jueves, 7 de agosto de 2014

NIETZSCHE: ICONOCLASTA, BUSCADOR, POETA

FEDERICO NIETZSCHE, ICONOCLASTA
por Marcelo Speranza

“Hay un pájaro que se llama regenpfeifer1. Estos seres aparecen
 cuando una generación se ve amenazada por una tempestad. Así soy yo”.
Sören Kierkegaard. Diario (1845)

I. ¿Quién fue Federico Nietzsche ?

Al igual que Kierkegaard, Nietzsche fue uno de los anunciadores de las amenazas que se cernían sobre la vida del hombre en la tierra.
Cuando el eclipse de dios aún no era percibido, él, fllósofo-poeta como el danés, se situó solitariamente para contemplar la crepuscularidad que echaba la sombra terrible del dios-padre asesinado por los hombres, adentrándonse con su magistral penetración psicológica en el corazón de las tinieblas.
Al límite de las fuerzas humanas, fisiológicas y mentales, este destructor de ídolos, maestro en el arte de poner frente al espejo los valores establecidos y ver su imagen invertida, escándalo de iglesias y religiones cristalizadas, dio cuenta de la larga tarea llevada a cabo por los envenenadores de la vida por domesticar el instinto.
Fue, sin dudas, un singular, categoría (o estado vital, diría él) poco común de hombre. “Yo soy un destino”, afirmó. Y no dejó de dar testimonio de ello.
El hombre-Nietzsche habló y gritó cuando el dios-padre-garantía se desmoronaba. Convocó, entonces, a las fuerzas vitales.
El santo decir ‘sí’ de Zaratustra se dirigió a la creación de un mundo nuevo.

II. Nietzsche, buscador

“La filosofía, tal como yo la he entendido y vivido hasta ahora,
 es vida  voluntaria en el hielo y las altas montañas,
búsqueda de todo lo problemático y extraño en el existir,
de todo lo proscrito hasta ahora por la moral”.

Los caminos a recorrer en la búsqueda filosófica son infinitos.
Sin embargo, las actitudes ante esa búsqueda son, básicamente, dos: a veces se sabe desde donde partir, pero no se tiene una meta prefijada.
Otras, se cree tener un lugar desde donde iniciar el recorrido, se cree conocer el camino -se marcha con seguridad- y se cree que la meta está ahí, al alcance del conocimiento.
Los primeros son los buscadores y merecen ser llamados escépticos, y -por qué no-, creadores.
Los segundos, son los amigos de las demostraciones, el concepto, el método y la lógica.
De éstos, Nietzsche está a años-luz.
Su vida-obra es ruptura, brecha definitiva entre la realidad -ambigua, confusa, inasible- y sus representaciones, alejadas del pathos impulsor.
Nietzsche mismo es el pathos frente a las claudicaciones de la ratio, contradicción viviente, sentimiento trágico de la vida. 

III. Nietzsche, descubridor

Si el primer motor inmóvil de un visionario es su propia energía, el dominio vital del hombre-Nietzsche estuvo puesto en recuperar la unidad de la existencia, quizás empezando por la suya, sometida a las dictaduras de los dualismos en los que fue educado. Sin dudas, la gran tarea.
En abierta contradicción con el mundo burgués y puritano, el pensador descrubrió que clase de enfermedad mortal asolaba la vida: la moral filistea de los envenenadores que se sucedieron a lo largo de la historia; la Verdad -así con mayúscula, la razón (logos) enemiga del instinto vital, la metafísica y las abstracciones convertidas en categorías, tan proclamadas por los apóstoles de la decadencia. En suma, los ideales.
La fuerza del instinto lo llevó, también, a “encauzar la ruina de modo que ésta posibilite al más fuerte una nueva forma de existencia”.
Este fue el ethos que sustentó su nihilismo activo.

