martes, 22 de marzo de 2011

LA UTOPÍA DE JESÚS

LA UTOPIA DE JESÚS - ENTREVISTA DE MARÍA B. LUACES A RUBÉN DRI

                                                                              "Alegría embriagadora es para el espíritu que sufre apartar la mirada de su  sufrimiento y olvidarse de sí mismo. Alegría embriagadora y olvido de sí mismo me pareció un día el mundo"....
                                                   (Así hablaba Zaratustra. De los Trasmundanos. Friedrich Nietzsche). 

La posmodernidad se ha valido de muchas artimañas para alejarnos de la palabra utopía, que encierra en sí misma un acto de rebeldía, un sueño, una búsqueda y una acción de cambio. Volver a resignificarla para el uso de subvertir un orden social y económico de exclusión, un pensamiento retrógrado y facilista, una cultura de la pasividad, el éxito y el dinero, donde lo único que importa es "progresar", volver a hacerla propia, a transmutarla en acción y cambio, eso nos proponemos desde este espacio. 

Queremos desactualizar la idea de que las utopías son sueños irrealizables, ideas muy románticas pero inalcanzables, porque contemplar parecería ser la única salida social, económica y cultural en este tiempo. Que las utopías colectivas se murieron, como supuestamente se murieron las ideologías y hasta la historia, que todo esto es un recuerdo pasado de moda, que lo "neo" y lo "pos" constituyen nuestra única historia, son cuestiones que también nos proponemos desmitificar. 

Y porque además ya "no hay tiempo", hay que sobrevivir, correr, superarse, adiestrarse, nosotros deseamos reapropiarnos del espacio íntimo de los sueños, un lugar que ha sido dejado de explorar hace algún tiempo. 

Como diría el sociólogo Horacio Gonzalez "hay que volver a salir al descampado", animarse a ver un poco más allá del cuadro que nos pintaron. 

Si la realidad no nos deja espacio para la reflexión, para la crítica y para los sueños es hora de que en medio de esta ola aparentemente imparable algo se detenga para que otras cosas se pongan en marcha, por ejemplo, nuestras ganas. Nosotros paramos este instante de tiempo y nos pusimos a pensar, rara metáfora para este siglo que termina. 

"El motor de la historia" 

Este espacio comienza con una charla que mantuvimos con el filósofo Rubén Dri sobre la Utopía y su esencia movilizadora del cambio social. En su curriculum, extenso y multifacético, aparecen algunos datos para tener en cuenta: sacerdote católico integrante del "Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo", militante de izquierda, exiliado durante el proceso militar argentino, prolífico escritor, colaborador de prestigiosas publicaciones nacionales e internacionales y actual profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Entre las muchas de sus obras editó en el año 1997 el libro "La Utopía de Jesús" (*), donde desarrolla la ardua y seria tarea de avanzar sobre los ámbitos económico, político e ideológico de las prácticas de un Jesús de Nazaret histórico, las cuales en voz del autor buscaban la realización de una utopía que era la instauración del Reino de Dios, en base a la justicia y la igualdad, que tanto contrastaban con la realidad de aquel tiempo. La utopía que vislumbraba este lugar, habría dado el impulso necesario para que hace 2000 años este hombre cambiara la historia de la humanidad. 

Las hipótesis y los análisis de Dri tienen que ver con los aspectos políticos y económicos de la sociedad en su relación con esta palabra misteriosa y sinuosa, arriesgada, soñadora pero decidida: utopía. En su libro Dri la describe de la siguiente manera: "Como el nombre lo dice, la utopía no está en ningún lugar, no existe en el sentido de algo tangible, de algo que esta allí, cuya existencia se puede ver y comprobar. Pertenece al ámbito de la totalidad, ámbito esencial en la constitución del hombre como tal. El hombre está esencialmente abierto a la totalidad, tiende hacia ella. Pero ésta es inalcanzable. Es como el horizonte que siempre se aleja, nunca se lo alcanza, pero sólo tendiendo hacia él, lanzándose en su persecución, se descubren nuevas tierras. (...) La utopía pertenece al momento de la imaginación, del sueño, de lo nunca plenamente realizable pero siempre exigente de realización. No es irracional, sino todo lo contrario. Abre el ámbito de la racionalidad. (...) El proyecto se realiza en el ámbito abierto por la utopía". 

-¿Porqué relaciona la palabra utopía con las acciones de un personaje histórico y religioso de trascendencia universal como Jesús? 

