actividad de la vida espiritual, a causa de la dificultad de esta vida. 
Casiano, Evagrio Póntico y otros Padres del desierto, la ponen en relación con ciertas horas del día, teniendo en cuenta los efectos físicos de los ayunos monacales y del clima, con el consiguiente debilitamiento físico. 
Afecta a los anacoretas y a los monjes que vagan en el desierto, siendo el mediodía el momento en que es más fácil caer en este octavo pecado capital " cae sobre el monje en la hora sexta, pues es la hora del mediodía, cuando el sol aprieta con más fuerza, cuando al monje le resulta difícil seguir rezando. Por eso, los que ayunan hasta el mediodía, cuando comienzan a sentirse faltos de alimentos y afectados por el calor del sol, son atacados más vivamente por la acedia", diría Santo Tomás en su Summa Theol. Q.35 Art. 1. 
Por su parte, Evagrio, al describir los Ocho Pensamientos o Vicios monstruosos dice: 
"El demonio de la acedia, al que también se llama demonio del mediodía o demonio meridiano, es el más pesado y duro de sobrellevar de todos”.
Asimismo San Jerónimo introduce el término en su traducción al latín de la Biblia: "A caballo entre la Acedia y la Tristitia, el Demonio Meridiano cabalgaba azotando el espíritu de los monjes de la Edad Media" .
También lo explica San Agustín cuando, al comentar el Salmo 90,6 indica que "al llegar la persecución a su apogeo, llamó al furor más rabioso, mediodía ". 
El demonio del mediodía representa así la persecución por antonomasia del cristiano cabal. El monje que sufre su acometida ya no sentirá alegría al cantar las alabanzas y será presa fácil para cualquier tentación. 
Sin embargo, no es tentación exclusiva de religiosos contemplativos y monjes de clausura, sino que con algunos rasgos diferenciales, se observaba en la vida de todos los religiosos y demás creyentes, siendo más intensa su presencia cuanto más se pretenda avanzar por el camino de la perfección. (" Hay un demonio, denominado vagabundo, que se presenta a los hermanos sobre todo durante el transcurrir del día. Éste pasea nuestro intelecto de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y de casa en casa..., ...corrompe el estado interior de lo que encuentra y, luego, poco a poco, se va olvidando de su conocimiento de Dios, de las virtudes y de su propia profesión")
Es pues, la añagaza demoníaca que ocurre cuando el sol está en lo más alto del horizonte, entendiéndose asimismo como alegoría, y no sólo en el sentido espiritual, sino en el personal (mediana edad) o profesional (escalafón o fase álgida de realización del trabajo o proyecto).


V - REPRESENTACIÓN 

A la hora y momento de plasmar icónicamente el concepto, de transmitir el mensaje, el Arte Sagrado no hace sino seguir las enseñanzas de Clemente Papa, Justino y Teófilo de Antioquia, pero sobre todo de San Ireneo, quien como arquitecto de la doctrina sobre la envidia primigenia del diablo y antes del corrimiento conceptual origenista, opinaba que la grafía representativa de este vicio monstruoso enraizaba en los salmos bíblicos. 
En el Salmo bíblico 90, 5 y 6 ( 91 en Vulgata) se eleva la súplica al Señor a fin de que nos/les guarde "de las saetas que vuelan de día, de la pestilencia que vaga en las tinieblas y de la mortandad que devasta en pleno día": "Non timébis a terróre noctúrno, a sagítta volánte in díe, A péste quae vagátur in ténebris, a pernície quae vástat nierídie. " 
Su inclusión en programas iconográficos no deja lugar a duda sobre el particular, pues lejos de la ortodoxa representación del bestiario clásico donde cada animal puede ser asociado con algún vicio y, a veces, se le contrapone o enfrenta con su correspondiente virtud, en los casos de Villasayas y Biota, por ejemplo, se representa formando parte una serie de ocho "monstruos" o espíritus malos, deseos desordenados o, en definitiva, los vicios de Póntico, cuya tradición fue seguida por teólogos tan influyentes como Columbano y Alcuino. 
La representación con mazo o saeta, podría responder a la identificación y actitud adoptada respecto de su presencia: combate a fin de rechazarlo, o claudicación ante el enemigo mediante la aceptación de la saeta que vuela en el día. 
Cuando su representación aparece aislada (Tímpano de Ntra. Sra. de la Peña en Sepúlveda), encerraría una síntesis del pecado raíz, el vicio activador o el compendio de vicios o pecados capitales restantes, porque atacando el crismón, se ataca el deseo de Dios y el gozo que proviene de su unión con Él. 

VI- CONCLUSIÓN 

Entendemos, pues, que esta iconografía de la figura cabalgando un ser monstruoso, pudiera obedecer a la tradición de la originaria formulación en la mística cristiana de este pensamiento demoníaco que fue tan temido entre las primeras comunidades anacoretas. Correspondería a la formulación conceptual del más grave pecado, al Archipecado, del Ángel Malo, del que derivarán, a la postre, todos los demás: "Por acedia del diablo entró la muerte en el mundo y la experimentan los que le pertenecen" (Libro de la Sabiduría 2,24). 
Y por todo ello contemplamos que cuando su representación aparece aislada, encerraría la síntesis del pecado raíz, el compendio de vicios o pecados capitales restantes. 
En definitiva, nuestro virulento ”demonio meridiano” que no es uno más de los vicios, sino el peor y principal activador del resto de ellos, pues si nos dejamos asaetear, estamos perdidos, ya que pervierte la razón, destruye la esperanza y genera la total desintegración interior. Todo lo que nos resta ya en la vida..., es vegetar. 





FUENTE: SALUD Y ROMÁNICO



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