IV. Nietzsche, poeta

Si la poesía, tal como la concebía Baudelaire, es lucha contra la iniquidad, no hay que dudar que el poeta-Nietzsche luchó hasta la extenuación teniendo como arma la palabra original, la palabra mítica.
El indagador del presente y del porvenir, el ojo claro, el itinerante viajero de la singularidad, supo del valor de los símbolos, las imagenes, las metáforas, las parábolas y los signos para sugerir lo inasible de la vida, los claroscuros de la existencia, la presencia de lo sagrado y elevado, la extrañeza ante lo elemental.
La más alta lírica la encontró en Enrique Heine, que, como Holderlin y el mismo Niezsche caminaron hacia la misma terra incognita llamada demencia.
Fue Heine quien le acercó la imagen de la muerte de Dios, al que nombra como “ese Anciano” (...) al que hemos conocido desde su cuna en Egipto y al cual hemos visto luego convertido en Palestina de un Dios Rey chiquito entre un pobre pueblo de pastores (...) lo hemos visto emigrar a Roma y proclamar la igualdad celeste de todos los pueblos. Lo vimos depurarse, espiritualizarse, hacerse paternal, misericordioso, filántropo (...) ¡ Nada ha podido salvarlo ! (...) ¿ No oís sonar la campanilla ? ¡ De rodillas !...Llevan los sacramentos a un Dios que se muere” 2.
En Así hablaba Zaratustra, el poeta Nietzsche pregunta: “¿Hay qué autorizarles acaso el oído para que aprendan a oír con los ojos?“3.
O afirma: “símbolos son todos los nombres del bien y del mal, no expresan, tan sólo insinúan. Sólo el estúpido pretende arrancarles saber”.
“Prestad atención hermano, a toda hora en que vuestro espíritu quiere hablar a través de alegorías, tal es el orígen de vuestra virtud”.
Nunca la palabra discursiva tendrá la eficacia de la palabra poética.
Eficacia curativa, catártica, conmovedora.
El sonido alciónico de la poesía-Nietzsche es penetrante.
Pero se deberá tener oído para escucharlo. 

V. Nietzsche, el sabio, el inteligente, el que escribe libros

¿De veras creía el hombre-Nietzsche, el singular, el poeta, que era sabio,  inteligente y que escribía buenos libros?
El aristócrata polaco -así gustaba autodesignarse para humillar a los orgullosos germanos- era un gran burlador.
Algunos ensayistas han visto en la totalidad de su vida-obra un desmedido intento de autoafirmación.
De todas maneras, es inútil interrogarse sobre si realmente estaba convencido de esos atributos encarnados en sí-mismo.
En todo caso fueron recursos para interpelar a una época y apelar al lado oscuro, al costado mítico, sumergido de la persona individual y colectiva.
Sin embargo, tenemos aquí una paradoja.
El filósofo trabaja con el lenguaje y por lo tanto con la lógica. Convengamos que no se trata de una lógica convencional, pero aún así, ¿cómo llegar al alma si el mensaje poético-filosófico no puede dejar de estar dirigido a la conciencia, a la razón discursiva ?
Creer que Nietzsche trató de resolver o encontrar un atajo, tirándonos a la cara ideas revulsivas, contradictorias, paradójicas, vividas o sentidas por él antes que nadie, no es estar lejos de la verdad.
La tensión vida-obra Nietzsche es casi única en la historia de la filosofía.
El trastocamiento de lo considerado central hasta ese entonces en el mundo de los valores -el pasaje del logos al bios- es absolutamente original, aunque no debiera olvidarse a Spinoza y su sistema donde pasión y hambre de inmortalidad se derraman por los poros bajo una gruesa capa de racionalismo.
Es la diferencia entre el no-vivir y el vivir.
Herido y gozoso del presente y del porvenir, hipersensible, compasivo, íntimamente religioso y hasta cristiano, Nietzsche adelantó el fracaso de un mundo no sustentados en las pasiones e intereses vitales.
Como su maestro Jacabo Burchardt que ve en los signos de los tiempos “un lamentable odio contra lo diverso y lo múltiple”, Nietzsche ve cernirse la gran ola de “progreso”y “razón” niveladora: la divinización de la uniformidad. 

1. Regenpfeifer. Anunciador de lluvias.
2. Enrique Heine, Alemania
3. Por qué soy tan sabio, por qué soy tan inteligente, por qué escribo buenos libros se titula  un capítulo de Eccehomo.






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