- Porque la utopía es un momento fundamental, esencial del ser humano como tal y por lo tanto de las sociedades, porque lo propio del ser humano es trascenderse continuamente y, por lo tanto, de una sociedad. En ese trascenderse es donde está la utopía. Uno nunca dice basta, nunca se pone los límites más allá de los cuales uno no quiere ir, siempre se quiere ir por más y allí reside el momento utópico. De manera que la utopía puede considerarse como el verdadero motor de la historia, el verdadero motor de los sujetos. No hay gran realización humana sin una gran utopía. Se suele contraponer lo utópico a lo científico o la utopía a la realidad, pero no son cosas opuestas sino dos momentos de una totalidad. De hecho no hay ningún descubrimiento científico que no haya sido abierto por ella. La utopía va a abrir continuamente nuevos espacios y al querer matarla se quieren matar nuestros proyectos, la utopía abre el espacio donde yo puedo formular el proyecto. 

- Cuando se habla de la muerte de las utopías, de la historia, de las ideologías, ¿Qué se intenta abolir? ¿Porqué se le tiene tanto miedo a la utopía? 

- Porque el proyecto de dominación lo que quiere es destruir los sujetos, y una de las maneras es destruir las utopías, la memoria, la constitución interna y la identidad de las personas, de un pueblo. Si se destruyen las utopías se destruyen los sujetos que están formados por sus sueños y proyectos, por el ansia de cambio. Si yo no tengo más utopías no tengo más ganas de trabajar, de crear. Cuando esto sucede, vivir te cuesta un gran esfuerzo. El neoliberalismo esta animado por la utopía del mercado total, que lo dirige absolutamente todo, esto nunca se realiza plenamente, por eso ellos continuamente van hacia adelante, pero necesitan que para nosotros sí se terminen los proyectos. 

-Haciendo un poco de historia, ¿podríamos hablar de una diferenciación en la utilización del término utopía en los '70 y en los '90? 

- Es que en la década del '70 hubo una gran confusión a partir de los textos de Marx donde se habla de un socialismo utópico y de un socialismo científico como si fuesen dos ámbitos completamente separados y no dos momentos dialécticos de una totalidad. Entonces, bajo esa cosmovisión, para los militantes hablar de utopía era como tratar sus proyectos de poco serios, ha sido sin duda una gran confusión porque como te decía antes, la utopía y el desarrollo científico son partes de lo mismo, ganas de cambiar algo. Pero además en aquellas décadas del '60 y del '70 no hablábamos de utopías porque en realidad creíamos la realización muy cercana, pensábamos que la revolución era una realidad, que estaba ahí, al alcance. No teníamos necesidad de hablar de la utopía, nos animaba mucho más el hablar de la revolución como una realidad que estaba a las puertas, que nosotros podíamos realizar. Pero de hecho el motor era una gran utopía, porque lo que estaba en nuestra cabeza y en nuestro sentimiento era esa sociedad de hermanos, en igualdad, la superación del capitalismo. Todo eso era lo que nos impulsaba. La posmodernidad lo que significa culturalmente es aceptar la derrota intelectual y cultural, significa que al no tener más utopías desaparece el sujeto que es capaz de construir la nueva sociedad. Toda esta concepción, Fukuyama por ejemplo que habla del fin de la historia, pretende vendernos a nosotros una ideología que significa que ya no hay más cambios, que la historia terminó porque ya fue construida y así se quedará, y todo lo que pasa en el Tercer Mundo son accidentes, son datos menores porque la historia verdadera parecería que está en la bolsa, lo demás son intentos absurdos. 

-¿Porqué se le dá tanta importancia a esta palabra? 

- Porque la conciencia, la cosmovisión y la filosofía siempre se expresan en lenguaje. Gramsci decía que la filosofía misma está en el lenguaje y por lo tanto todos somos filósofos en la medida en que todos nos expresamos de acuerdo a símbolos comunes. La cuestión es que tenemos una filosofía muy caótica, muy contradictoria, y hay que elaborar una filosofía ética que se exprese en un lenguaje que la comprenda éticamente, que esté a favor nuestro. El dominado tiene que recuperar su lenguaje, porque desde la dominación es desde donde se nos baja una determinada filosofía, una cosmovisión con un determinado lenguaje, y se trata de que el dominado acepte este lenguaje, por lo tanto acepte esas categorías sin discusión, que sea una aceptación plena de sus mandatos e ideologías. De ahí que en esta etapa cobre tanta importancia la filosofía del lenguaje que a nosotros debería servirnos para recuperar nuestro propio lenguaje, con toda su utilidad práctica. 

-¿El poder trata de absorber el significado de las palabras como utopía para vaciarlas de sentido? 

