viernes, 4 de marzo de 2011

TEOLOGÍA PLATÓNICA (II PARTE)



La teología de Platón y su doble carácter racional y religioso

Plato - wikimedia
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Las posturas de los primeros filósofos ante lo divino. Platón y su esfuerzo intelectual por armonizar lo racional y lo mítico: sus distintas etapas.
En el camino de la reflexión racional sobre la naturaleza misma de la realidad (lo divino), tres fueron las actitudes de los filósofos griegos clásicos en relación al culto tradicional: una, confrontativa -Jenófanes y Heráclito-; otra, conciliadora; la última, de índole teleológica (dirigida a los fines): un nuevo intento de conciliación con raíces jónicas, arcaicas y homéricas.
Olof Gigon ubica a la teología platónica en esta dirección, aún admitiendo que es muy difícil separar los elementos filosóficos de los religiosos y míticos en el pensamiento del Platón sobre la divinidad.
¿Tenía la teología platónica un doble carácter, filosófico y religioso? ¿O lo religioso alimenta, conduce y explica su noción filosófica de dios?


Una de las líneas explicativas nos hace retroceder a los presocráticos. El principio primero de la realidad visto desde la filosofía no es el mismo que el de la religión. En los primeros filósofos, lo divino estaba subordinado al orden universal comprensible.
En Platón, el principio divino son los dioses o el dios; el filosófico, las Ideas. Podría hablarse de la permanencia de esta duplicidad a lo largo de sus obras.
Lo que complejiza el acercamiento a la teología platónica es el hecho que no mantuvo rasgos o caracteres unívocos a lo largo del tiempo. El pensamiento de Platón sobre lo divino reconoce varias etapas.

Las etapas de la teología de Platón

Siguiendo a Grube, se puede calificar a los primeros diálogos como la "etapa convencional" de la teología platónica.
El segundo momento se inicia con la República.
Un punto de inflexión es la introducción de la figura del Demiurgo en el Timeo.

Finalmente en las Leyes deja cristalizada su concepción de la divinidad.

Es importante dejar planteado un interrogante, que, sabemos de antemano, no tendrá una respuesta única:
¿por qué Platón no se desprendió totalmente de la idea mítica de Dios y no marchó decididamente hacia una noción de un dios depurado de los rasgos de la tradición?
¿Es acaso la teología platónica un retroceso frente el Dios único de Jenófanes?


La experiencia de lo numinoso en el pensamiento griego


Una conjetura es que la actitud filosófica de Platón conlleva una fuerte carga de la religión tradicional de los griegos. Y cuando se habla de religión se hace referencia a la experiencia básica de la re-ligación: el temor a Dios, el encuentro con lo sagrado como Ser situado frente a un yo, como contacto mutuo entre una existencia activa y otra, el pacto de lo Absoluto con lo concreto.
Cuando Timeo proclama “con un sentimiento bien acusado de profundo temor reverencial, que es toda una hazaña descubrir al Hacedor y Padre de este universo y que es imposible, una vez que se le ha descubierto, divulgarlo a todos”, ¿no está dando signos de esa experiencia ante el mysterium fascinans de lo numinoso? ¿No es la dialéctica, acaso, una purificación, una ascética del alma, un itinerario espiritual?
Para Grube en El pensamiento de Platón, el problema de lo divino está presentado desde las primeras obras.
Es en el Eutifrón, cuando Sócrates exige la definición de lo justo (10a), donde se coloca en un punto de vista del que nunca se apartó: el universo no está gobernado por la voluntad divina; los dioses se someten a lo justo, por lo tanto, no son omnipotentes.
Hay valores absolutos por encima de ellos.


Posiciones encontradas entre los helenistas


Gigon, por su parte, sostiene en Problemas fundamentales de filosofía antigua que lo divino está ausente de los primeros diálogos.
Para este estudioso, en el Eutifrón, “lo teológico no es más que un material sobre el cual se quieren aclarar determinados hechos lógicos y ontológicos”. Sostiene que esta actitud persiste en los grandes diálogos, donde la cuestión “permanece por lo general, en una semioscuridad particular”.
En el apogeo de la producción platónica, cuyo emergente es la República, se encuentran, según el autor citado, uno de los tres complejos esenciales de la teología platónica (los otros hay que buscarlos en las Leyes y el Timeo).
En las “directivas teológicas” a los poetas, se afirma que dios es bueno y que en consecuencia sólo puede ser origen de los bueno (Rep. II, 379) y que siendo dios es simple e inalterable, no puede presentarse en formas extrañas (Rep. II, 381).
En la primera de ellas, acerca de la divinidad de Bien, se encuentra, según Olof Gigon “el concepto central de la ontología platónica”. La segunda, es la negación de la epifanía.
En la República se plantean dos atributos de la divinidad: la perfección y la inmutabilidad (Rep. II, 19-20; 380-1).
Unas líneas antes (378, d) el filósofo ataca los efectos perjudiciales de la narración inmoral que hacen los poetas acerca de los dioses.

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