viernes, 1 de abril de 2011

NICOLAI ALEXANDROVITCH BERDIAEFF, PENSADOR CRISTIANO

EL PENSAMIENTO CRISTIANO DE NICOLÁS BERDIAEFF

Nicolai Alexandrovitch Berdiaeff, pensador ruso, nació en 1874 y falleció en París en 1948. Dos de sus obras. El sentido de la historia (1922) y Una nueva Edad Media (1924), ejercieron poderosa influencia en Europa y en Hispanoamérica en los años que antecedieron a la segunda guerra mundial.
De la evolución de su pensamiento, y de su filosofía "definitiva", habla Berdiaeff en su Autobiografía espiritual (114). Con Gabriel Marcel, Berdiaeff fue uno de los más visibles representantes del existencialismo cristiano.

A. EL SENTIDO ESCATOLÓGICO DE LA HISTORIA

"Me es peculiar el sentimiento escatológico, el sentimiento que es inminente una catástrofe y el fin del mundo", confiesa Berdiaeff. Esta posición se explica, al decir del del mismo pensador, no sólo por su perfil espiritual, sino por su "tendencia a la inquietud".
Berdiaeff partió de una concepción básicamente escatológica del cristianismo. Solo que su escatología, según propia declaración, tuvo un carácter metafísico y no propiamente histórico. -"Antes de la primera guerra mundial, cuando nadie lo sospechaba siquiera, yo afirmé que se aproximaba una época catastrófica. Vi claramente que en el mundo se realizaba un proceso no sólo de descristianización, sino inclusive de deshumanización, de desfiguración de la imagen del mundo".
Lo anterior nos está diciendo que Berdiaeff fue diametralmente opuesto a la tesis del progreso indefinido del hombre, individual o colectivamente considerado: -"Veo la historia en una perspectiva escatológica. Siempre he filosofado como si se acercase el fin del mundo y no hubiera perspectiva del tiempo". Sin embargo, el escatologismo de Berdiaeff no es de raíz apocalíptica, en el sentido bíblico del vocablo, sino de signo heterodoxo, lo que le permitió escribir: -"El elemento sádico ocupa un importante lugar en la historia de la religión, y es también intenso en la historia del cristianismo (...) La afirmación de humanidad del cristianismo provoca verdadero odio en los innumerables cristianos que consideran la crueldad como el signo fundamental de la ortodoxia religiosa".
Para Berdiaeff, la escatología significa objetivación simbólica de la tragedia del conocimiento, tal como lo afirma en su Autobiografía. O, en otras palabras, "el fin de la objetivación, el paso a la subjetividad propia del reino de la libertad". Lo que, en cierta manera, equivale a decir que el destino del hombre, o su liberación, consiste en la superación de lo objetivo, o sea de lo histórico.
La posición escatológica, al implicar un vivo sentimiento de proximidad a un fin inminente, descarta la posibilidad del progreso indefinido: -"La historia posee un sentido porque es algo que termina. Una historia que no tuviese término carecería de sentido. El progreso indefinido es un absurdo. Por ello la verdadera filosofía de la historia es filosofía de la historia escatológica, es la comprensión del progreso histórico en el mundo del fin, y hay en ella un elemento profético. Existe una escatología personal, una apocalipsis personal, y hay una escatología histórica, una apocalipsis histórica. Siempre he creído que ambas escatologías andan indisolublemente unidas. El destino histórico y el fin histórico conducen a mi destino y a mi propio fin. En esto veo yo el más profundo problema metafísico. Existe un conflicto trágico entre la historia, el proceso histórico y la personalidad: el destino personal".
Líneas más adelante, Berdiaeff se encarga de precisar más su tesis escatológica, por lo que dice a la historia, y escribe lo siguiente: -"No existe ninguna ley que rija un proceso histórico necesario, lo cual es contrario a la libertad del hombre y presupone una engañosa objetivación de la teología. Un progreso necesario es pensado en la objetivación del tiempo. En cambio, la libertad del hombre se encuentra en el plano existencial. Sin embargo, es igualmente erróneo hablar de un retroceso necesario en la historia. Optimismo y pesimismo son formas iguales de determinismo, y las dos contradicen a la libertad. La historia no es ni un progreso en línea ascendente, ni tampoco un retroceso, sino una lucha trágica, en la que crece tanto el bien como el mal, y en la que se pone de manifiesto toda contradicción, todo contraste".