- Si, porque la lucha de clases se desdobla siempre en una lucha hermeneutica, en una lucha de interpretación. Tomemos nosotros cualquiera de los grandes símbolos, Dios por ejemplo, y veamos las diversas interpretaciones que tiene en el pueblo, en las distintas sectas, grupos religiosos, etc., y también en la iglesia como institución, la iglesia católica fundamentalmente que es dominante. En la medida en que cada grupo participa del poder tiene su determinada concepción de ese símbolo que es Dios, por ejemplo, y quien más arriba esta en el poder logra que su interpretación y uso sea aceptada y asimilada por los demás grupos. Recuperar el lenguaje es una verdadera lucha. Desde nuestra posición tenemos que dar una lucha hermenéutica, reinterpretar los símbolos en su verdadero sentido, ni el Che fue una estampilla, ni Jesús una estampita, sino seres que lucharon activamente por sus ideales. Y la utopía tampoco es una palabra de fantasía, ni cursi, ni inocente, es una palabra que implica una dura crítica a la realidad y una plataforma para un proyecto de cambio. Todos los grandes símbolos están en esa diatriba. Este es un aspecto que se suele descuidar y es muy importante, porque desde la lucha de los sectores dominados muchas veces se cree que porque a determinados símbolos los utiliza el poder hay que eliminarlos. En la medida en que los símbolos están en la gente es imposible eliminarlos pero no así subvertirlos. Los símbolos son siempre momentos de identificación del sujeto, es inútil que ahora se quieran evitar, y la dominación esto lo sabe por eso por ejemplo no intenta sacar al Che Guevara, lo absorbe, lo reinterpreta y así lo entrega. Bueno, nosotros tenemos que hacer lo mismo. 

- ¿La utopía es una sola? Me preguntaba si como directriz de la acción sería importante retomar aquellas utopías de antaño, o sería bueno ver nuevas formas de acción, nuevos sueños en donde encauzarse. 

- La utopía toma vida en cada momento y en cada situación histórica. Nosotros podemos encontrar ejes comunes en todas las utopías, pero estos se expresan culturalmente y de acuerdo al momento en que se encuentran los distintos sectores sociales, no son iguales las necesidades de la edad media o de la antigüedad que las modernas o que las de la actualidad. No es lo mismo la utopía expresada desde el tercer mundo que desde el primer mundo, y no son iguales las utopías que se pueden expresar desde una cultura como la guaraní, o la católica, o la mapuche. Cada cultura lo expresa en forma distinta, hay ejes concebidos naturalmente, es decir, en una utopía de liberación, en una utopía de los sectores dominados, siempre hay un sueño y un pedido de justicia, de igualdad, de libertad, pero cada cultura lo expresa distintas formas. En el antiguo pueblo hebreo 'El Reino de Dios' y las leyendas guaraníes de 'La Tierra sin Males', están expresando lo mismo como eje central pero culturalmente distinto. Hoy acá en Argentina hay que pensar como confluyen las distintas utopías desde los distintos ámbitos culturales, religiosos, areligiosos, ecologistas, de las mujeres, etc. Los ejes comunes se pueden encontrar perfectamente y expresarse en forma plural, porque en definitiva los países del tercer mundo estamos pasando por situaciones muy parecidas, de exclusión, de opresión, de miseria y falta de respeto. Yo creo que ese es el gran desafío en este momento: encontrar nuestros ejes comunes de acción y actuar, el lenguaje es sólo el primer estadio. 

-¿Dónde ve usted algunos de esos ejes comunes? 

- Vos fijate, nosotros tenemos una economía de acumulación, saquémosla de la denominación capitalismo, socialismo, etc., es sencillamente y trágicamente "una economía de acumulación". Entonces hay que cambiar el sentido de la economía que debe ser al servicio de la vida. Yo creo que ese es un eje común de todos los sectores que aquí están luchando en contra de este proyecto dominante. Porque lo que hoy se produce alcanza para todo el mundo, y la mayor parte de la humanidad está en la miseria. Se trata de cambiar este paradigma económico, pero ese cambio solo se puede hacer con una conciencia y una voluntad colectivas, cultural, social, educacional. Ahí entonces tenemos un eje importantísimo en la utopía común. Otro es el de la igualdad, que no haya estas diferencias basadas en quienes acaparan la riqueza y quienes no tienen acceso a ella, no la igualdad como uniformidad, porque ahí la dominación también introdujo una gran confusión, todos no somos iguales, pero ¿en qué? El que no seamos iguales en fuerza, sexo, etc. esta bien, ¡pero eso de que no somos iguales y que algunos como Amalita puedan tener media Argentina y los otros apenas una chapa, no! Yo creo que la igualdad es otro gran eje, y también lo es la libertad, una libertad que signifique una real capacidad de elección para todos y en todos los ámbitos. Reencontrar estos temas comunes, estas utopías de todos es un trabajo en la comunidad, en el barrio, en la ciudad, en el país, que implica volver a prestarnos atención, a escucharnos. 

- Horacio González en una ponencia habla de que la utopía en los años '70 estaba encarnada en la palabra 'revolución' y que nosotros hoy en día deberíamos encontrar esa palabra en donde se encarne la utopía para que nos movilice. 

- Claro que sí. Sería muy lindo, muy importante porque esa palabra no la tenemos. 

Hay que encontrarla desde abajo. Ninguna de estas cosas se impone. La revolución no se impuso, la revolución era algo que compartíamos. Surgirá, hay nuevos signos de que algo esta cambiando, y las nuevas generaciones hoy ya no son como las de hace diez años, yo eso lo percibo claramente. Y ahí se encontrará la nueva palabra que movilice. 

El socialismo no comenzó el siglo pasado, tampoco con Marx, empezó con la humanidad, que ha venido luchando por eso, pero cada generación, cada etapa histórica encuentra sus símbolos, sus palabras convocantes. Eso es lo que hay que encontrar en esta etapa. 

Chiapas por ejemplo encontró una manera novedosa de hacer política, de plantear sus utopías. Y encontraron un mensaje, empezaron a cambiar el sentido de la palabra "diferentes", y se unieron en esas diferencias reivindicándolas, haciéndolas un motor común y no una lucha de opuestos. 

- Volvamos a comenzar, si la utopía es algo abstracto, ¿cómo influye concretamente en la realidad? 

- La utopía es abstracta pero se concretiza en ideales, por eso determinados símbolos encarnan la utopía. Por ejemplo el Che Guevara hoy, encarna una gran utopía y aparece como algo concreto, que vendría a ser como la coloración que uno hace de la utopía. Por que decir el Che, es decir una nueva sociedad, el hombre nuevo, uno en ese símbolo concretiza la utopía. Busquemos esas palabras convocantes, esas metáforas que queremos concretar. 

-¿La utopía siempre es movilizadora de cambio o también puede provocar pasividad ante lo imposible? 

- Hay que distinguir la utopía del utopismo. La primera es movilizadora siempre, en cambio la segunda consiste en el sueño ya desprendido de la realidad, plantea algo concretamente imposible que es de hecho una evasión de la realidad y no un momento de transformación. El utopismo, en ese sentido, a veces es bueno pero si sirve para volver a entrar en la realidad, de lo contrario, evadirse significaría pasividad y aceptación de la dominación. Pero la utopía es impulsora de transformación y es al mismo tiempo un momento profundamente crítico de la realidad, ese es un punto clave. 

Me quedo reflexionando en estas palabras mientras bebo lo que queda del mate, el agua se ha enfriado. Voy a encender la hornalla para calentar otra vez el agua. 

Pienso que quizás la tarea fundamental en la resignificación de la utopía sea recuperarla como la posibilidad de lograr un cambio. Recuperarla como sueño posible. 

Claro que va a implicar empezar a escucharnos más, a conocer las utopías de quienes nos rodean. Leyendo un comunicado del Subcomandante Marcos, desde Lacandona, comprendo un poco más esta idea, el dice que "para resolver un problema, no importa lo grande que este sea, es siempre bueno consultar a todos los que somos".(**) 

Empezar a darle un nombre a nuestra utopía. ¿Cuándo llegará esa palabra que nos haga salir al descampado? 

En la lucha hermenéutica que libran los sectores de poder (de la que habla Dri), un pensamiento hegemónico intenta hacernos ver la utopía como un poder consolador. Esta en nosotros intentar verla como eso que nos hace pensar "que lo que se ve ahí ante nosotros, con toda su crudeza, es la realidad de la que tenemos que lograr apartarnos", ver la utopía como ese algo que despierte en nosotros fuerzas desconocidas que nos inviten a actuar. 

Quienes quieran colaborar con este foro virtual (hay que reapropiarse de los medios), mandar comentarios, poemas, estrofas o lo que deseen y les parezca cercano a este sueño de resignificar nuestra primer palabra del cambio, Utopía, bienvenidos/as. Esto recién comienza. 

                                                                   "Sin utopías, la vida, sería un ensayo para la muerte". 
                                                                                                                        (Joan Manuel Serrat) 


(*) "La Utopía de Jesús", Rubén Dri, Editorial Biblos, 1997, Buenos Aires Argentina. 
(**) "Segunda Declaración de La Realidad", discurso de clausura del Subcomandante Marcos, 3 de Agosto de 1996 La Realidad. Chiapas.

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