B. EL FRACASO DE LA HISTORIA HUMANISTA
Para Berdiaeff, el progreso -que sacrifica todo el pasado en aras del futuro es "un falso dios", y la "historia humanista" es un fracaso. Berdiaeff considera que la teoría del progreso carece de fundamento, salvó -posiblemente- el hecho de que "esa creencia representa, sin que sus adeptos se den cuenta, un carácter religioso". Esto, porque implica la esperanza de que "la tragedia de la historia" tiene una finalidad trascendente.
Es decir, que la idea del progreso en la historia sólo puede ser aceptable cuando reviste un significado escatológico. De aquí el que Berdiaeff condene la historiografía humanista: -"Es por eso que los teóricos positivistas del progreso han ahogado deliberadamente esta idea, pues querían despojar su concepción de todo lo que era de naturaleza tal que le confería un carácter religioso".
Explica Berdiaeff que la teoría positivista, al afirmar que el desarrollo de la historia humana se cumple por generaciones y constituye un movimiento a virtud del cual la humanidad se aproxima cada vez más "a un vértice desconocido", afirma a la vez algo insostenible, como lo es que cada generación antecedente sólo ha sido un medio o instrumento para un fin determinado. Es aquí precisamente donde insurge la posición existencialista de Berdiaeff: -"Ese fin último sería, pues, un estado de perfección, de poder, de felicidad, del que sólo se beneficiaría la humanidad futura, pero en el que yo, que formo parte de la generación presente, no tomaré parte alguna".
Comprendida en tal forma, por consiguiente, la idea del progreso -y la validez de una historiografía basada en ella- no pueden aceptarse porque "no merecen nuestra atención interior" y porque impiden que el hombre se libere de los sufrimientos de la vida. Ello entraría una monstruosa injusticia: -"Con toda conciencia, esta teoría sólo reserva la muerte y la tumba a la masa infinita de las generaciones que han vivido en un estado de dolor e imperfección; sólo, pues, en el vértice de la vida histórica aparecería, sobre los huesos de todos los que la precedieron, una generación de hombres felices".
En esto, Berdiaeff coincide con muchos pensadores contemporáneos y especialmente con quienes se refieren a una "totalidad histórica" en el sentido de justificar el pasado y todo él pasado. Justificación que sería imposible si el logro de una sola generación feliz implicara el sacrificio de otras, innumerables. Ahora bien, como la "historia humanista", o sea la historiografía positivista, se basa en la idea del progreso indefinido, esa historia constituye un fracaso: "Tal es la principal contradicción del progreso, que lo hace moralmente inaceptable e inadmisible. Constituye la base de una religión de muerte y no de resurrección, y no proporciona ninguna promesa de vida eterna para todos los vivos".
Todo lo anterior no se compagina muy bien con otra afirmación de Berdiaeff, según la cual "considerando el proceso histórico en su totalidad, se comprueba de una manera asombrosa que su principal fracaso consiste en que no ha sabido (sic) realizar el Reino de los Cielos y que ha sido inclusive incapaz de aproximarse nunca a esta tarea". Tendríamos, además, que observar que -en sí mismo considerado- el proceso histórico "en su totalidad" no es auto-conciente ni conlleva una telefinalidad absoluta. Cosa distinta es que los historiógrafos positivistas crean encontrar en ese progreso un orden ascendente, un progreso indefinido.
Berdiaeff termina afirmando: -"Puede decirse que toda la historia humanista moderna no ha sido más que un fracaso; que el Renacimiento no ha tenido éxito, y que todo lo que ha creado no correspondía a sus designios ni a sus intenciones". En lo que encontramos la raíz de la segunda de las obras famosas de Berdiaeff: Una nueva Edad Media. En este libro, efectivamente, sostiene Berdiaeff que sólo aproximándonos al concepto cristiano del existir propio de la Edad Media podremos encontrar "el sentido de la historia".

C. LA HISTORIA COMO PROCESO TRÁGICO

Esta concepción clave, base del pensamiento de Berdiaeff, se remonta a dualismo agustiniano. A través de la historia, el hombre ha seguido una ruta señalada por las incidencias de la lucha entre el bien y el mal (la "civitas divina" y la "civitas terrena"). Para la concepción cristiana, tal como la entiende Berdiaeff, no existe progreso concebible fuera del progreso espiritual. Esto porque, como explica Uscatescu, el optimismo de la teoría naturalista del progreso. universal concibe un desarrollo puramente mecánico del mundo y se resuelve, en definitiva, en una doctrina típicamente estática: -"Para la concepción cristiana de la historia, que es una filosofía basada en razones escatológicas, todo proceso en el campo de la realidad histórica se funda en un hecho primordial: el principio de la libertad."
Desde luego, resulta muy claro que el progreso indefinido, en su acepción mecanicista, se opone a la idea de la libertad del hombre. El proceso histórico resulta ser un "proceso trágico" precisamente porque presupone la lucha entre fuerzas antagónicas. Desde luego, esta concepción es escatológica, porque conduce a una sola solución: la realización o conquista del reino de Dios -de la "Ciudad de Dios"- como resultado del conflicto del acontecer histórico. Solo que este conflicto opera, por lo que dice al hombre, dentro de la órbita de la libertad, y no de la necesidad, como lo sería si el "progreso" fuese un fenómeno puramente mecanicista, irreversible e inevitable.
La historia se nos aparece así como un proceso esencialmente creador, toda vez que se basa en la idea de la libertad, y que tal como escribe Berdiaeff, "todo el misterio de la libertad consiste precisamente en el hecho de que ella puede orientarse bien hacia Dios o bien contra Dios". De donde el principio de la libertad y el de la creación son valores "divinos y eternos".
Insiste Berdiaeff en la tesis de que, en la concepción cristiana, la memoria histórica viene a substituir, al menos en parte, la imperfección del tiempo, "provocada por su disociación en fragmentos en pugna" y de que la "historicidad del hombre se revela precisamente en su posibilidad de identificarse con el proceso histórico, con lo que vulgarmente se llama el pasado". Ahora bien: esto se explica por la memoria histórica, principio básico "en perpetua lucha con los principios letales del tiempo". Dicha memoria viene a ser, en realidad, "una forma de manifestación de lo eterno en el tiempo histórico" y gracias a ella podemos captar el proceso de la historia.
Consecuencia última de esta manera de pensar y de enfocar filosófica y "teológicamente" el acontecer histórico, será "la definitiva integración del hombre en la historia". -"En la conciliación entre el principio hombre y el principio historia, escribe Uscatescu, descansa así una filosofía de la historia capaz de alcanzar las trágicas dimensiones del proceso histórico. La oposición, la contraposición entre estos dos principios, significaría la reducción a la nada, tanto del hombre como de la historia".

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